22 Jul, 2015 | Blog

Nadie duda en considerarlo, junto al desaparecido Don Alfonso de Hohenlohe, el impulsor de la ciudad de Marbella en el panorama internacional. A pesar de haber vivido siendo un niño el asesinato de su padre, asegura que la vida ha sido muy generosa con él, ya que le ha sonreído en todas sus facetas. Profundamente creyente, el Conde Rudy es un trabajador incansable y ha mantenido intacta su ilusión como hostelero y su gran categoría humana recibida en el nacimiento. Conocer la historia del Marbella Club de su mano es una de las experiencias con más encanto que he vivido en estos casi ocho años de Escaparate. El Conde Rudy es el mejor embajador de Marbella en activo.

¿Por qué Marbella? ¿Cuándo empezó su historia de amor con esta ciudad?

Marbella es un sitio interesantísimo, muy favorecido por la naturaleza y por Dios. Es como el Paraíso, como el origen. Aquí no sólo el clima es extraordinario, rodeado de mar, montaña…con un microclima muy particular, sino que además tiene un Pueblo maravilloso, son una gente muy especial, muy serviciales. Un lugar donde se ha visto pasar a muchos personajes y pasajes históricos, bélicos y pacíficos. Una ciudadanía muy curtida a lo largo de siglos. A nosotros nos ayudaron muchísimo a levantar este club. La gente de Marbella trabaja muy con el corazón. No son serviles, sino serviciales y muy señoriales. Marbella es un conjunto de muchas bellezas. Yo llegué en diciembre de 1956 y desde entonces estoy enamorado de este lugar al igual que el Príncipe Alfonso de Hohenlohe diez años antes y ese amor hemos conseguido transmitírselo a todos los clientes del Marbella Club. Hemos conseguido conectar todos. Marbella es un sitio que me calló por suerte, por Dios, por el destino o no sé por qué. El caso es que vine para dos años para organizar este hotel y me quedé cincuenta y dos años. Por eso me da pena que se hable tanto negativo de Marbella. Tiene muchas cosas positivas y en una gran minoría, como todos los sitios, su parte negra. Seguro que es envidia. Quizás también sea celo económico porque Marbella por su atractivo y por lo mucho que hemos luchado, no todo ha caído del Cielo, hemos logrado bastante. Nunca me he acostado antes de la una y media de la madrugada y nunca me he levantado más tarde de las siete…Si no fuese por una hora de siesta que aprendí muy bien de mi nueva Patria adoptiva no podría sobrevivir tantos años… (sonríe). Aquí hemos valorado mucho el trato exquisito con el cliente

¿Quién ha sido el Príncipe Don Alfonso de Hohenlohe?

El fue el gran motor que continuamente generaba nuevas ideas, diseñaba nuevos proyectos, y luego lo dejaba en mis manos para que las ejecutara. Buscaba nuevos clientes, viajando mucho y hablando siempre de Marbella porque realmente estaba enamorado de esta tierra y cuando se está enamorado se habla de ello fácilmente. Hablaba de esto con tanto entusiasmo que conquisto a todos. Cuando empezó el Marbella Club era un hotelito rústico con apenas veinte habitaciones y al llegar los clientes imaginaban poco menos que era el Taj Mahal. El secreto era que poseía todo el confort y todo el lujo invisible que parece que no se ve pero que se siente. Fue una gran labor del Príncipe Alfonso y mía transmitir este concepto.

En la época dorada de Marbella desfilaron personalidades de la élite internacional como los Mónaco, los Windsor… ¿Qué personajes de los que ha conocido le han impactado más?

Hay muchos porque cada uno me ha marcado con su modo de ser. El puro hecho de tener en nuestro humilde hotel a unas personalidades internacionales que nos consideran lo mejor del mundo ya es suficiente para quedar marcado por todos y cada uno de ellos.  Es maravilloso sentirte respetado por ellos y casi necesitado para ellos. Me acuerdo de la primera visita de los Duques de Windsor, fue muy impresionante. Imagínate a alguien que fue Rey de Inglaterra, que abandonó el trono por amor a una mujer, que fue además de gran estilo…Cuando pasaban por el restaurante los clientes ingleses se levantaban y ellos, en cambio, querían ser tratados como unos clientes más. Se sentaban en un rincón y nunca quisieron un comedor aparte. Como siempre digo, todos los reyes son como el resto de clientes y todos los clientes son como reyes. El Duque de Windsor me impresionó por tener una formación grandísima, como para llevar un Imperio Británico, estaba perdido en una vida civil, digamos de poca importancia. Me impactó conocer a Henry Ford, a los navieros Onassis, que nunca dormía aquí, sino que se quedaba en el barco, los Niarcos…Personalidades como el Rey Umberto de Italia, los Reyes de Mónaco…Tenerlos sentados como tú y yo ahora mismo y sentir que me querían mucho y querían a María Luisa, mi mujer, porque era familia de muchos de ellos, era maravilloso.

¿Puede contarme alguna anécdota de las que no olvidará jamás con esa vida tan prolífica rodeada de los grandes y de glamour?

Una muy divertida con los Duques de Windsor. En nuestras cenas los señores se arreglaban pero nunca con corbata y las señoras pero sin muchos excesos. El Duque de Windsor no gustaba ir sin corbata porque estaba acostumbrado tanto en el frío del Norte como el calor del Sur de África o India a llevarla. Siempre con corbata bien apretada. Entonces yo me acerqué a la Duquesa y les dije que era para nosotros un placer que nos acompañaran en la gala de esa noche y me dijo que “con mucho gusto, pero tengo que hablar con el Duque, porque aunque me divierte la idea quiero consultarle”.  Me preguntó que cómo había que ir vestido y les dije que como quisieran y me dijo que si podía venir el Duque con corbata. Yo le dije que viniese como quisiera aunque aquí íbamos con guayaberas o con chaquetas sin corbatas. Lo importante es que se sintieran a gusto. Por la noche cuando llegaron los Duques a la cena, llegó el Duque sin corbata, y como se había corrido la voz que los Duques de Windsor iban a la cena todos los invitados llevaban corbata. La Duquesa extrañada me preguntó que qué pasaba con lo que yo le había dicho por la tarde y le dije que suponía que era por su presencia. El Duque se volvió a su bungalow a ponérsela como quiso desde el principio y al volver, como se dieron cuenta los invitados que él iba sin corbata, por respeto a su figura todos se la quitaron. Al volver el Duque era el único que llevaba la corbata. Entonces el Duque tan genial, se quitó su corbata y la tiró a la piscina. Se ganó todos los corazones de los invitados.

 

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