Fernando Aguado y “Paquili”: Dos artistas que triunfan en lo sacro… y lo profano.
Fernando Aguado nació en 1979. Es uno de los escultores que, desde muy joven, empezó a cautivar al público de Sevilla, tan exigente y, a veces, tan caprichoso. Estos diez últimos años han supuesto una carrera meteórica que han consolidado a Aguado como uno de los más brillantes artistas de la ciudad. Su versatilidad le ha llevado a desarrollar un abanico creativo en el que cabe, prácticamente, de todo: el diseño de las corazas de los romanos del misterio de la Sentencia, la remodelación del misterio de la Borriquita, la restauración del Cautivo de Santa Genoveva o la ejecución del Nazareno titular de San José Obrero, su primera gran obra. Aguado talla crucificados sublimes, compone misterios, diseña piezas de orfebrería y bordado, pinta carteles, es decir, un todoterreno en las artes cuyas inquietudes le han llevado, incluso, al territorio de lo profano.
Susillo, Castillo Lastrucci, Illanes, Sebastián Santos… los grandes autores de la Semana Santa y la escultura contemporánea desarrollaron en paralelo una más que interesante labor profana desconocida por el gran público.
En el caso que nos ocupa, una de las primeras obras profanas de Aguado fue la del busto del Rey Don Juan Carlos que se instaló en el Real Círculo de Labradores. Igualmente, diseñó los premios Bernardo y Antonio de Ulloa de la Confederación de Empresarios o la medalla del premio Manuel Clavero del Grupo Joly.
Sin duda, lo más interesante de esta labor artística al margen de lo sacro son los diseños de trajes de toreros. Su amistad con José Antonio Morante de la Puebla le ha llevado a esbozarle varios vestidos además de un capote de paseo que le pintó. Igualmente, toreros como José Tomás o el Juli también han llevado trajes de luces confeccionados por el sastre Fermín a partir de los dibujos de Aguado.
Francisco Carrera Iglesias “Paquili” tiene la suerte de pasear por una calle que se llama como él. El Cerro del Águila, su barrio natal, le agradeció su dedicación a la hermandad de los Dolores rotulando una de las principales vías con su nombre. Fue el hermano mayor de la cofradía en el momento en el que el Cardenal Amigo Vallejo depositó sobre las sienes de la dolorosa la presea de la Coronación Canónica. Ni en los mejores sueños los vecinos de aquel barrio obrero y humilde hubieran imaginado aquella escena conseguida, en parte, por el tesón de este bordador que comenzó a vestir a la “Virgen del Cerro” desde que era un niño. De su imaginación y sus manos salió el palio y manto de la dolorosa, además del ajuar de la Virgen y el juego de insignias de la cofradía. Su taller, ubicado junto a la Parroquia de San Isidoro, ha visto salir el nuevo palio de la Virgen del Rocío del Beso de Judas o la toca de los rombos que recuperó a la Macarena de las viejas postales.
“Paquili” es un hombre inquieto, despierto, al que le ha gustado experimentar y llevar la creatividad a nuevos horizontes, más allá de los puramente convencionales. Desde 1980 había elaborado algunos diseños para los trajes de novia de Victorio & Lucchino lo que le permitió adentrarse en el mundo de la moda y llevar a éste ámbito todas las técnicas tradicionales de la artesanía del bordado sevillano. Eso llamó la atención de firmas como Loewe , que le demandó, sobre todo, trabajos de cristal y pedrería. De esta manera, a sus clientes habituales como son las hermandades se fueron sumando diseñadores tales como Del Pozo Internacional, Loewe, Colour Nude, Gastón y Daniela o Joseph Font. De hecho, el taller de «Paquili» viene trabajando en los últimos años por potenciar internacionalmente la artesanía sevillana, lo que le ha llevado a, incluso, proyectar sus obras en ciudades como Nueva York, Paris o Lisboa.