Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
Un mes más me pongo ante este atril empapelado para soltar parte de mi pensamiento a bocajarro. No crea que siempre empiezo sabiendo como acabaré. Normalmente o siempre me dejo deslizar por lo que se me pasa por la cabeza y por mi alma, sin filtros. En todo caso pendiente de las formas. De hecho, hace tiempo que no me hago caso. Es más, hace tiempo decidí que en este verano al que damos carpetazo me dejaría llevar. No me planearía ni a mí. Nuestras mentes también necesitan un cartel de cerrado por vacaciones. Aunque no lo haya logrado en su plenitud me he dedicado a dejarme impresionar por los estímulos de un verano que ha dado para todo. Por un lado, he vivido un verano de siempre, de tardes fundidas con la noche en el lugar de siempre, de charlas desde la cama con mis hermanos, de ir a los tabernas de siempre, de los olores de mi infancia, con los niños de mi niñez. Por otro lado, también he tenido la suerte de visitar lugares inéditos, con caras nuevas de quienes he podido conocer, sin más premeditación que el gusto por disfrutar de lo maravillosa que puede llegar a ser la vida. Lo que saco en conclusión es que mi actitud ha sido fundamental para que el del 2017 haya sido un verano inolvidable. La actitud se postula esencial para nuestro fondo de armario vital. La actitud ha sido y es esencial. Vuelvo a mi ciudad y musa sintiendo como si fuese la primera vez la misma alegría al ir a desayunar a mi cafetería favorita, a mi barbero y psicólogo de siempre, a mi Hermandad, a mi aperitivo de costumbre, por ver a mis amigos de siempre, a mi ritual no escrito diario que hacen que mi vida sea más agradable en la rutina nada rutinaria. Buscamos la felicidad en la consecución de los grandes retos que nos motivan a pelear y es muy loable tenerlos en mente, pero no debemos perder de vista que en lo cotidiano es donde encontramos la zona de confort para nuestra alma. Empezamos un nuevo curso, porque septiembre es realmente el comienzo del año, y debemos proponernos nuevas metas, pero sobre todas las cosas hacernos la vida más amable entre todos. Si nos lo proponemos está hecho, sellado y firmado. No me haga caso si quiere y espere al segundo tiempo de su vida pero yo le invito a subirse al carro de los disfrutones para llevar con más serenidad esta jungla que nos tenemos montada los humanos. Una competición vital de la que nadie nos avisó siendo unos niños cuando pensábamos que solo triunfarían los valores. No es mal momento para tomar rabitos de pasas y tener memoria. Memoria para cuidar a quienes de una u otra manera nos cuidan y alimentar esos sentimientos, esas actitudes, sea con una llamada, una cerveza y un ratito para escuchar a tiempo con un café. Debemos ser sensibles para identificar a quienes sin pretenderlo nos hacen pensar que vivimos en un mundo en el que aun no está todo perdido, como la señora del kiosco cuando nos sonríe dándonos la vuelta o cuando nuestra vecina nos dice que le encanta nuestro perfume. Seamos agradecidos con los pequeños gestos, mantengamos la curiosidad por conocer, no lo sepamos todo, por amor de Dios, porque además es mentira. Dijo una vez Curro Romero, con su saber popular pero de solera que ni Jerez entero, que engañar está feo pero que engañarse a uno mismo era ya de idiota. No nos engañemos. No creo que nos debamos empeñar en depositar la felicidad en esas grandes metas inconclusas que siempre estarán por culminar. Alejados del derrotismo, vestidos de positividad, con los ojos abiertos de par en par para dejarnos sorprender de lo cotidiano. Disfrute del olor a café que salen por las mañanas de los bares camino de su trabajo, del comentario de la señora de la mesa de al lado, del fresco de la primera mañana al salir del portal, de ver que hace un día estupendo o si llueve por lo bien que le viene al campo. Goce del pregón del cuponero, mientras de reojo no deja un detalle escapar, porque son los controladores de nuestras calles. Atentos al pique simpático futbolero del camarero de su tasca de cabecera con su compañero mientras despacha. Disfrute de lo diario. En este punto me acuerdo de un amigo mío, al que considero razonablemente feliz. Cuando estamos en un momento agradable, sin más lujo que una cerveza helada a mediodía, con el sol en todo lo alto siempre dice: Si nosotros vivimos como vivimos, ¿cómo vivirán los que viven mejor que nosotros? Disfrute desde este mismo instante con todo lo que tiene, porque la vida es hoy, no es sólo los días señalados. Vivamos en presente y no en borradores para reservarnos para los días grandes. Estrene hoy. Haga esa llamada o mande ese mensaje hoy. Se pueden tener resultados o excusas, nunca las dos cosas. Huyamos del derrotismo, del relamido de las heridas que todos tenemos, que son medallas, del auto contemplarnos demasiado, buscando problemas donde no los hay. Son algunas claves para ser felices sin ser unos eruditos en todo, los primeros de la clase, del trabajo, los líderes de la manada. La vida es otra cosa. La vida es dar lo mejor de nosotros, porque cuanto más damos más recibimos; y recibir con cierta ingenuidad, sorprendidos, sin venir de vuelta de nada. Busquemos, sin forzar nada, ser felices haciendo la vida más agradable a quienes se cruzan con nosotros por el camino de la vida, porque la vida es caminar.