4 Ene, 2015 | entrevista a

Fermín  Bohórquez Domecq

No recuerda cuando se subió por vez primera a un caballo pero sin él no se explica su vida. Animal al que define como parte de su cuerpo que le ha ayudado a vivir y a estar cerca del toro, su animal por antonomasia. Pertenece a una casta de grandes del toreo caballar y ganaderos. Sus apellidos saben a Jerez, a compás, a arte, a tradición, a identidad propia y genuina. Es uno de los grandes rejoneadores de la historia de España y lleva una vida sencilla, entre el campo y la ciudad. Es uno de los jinetes que ha montado los mejores equinos del mundo pues en su casa el caballo y la familia es un todo indisoluble, fraguado con la experiencia y el buen hacer que dan los años. Tiene en su padre un ejemplo vital y en el toreo y ha sido para él “un juguete” con el que se ha divertido contagiándolo del bendito veneno de una afición tan española como el rojo y gualda. Fermín Bohórquez Domecq nos recibe en la imponente finca Fuente Rey, dominio familiar, con un estado de conservación digno de admirar. Nos recibe con agrado, a pesar de haber dormido menos que nada, a tan sólo unas horas de haber toreado en Granada. Un gesto grande de un gladiador que entiende la caricia como la mejor técnica para la doma.

Fermín, ¿cómo es su día a día?
Mi día a día es imprevisible, porque aparezco casi siempre en el mismo sitio pero no sé cuándo aparezco ni dónde aparezco. Depende también de la época. Todo depende de la temporada. Lo que sí es cierto es que todo lo que hago está muy vinculado con el toro, el caballo, el campo… lo que es mi rincón. Aunque esté cerca de mis hermanos que llevan todo el tema familiar, pero estamos cada uno en lo nuestro. Hago mucha vida en Cádiz, que es mi provincia, y aunque soy jerezano me apasiona.

¿El caballo o el toro?
Me quedo con el toro. Me apasiona el caballo, pero lo usé para estar cerca del toro. El toro es el animal que me tiene enganchado, me enamora cada día. No hay un animal que te marque una distancia, que te sorprenda continuamente, que te de tantas satisfacciones,  que te haga sentirte un ser diferente. Yo creo que cuando puede uno llegar a dominar a un toro y poder vivir esos momentos es de ser un privilegiado y por eso lo respeto tanto.

El torero a caballo o a pie tiene algo de gladiador, ¿no?
Totalmente, lo que pasa es que  en este caso la caricia doma. Es un dominio con elegancia y con clase y respetando tanto al toro como al caballo. Se puede llegar a dominar con convencimiento del temple y con la caricia. No sé cómo explicártelo gracias a Dios porque es algo tan distinto que me tiene loco. El toro me enamoró desde muy pequeño.

¿Quién es Fermín Bohórquez Domecq?
Es una persona muy afortunada por haber nacido donde ha nacido y por haber hecho lo que ha hecho. Mi trabajo ha sido un disfrute que no sé si le puedo llamar siquiera trabajo. Me ha llenado mucho mi vida. Nada más que tengo palabras de agradecimiento a la vida. ¿Quién soy? Un enamorado de todo lo que me ha pasado en la vida.

¿Qué significa el caballo en su vida?
El caballo ha sido una parte de mi cuerpo que me ha ayudado a vivir y a ser yo muchas veces y me ha dado parte de lo que soy yo. La gran parte de lo que he sido yo y me ha dado los mejores momentos de mi vida hasta ahora mismo. Siempre ha aparecido el caballo. Por supuesto, vinculado al toro. Me ha enseñado. Me ha enseñado muchísimo de la vida. Me ha enseñado a ser paciente, a saber tolerar cosas, a entender a la gente, a través de él. Al estar tan relacionado a través de él, he aprendido mucho y muchos patos los han pagado los caballos en pro de mi aprendizaje. Me ha ayudado mucho a progresar como persona y como jinete. Todos los días progresas y todos los días aprendes. Entender a un animal que no te dice ni te habla pero con el que puedes llegar a encontrar una química, pues imagínate lo que te puede ayudar después para la vida. Yo soy un autodidacta, a base de equivocarme y empezando desde muy chiquitito.

