Desde 1595 hasta nuestros días, la Macarena ha vertebrado la devoción de un humilde barrio de hortelanos que convirtió su fe en universal. Un emblema de la ciudad que revolucionó, de la mano de los grandes artistas de cada época, la forma de entender la piedad popular y la Semana Santa. La Macarena celebra sus 425 años en este 2020. Una parroquia intramuros que miraba a la huerta tras la muralla. La Sevilla del siglo XVII vivía embelesada en su gran edad de oro como puerto de las Indias. Una ciudad que vivió el florecimiento de sus grandes hermandades formada por gremios que buscaban así agruparse para dar culto a sus devociones. En aquel lugar al norte de la urbe, los hortelanos dieron vida y oficializaron el germen de lo que hoy es la Hermandad de la Macarena; una corporación que hoy supera los 15.000 hermanos, pone en la calle más de 3.500 nazarenos y es punta de lanza devocional en todo el territorio nacional.
Partiendo de los inicios, los historiadores apuntan que fray Hernando de la Cruz había intervenido activamente en la fundación de varios establecimientos de la Orden en Andalucía. Siguiendo las orientaciones de su Orden buscaba la atención caritativo en los hospitales de entonces. Por ello, para hacerla más eficaz trata de fundar o atraer a alguna hermandad hacia el nuevo Hospital de las Cinco Llagas o de la Sangre (ahora Parlamento de Andalucía), enclavado en uno de los sectores, el norte, más humildes de la Sevilla del Quinientos. Tras ciertas oposiciones en las autoridades, los archivos de la corporación señalan que «de todo este proceso resultaría que, oponiéndose los administradores del Hospital al establecimiento de una nueva cofradía en el edificio, se decidiera Hernando de la Cruz a fundar en el mismo Colegio de San Basilio Magno una Hermandad que basaría su Regla prácticamente en la de la Orden, y que recibiría el título de Cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza y Hermandad de Penitencia».
Las reglas se aprobaron el 23 de noviembre de 1595, el mismo día de solicitarse la licencia de erección de la hermandad, junto con un informe elaborado por fray Hernando, que afirmaba: «uisto he esta regla y capítulos della por mandado del señor prouisor y me parecen son buenos y que con la guarda dellos se seruira munho nro señor dios…». Don Iñigo de Lesiñana, canónigo, provisor y vicario general del Arzobispado, aprobaría al día siguiente la fundación y reglas de la hermandad, que seguirían, en esencia, la de los monjes basilios, encaminada a la caridad con los pobres y enfermos y al cultivo del alma a través de ejercicios espirituales y práctica de la penitencia. Nacía así la Hermandad de la Virgen de la Esperanza.
Apuntes históricos de los años posteriores hasta principios del siglo XX
Pasaron los años y las décadas. En 1615 no consiguió, por impedimenteo de la autoridad eclesiástica, el privilegio de poder salir en la mañana del Viernes Santo «para siempre jamás a hacer estación a la Santa Iglesia Mayor de esta ciudad como las demás cofradías de la Semana Santa»; hecho que sí logró definitvamente en 1624. En 1653 ya se traslada a San Gil, donde recibió culto durante tres siglos. En 1654 se incorpora el nuevo titular: El Señor de la Sentencia. En 1659 se proyecta la nueva capilla en la parroquia, finalizándose en 1691. En 1788 sufre las consecuencias de las normas impuestas por Carlos III a todas las cofradías y esta quedó «extinguida» por carecer de Autorización Real. Los archivos señalan que «mientras se solicitaba y conseguía este requisito -que había que pedirlo por conducto de la Audiencia- se le adelantó la Hermandad de Gloria o Congregación del Rosario» para poder conseguir ese documento. Después «se presentaron grandes inconvenientes para que la cofradía de penitencia fuese aprobada por el Consejo Supremo de Castilla. Al fin, la de la Sentencia pudo conseguir que se le autorizase a subsistir, con la condición expresa de su unión con la del Rosario», quedando fusionada con la de gloria. A mediados del siglo XIX la hermandad quedó aletargada hasta el punto de no tener actividad entre 1854 y 1855. Pero, el 31 de Marzo de 1870, un hecho cambiaría el rumbo de esta corporación: Juan Manuel Rodríguez Ojeda es recibido como hermano y llegaría para revolucionar una cofradía que cambiaría al completo durante las próximas décadas, gracias al mecenazgo de grandes artistas y personajes relevantes de la época.
El gran siglo XX
Llegaba el siglo XX y con él el gran momento de la Macarena. Reyes, toreros, folclóricas o políticos. Todos quisieron acercarse a esta hermandad que marcaba el rumbo de la estética y la devoción en la Sevilla de entonces. Rodríguez Ojeda como hermano mayor y vestidor señala este nuevo gusto por el vestir de la Esperanza. Se bordan las grandes obras como el manto camaronero, se construye una identidad que es imitada por todos. Fruto de la devoción que despertaba, el 27 de mayo de 1923 se dedicó el Arco de la Macarena a la Virgen de la Esperanza, en 1925 se hace el primer besamanos a la dolorosa. Las crónicas señalan que «todo el barrio de la Macarena desfiló para besar la mano de la Virgen, desarrollándose casos de verdadero entusiasmo y cariño difíciles de enumerar. Se calcula pasaron más de diez mil personas, siendo la nota simpática el hecho de encontrarse mezcladas una amplia gama de las clases sociales, desde S.A.R. Doña Esperanza de Borbón hasta la más humilde y pobre del barrio de la Macarena». Una historia que continúa hasta nuestros días y que muestra la grandeza de una devoción que reside en la Basílica que está junto a San Gil, aquella donde dice su veleta más alta: «Aquí está la Esperanza».
Joselito el Gallo y los toros
Pero toda esta historia de los últimos 125 años no se entendería sin una figura fundamental: la de José Gómez Ortega «El Rey de los Toreros». Gallito no se entendería sin la Macarena y la Macarena no se entendería sin Gallito. Una historia indisoluble que culminó en aquel mayo de 1920 con la Virgen de la Esperanza vestida de luto por su muerte, dejando una estampa imborrable y universal para la historia de la ciudad.
Su unión con Rodríguez Ojeda permitió que la Macarena desarrollara algunos de sus grandes proyectos entre 1915 y 1920, cuando el torero formó parte de su Junta de Gobierno. Junto a Gallito, también han sido hermanos de la Macarena; su sobrino, el también matador de toros Rafael Gómez «Gallito», que portó la Cruz de Guía de la cofradía; el cuñado de Joselito o Ignacio Sánchez Mejías, quien además donó un vestido con el que se le hizo una saya. Desde Pepín y Rafael Martín Vázquez hasta el que fuera extraordinario subalterno Andrés Luque Gago. Desde Julio Aparicio hasta Eduardo Dávila Miura, actualmente en la Junta de Gobierno. Familias como los Pablo Romero y Miura también han forjado su leyenda con la Macarena entre sus rezos.
Donaciones y regalos constantes a la Virgen. Su destino en la historia acabó ligado con todo un símbolo: el regalo de las mariquillas a la Macarena. Una joya parisina que se convertiría en una de las piezas más emblemáticas de la Semana Santa de Sevilla y que forman parte del icono de esta imagen de devoción universal que tendrá su gran homenaje cien años después de su muerte.
Esta hermandad, ligada históricamente a los toros, inaugurará el próximo mes de noviembre un monumento en su honor frente a la Basílica.