10 Nov, 2015 | Blog

La vida no deja de sorprenderme y de encandilarme con todo lo que me pone por delante. Le escribo estas líneas a la altura de Caracas,aún sobre el continente americano. Delante de mí una pantalla me indica un recorrido a través de una línea roja imaginaria a 11.500 metros de altitud que me llevará volando más de once horas desde la costa del Pacífico a Madrid. ¿No le parece maravilloso? Yo lo encuentro imponente desde luego. En sólo unas horas. Sigo alucinando con el desafío a la gravedad de estos pájaros gigantes construidos por los humanos que son los aviones. Mi primer viaje al Perú viene de la mano de mis amigos José Víctor Rodríguez Caro y José Luis Medina del Corral, Victorio y Lucchino en los papeles. Me han llevado al país de los incas para dirigirles la Comunicación durante la Lima Fashion Week (LIFWeek) en la que han sido los invitados internacionales de honor de esta edición. Por cierto, agradecer a los medios peruanos la manera en la que se han volcado con los diseñadores andaluces.

Poco conocía de esta antigua colonia española más que el sabor del pisco sour. Lo había tomado en un par de recepciones en el Consulado del Perú en Sevilla algunos veranos seguidos, con motivo del Día de la Independencia que sucedió en los arranques del siglo XIX, invitado por el atento cónsul general Óscar Barrenechea. La grandiosidad de la raza humana es su diversidad y su similitud a la sazón común para todos los pueblos del mundo. El color, el acento, el idioma, las culturas, el folclore, las tradiciones, la gastronomía o el clima nos condiciona pero lo que es universal es lo que mueve el mundo y lo que lo hace maravilloso: el amor, la pasión, los sentimientos. Al llegar a Lima no sabía que me volvería con mi saco vital cargado con una experiencia única, unas personas geniales en mi corazón y unas imágenes grabadas a fuego por siempre en mis retinas. Al llegar conocimos a un gran profesional, Carlos Andrés Luna, Cal para los amigos. Él y Efraín Salas son los organizadores de la LIFWEEK. Cal es una de esas personas que no abandona la sonrisa jamás ni en tensión y que no conoce el no por respuesta. Junto a él, otra de las protagonista de este relato corto real, Ana Muñoz. Amiga y ayudante de Cal que no se despegó de la expedición sevillana sin otro cometido que hacernos sentir todo el tiempo cómodos. Una segunda de abordo ideal para que nos trajésemos el sabor dulce que llevamos de vuelta a la Sevilla de mis amores.

Nada más llegar y soltar las once maletas, once, con las que viajábamos con nuestros equipajes y la colección de los modistos sevillanos y desayunar como si no hubiese un mañana, hicimos una sesión de fotos en una de las casas que quedan de la Lima antigua colonial. Casa Moreira es de un blanco maravilloso con huerto propio y una pulcritud arquitectónica que nos recuerda lo bien que se hacían las cosas antes en arquitectura con de una belleza indiscutible. Actualmente es el restaurante Astrid & Gastón. En este templo gastronómico cenamos una de las noches. Ya lo conocía por el restaurante que tienen en Madrid en la Castellana, prohibitivo en precios pero de exquisita carta. Siempre he ido invitado por algún amigo… Se me suele ocurrir ir cuando sé que no seré yo el que saque la cartera para lidiar esa faena, por aquello del saber de Andalucía y mis limitaciones financieras. Debo decirle que la gastronomía peruana puede estar sin duda a la cabeza mundial de los más reconocidos fogones. Basada en una rica materia prima, la tratan con una base sanísima de recetas de gran sabor donde el pique tiene su papel protagonista. El ceviche me ha conquistado. Tan simple como un pescado macerado con limón verde, cilantro, cebollita y maíz crudo al que llaman cancha básicamente y con el punto decisivo del ajín que espero encontrar en El Corte Inglés para jugar a ser cocinero en mi casa cuando quiera quedar de sofisticado delante de mis amigos. Suelen tomarlo los días de sol en las cevicherías y en el almuerzo, ni en casa ni de noche. El pisco sour es el aperitivo mayor del antiguo virreinato aunque no le digo cómo sienta el chilcano (pisco, ginger ale, amargo de angostura, zumo limón) o la cerveza helada cusqueña hecha artesanalmente. Maravilla líquida. Los peruanos cuidan una cocina tremendamente laboriosa de una sofisticación bárbara.