¿Cuándo se subió por primera vez a lomos de un caballo?
Yo creo que desde que tengo uso de razón. Tengo fotos subido a un caballo con un añito y con cinco y seis corría ya como si fuese un adulto.

No llegaría ni a los estribos…
En absoluto (sonríe). Nos entendimos desde el minuto uno. Es de las grandes suertes que he tenido en mi vida. Eso te lo da Dios. Nunca sabré cómo agradecérselo. Soy un elegido por tener ese don.

¿Qué papel ha jugado su padre, el gran rejoneador Fermín Bohórquez, en su vida?
Ha sido importantísimo. Él era muy apasionado. Es una persona a la que el mundo del toro y del caballo le volvió loco. Se divirtió. Yo fui parte de su juguete. Entonces, cuando fui parte de su juguete con el toro y con el caballo me hizo engancharme y que ese juguete siga siéndolo. A día de hoy el toro, el caballo y yo no nos hemos podido separar.

¿Cómo lo retrataría?
Es difícil. Único. Irrepetible. Es además una persona muy generosa, súper positivo. Le ha dado a la vida siempre un punto de vida, sobre todo vida. Ha transmitido continuamente alegría y vida en todos los momentos. Eso es muy importante en cualquier situación y en cualquier lugar.

Me gusta mucho su foto de WhatsApp llevándolo a él a hombros en la plaza…
(Sonríe).

¿Si no hubiese sido rejoneador que hubiese sido?
No lo sé. Empecé estudiando empresariales en Madrid. Por circunstancias rejoneé… Seguramente hubiese seguido viviendo en el campo con mi afición y si no la vida me lo hubiese ido marcando, pero por la familia en la que he nacido hubiese hecho una vida propia de un joven de mi edad. No sabría decirte, la verdad.

¿Campo o ciudad?
Me encanta el campo. Me apasiona y lo necesito. Me encanta la ciudad. También me apasiona. Hay ciudades alegres, divertidas… Son necesarias. No te puedes apartar de la ciudad. Te culturiza, necesitamos estar con gente. Estar en el sitio. Necesitas estar en la ciudad para valorar tu espacio y para valorar también el campo.

¿Qué cualidades tiene que tener un caballo para ser torero?
Lo más importante del caballo es la entrega. Después hay algo que debe tener un caballo para ser torero y es que en los momentos de mayor estrés sea en el que menos tarde en llegar a su mejor momento. Son caballos que pueden tener mucho carácter pero que se pueden enfadar poco. Caballos que tienen que comprender la situación y que los tienes que llevar al toro por convencimiento más que por vencimiento. Ellos saben perfectamente qué es el miedo. Tiene que coordinarse contigo. Tienen que ser expresivos, alegres.. Lo importante es esa forma de llegar a su mejor momento rápido y que sean habilidosos. Hay caballos buenos pero que después no tienen habilidad. Hay caballos que son torpes, patosos. Lo importante es que sean habilidosos y que tengan corazón, capacidad de reacción, para que tú en un momento preciso, malo, puedas intervenir en él y el caballo llegar a su mejor momento en el menor tiempo posible. Eso es muy difícil.

¿Qué faena recuerda con más cariño?
Yo recuerdo muchas, muchas, muchas. Tengo alguna faena en Jerez inconmesurable, en El Puerto de Santa María… A mí me ha marcado mucho Madrid. La Plaza de Toros de Las Ventas ha sido la gran culpable de que yo sea rejoneador. He sido rejoneador de Madrid siempre y la mayor parte de mi carrera y de mis logros se lo debo a Madrid.

¿Algún caballo?
Un caballo clave en mi vida se llamaba Marismeño, de cuando yo era muy joven. Me enseñó a torear a caballo. Era un torero nato. Absorbía la envestida del toro. Después soñé con un caballo que fuese más poderoso, que tuviese todavía mucho más temple y me tocó. Se llamó Triunfador, que fue con el que alcancé algo que no había hecho nadie antes en el Rejoneo y una forma de torear que marcó mucho mi personalidad. Murió en el año noventa y ocho. Estuvo cuatro años en mi carrera que me marcó. Ese caballo me ayudó mucho a alcanzar mi propia forma de torear y a entender al caballo. Es muy difícil eso. Caballos buenos como toreros salen pocos y cada muchos años. Tuve la suerte de coincidir con él y que coincidiéramos los dos. Fuimos grandes porque entendimos los dos la misma forma de torear.