Nuestra bienvenida fue por todo lo alto y en la Hacienda de los Ficus. Lazos de colores por miles se entrelazaban convirtiéndose en toldos multicolores de unas estaciones con bufé de película de salados y dulces. Los camareros más educados del mundo posiblemente estaban en la fiesta de bienvenida. La coctelería me hizo olvidar el jet lag y la música del animado grupo de jazz nos lanzó aún con la paliza del viaje a tirarnos a la pista con nuestros nuevos amigos limeños. La sociedad limeña es de un gusto exquisito, gentiles en el trato y de una apertura fascinante con todo el forastero que le visita. Personas amables, generosas en actitud, también en halagos , y divertidas, muy marchosas. Molinos de papel de colorines, mezcla de sillas, de estilos y colores, batallón de flores por todas las mesas y rincones, una mesa de dulces de cine y muchos invitados interesantes, de marcado carácter internacional, fue nuestro entrante en la ciudad de Lima. Allí conversé con el panameño criado en Nueva York Preston Bailey, conocido coordinador de eventos con celebrities internacionales. Allí estaba tras sus originales gafas la pastelera más famosa de Nueva York, con un look genial, Silvia Weinstock. En la edición de Perú de HOLA le dedicaban esta semana un amplio reportaje. Me llamó la atención desde nuestra llegada y presente en cada cóctel al que hemos asistido la importancia que tienen los medios de vida social en la sociedad peruana. En una semana corta me han hecho más fotos que en toda mi vida. Lima toma el pulso a diario con sus páginas de vida social.

Entre entrevistas de los más importantes medios de comunicación peruanos a José Víctor y José Luis hacíamos turismo. Me llena de orgullo saber la gran admiración y respeto que tienen los peruanos por los diseñadores Victorio & Lucchino. Tiene su lógica tras treinta años de prolífica carrera y presentes con más de cuarenta líneas de negocio en más de veinte países. Quizás en España tendríamos que ser más conscientes del nivel humano que tenemos a dos calles de donde vivimos. Nuestro tiempo entre entrevistas se nos fugó conociendo una ciudad maravillosa cargada de historia. Conocí por encima la Lima del afamado y burgués barrio de Miraflores, de la playa, la zona de negocios moderna o la más humilde de gentes sencillas. Me quedo con lo que queda de la Lima decimonónica. La Catedral me impresionó, con la capilla donde reposan los restos del conquistador español Francisco Pizarro, el crucificado de Martínez Montañés, la sacristía con recuerdos de papas y obispos, nacimientos cusqueños o vírgenes dolorosas vestidas a la española. Preciosa la Casa del Obispo donde tienen lugar las recepciones del pastor de la Iglesia de Lima, junto al espectacular Palacio del Gobierno del Perú. Las balconadas de madera maciza de la Plaza de Armas, las palmeras rozando el cielo, los limpiabotas de sus esquinas o el Gran Hotel Bolívar con un tono decadente que me hizo viajar en el tiempo a un Perú esplendoroso y fuerte. Allí tomamos el aperitivo con unas aceitunas que nos persiguieron en todos nuestros recesos con un color morado acharolado que entraba con tanta fuerza por los ojos como por el paladar.

No olvido la magia de la cripta de Santa Rosa de Lima, Patrona de América Latina. Allí depositamos nuestras peticiones escritas en papel con un recogimiento y un magnetismo que se palpaba en el aire. Ese es uno de esos momentos que sé que me acompañarán hasta el final de mi vida. Viajar con José Víctor y José Luis es un gusto en este sentido porque comparten conmigo una gran fe y sensibilidad por la vida de los santos que entregaron su existir a Dios. Algo que no se sabe de ellos es que tienen por tradición desde sus comienzos colgar en la salida a la pasarela una especie de altar con estampas de imágenes y santos, en las que se encuentran la Macarena o Santa Ángela de la Cruz, para que todo salga como siempre, es decir mejor que nunca. Al recorrer la galería porticada del convento dominico de Santo Domingo imaginábamos pisando esas mismas piedras a la muy bella Santa Rosa, a Fray Escoba o a San Martí, todos ellos allí enterrados y de gran culto. La galería como todo el convento está abrazado por una extraordinaria azulejaría del siglo XVI sevillana, posiblemente la más bonita que he visto jamás. Me dio un vuelco el corazón cuando entre tanto azulejo pintados a mano en mi ciudad y musa de hace tantos siglos encuentro uno en el que rezaba el nombre de Sevilla… ¡Ay, Sevilla! Tan bello, tan lejos y tan nuestro.

La historia de San Martí y su cesto del que no cesaba de salir pan para los pobres de entre los pobres por encima de sus lógicas dimensiones o los milagros del santo negrito Martín de Porres aportaron la parte mística del viaje. La guinda a la visita la ponía mi amiga y compañera en este viaje Esther Álvarez-Ossorio, del equipo de Victorio & Lucchino, en el que lleva peleando sus colores desde hace  la friolera de veintisiete años. Al salir me regaló un rosario de la Santa más guapa de la corte celestial y una estampa de Fray Escoba que custodiaré muy cerquita de mí para implorar mi protección y la de los míos. La expedición V&L la completaba Lidia González, encargada de la parte que no se ve de la pasarela. Humilde de condición y grande de corazón.

Volviendo a la tierra me encantó la visita al Museo de Mario Testino, considerado uno de los mejores fotógrafos del mundo y de todos los tiempos. La selección de la obra del peruano daban buena cuenta de ello. Su visión a la hora de ver el arte en lo cotidiano o en lo pasajero, en lo fugaz, en lo improvisado, lo hacen un privilegiado de Dios. Me quedo con la última sesión de fotos a Diana de Gales meses antes de morir trágicamente. Las fotos tienen una fuerza brutal y sobre cogedora que llega a emocionar. Las de la colección denominada «Alta Moda», reflejando de manera soberbia el folclore y el color de los cusqueños o la superioridad y fragilidad de Kate Moss, su musa fetiche, me parecieron impresionantes, impresionantes. Agradabilísimo el té en la galería colonial del MaTe que es como se llama el museo del fotógrafo de fotógrafos.

La Guaca es uno de los puntos claves de nuestro viaje al margen del programa oficial en torno a la LIFWEEK. Se trata del complejo de pirámides preincas que aún se conservan en pie en la capital del Perú junto al que se encuentra un restaurante . En él definitivamente nos rendimos a los pies de unos platos difícilmente superables. El paiche de la Amazonía peruana fue mi plato principal el segundo día y el ceviche mi favorito del primero. Unos importantes vinos argentinos regaban nuestras gargantas secas de tanto trasiego turístico y mediático. Amabilísimos los camareros de este y de todos los restaurantes y cafés donde hicimos parada técnica. Para tomar nota también. Admirable. El mercado inca y su fantástica alpaca nos encantó. La alpaca del Perú es fantástica. Todos traemos de vuelta algún abrigo, blazer o mantas y gorros de baby alpaca.

El rosario de platós, sets, entrevistas, fitting, ensayos y encuentros de blogueros fue llevándonos poco a poco al gran día. Los mejores embajadores de Sevilla en el mundo, Victorio & Lucchino, presentaban su colección 2014/2015 con una treintena de vestidos de prêt-à-porter y doce vestidos «best seller» de novias elegidos de toda su carrera. El broche llegó con uno con el clásico corte de caracola, especialidad de la Casa de Costura. No era el primer desfile de los sevillanos al que asistía pero sí en el que iba trabajando. Nervios de backstage, modelos semidesnudas, arreglos de costureras, ensayos, peluquerías, maquillajes, burros rebozando de vestidos de un lado a otro, fotos y más fotos, besos y más besos, cafés, rotación de salidas y pitillos express para comentar las jugadas. Toda una orquesta puesta en marcha para veinte minutos largos que se esfumaron como los sueños con la llegada de cada mañana. Al sentarme en el front row sentía que aquella película tenía algo de mí. Al concluir mi aplauso no salía de mis manos, sino de mi corazón. Es mucho el trabajo, el mimo, la pasión, las personas y la dedicación que hay detrás de esa fantasía de veinte minutos largos. Muy emotivas las palabras dedicas por el embajador de España en el Perú a nuestros sevillanos internacionales.

Tras este nos sumergimos de nuevo en la sociedad limeña donde nos encontramos a no pocos españoles residentes en Lima en busca de nuevas oportunidades de negocio y de vida. Me dio mucha alegría encontrarme con el sevillano y reputado galerista de Arte Pepe Cobo. A Pepe que ya lo conocen en los círculos limeños cariñosamente como el rey del Perú conserva intacto su clasicismo en el vestir, su señorío en las formas y su gracia de cuna de la ciudad que lo vio nacer. Con el me bebí algunas copas de burbujas lidiando entre fotos y fotos de todos los medios sociales empleados en descargar toda su artillería en medio de la noche galante. El cóctel ofrecido por la revista HOLA Perú estuvo fantástico y servido en abundancia. Conocí a una sociedad local interesante que engrosaría mi agenda y que recibe con los brazos abiertos a todo forastero.

Como todo lo bueno se acaba, a menos de cinco horas de coger el avión con el que volveríamos a nuestro punto de partida y final, nos despedimos de una gente maravillosa a la que en muy pocos días pero muy intensos le he cogido un enorme cariño y que tiene en mi a un amigo, deseando recibirles de la misma forma en nuestros dominios. Lidia González, asistente de José Víctor y José Luis duerme y Esther escucha música, en concreto a Rocío Jurado con las geniales letras de Manuel Alejandro. Yo intentaré descansar lo que queda de trayecto.

 

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