¿Cómo ve el mundo del toro en este momento?
Difícil y fácil al mismo tiempo. Fácil, muy fácil para ser figura, porque está todo muy igual. Difícil, porque no nos convencemos de que es lo más maravilloso del mundo.  No le damos la importancia que realmente tiene el toreo. Siempre digo que hay muchos jefes de prensa, pero se ha perdido mucho de la esencia del torero. Esa distancia que había antes. Con una mirada se comunicaba muchísimo. Yo he conocido en casa a todas las máximas figuras del toreo. Desde Luis Miguel Dominguín… todos. Desde muy pequeño. Marcaban una distancia sólo con la mirada y esa forma de comunicar no existe. Vivimos un momento en el que hay muchos toreros y muy buenos. He vivido momentos en el que todos sabían dónde estaban. Ahora parece que todos están pero no saben muy bien dónde lo están. Las piezas no saben dónde ponerse. Cuando uno y otro no sabe donde está es difícil ordenar eso. No hay una jerarquía. Este roll de papeles lleva a la confusión.

¿A quién admira de sus compañeros?
El único rejoneador que ha toreado con más rejoneadores de la historia he sido yo. He llegado a torear con mi  tío Álvaro Domecq, con Ángel Peralta, con Rafael Peralta, con Antonio Ignacio Vargas, con Javier Buendía, todos… hasta hoy día. He convivido con todos y he admirado a muchísimos. Igual que tengo un caballo imaginario, tengo un rejoneador imaginario que es en el que me quiero parecer cada día que me levanto. Una de las claves de mi carrera es que he conseguido forjar una personalidad y que he sido fiel a ese rejoneador imaginario que no tiene nombre pero es al que me quiero parecer. Es la única forma de ser diferente.

¿Si yo le digo Jerez?
Yo te digo compás, compás, en todos los sentidos. Ha sido el compás en el flamenco, me encanta el flamenco; en la forma de vivir, en la equitación… Ahí se ha creado la Real Escuela de Arte Ecuestre, gracias a mi tío Álvaro Domecq Romero que ha sido la persona más importante del caballo en la historia de España. Se han creado unos toros que nacen de Jerez, donde se han hecho las mejores faenas últimamente, por compás y por ser un toro hecho para las grandes faenas. Todo forma parte de una forma de vida. Hasta el vino… que es la parte clave para que haya compás. Es el ingrediente y espero que siga siendo así. Jerez está dentro de una provincia riquísima, desde Sanlúcar de Barrameda hasta la sierra, la marisma, toda la costa desde Tarifa a Algeciras, es única. La luz que tiene también es muy importante. La luz que tiene Cádiz es única en el mundo. Después la ciudad de Cádiz me apasiona, porque yo creo que la alegría y la gracia dan algo. Todo suma.

¿Qué le da miedo?
A mí me da miedo… Últimamente estoy poco miedoso (risas).

¿Cuál es su receta para ser feliz?
Yo creo que es querer estar feliz. Si uno está feliz, todo alrededor está feliz. No encuentro motivos para no estarlo. Gracias a Dios me lo ha dado la vida y mi profesión y cuanto más me veo más veo todo lo bueno que tengo y que me queda mucho.

¿Queda mucho en el tintero de Fermín Bohórquez?
Pasas por la vida diciendo que te retiras pero concluyo con que mi vida en sí es esta. No veo un fin de fiesta. Disfruto mucho toreando con Ángel Peralta por ejemplo, que coincidimos ayer toreando juntos en Granada, y tengo la misma química con él que con mi sobrino Santi que también es aficionado y tiene muchísimos años menos. Entonces te das cuenta que no importa la edad, importan las personas, importa la gente que te transmite.

¿Morirá con las botas puestas?
Totalmente y en todos los sentidos. En el sentido de la vida de disfrutar y de vivir y con el caballo. Ahora vivo el doble por ejemplo que son los días más largos del año y lo disfruto como algo importante.

Pues hemos terminado, maestro.
¡Pues vamos a tomarnos un gazpachito!

¡Hecho!

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