1 Jun, 2020 | cartas del director

Mario Niebla del Toro Carrión.

Director de la Revista Escaparate        

“Vivimos un tiempo idóneo para madurar hacia dónde queremos seguir peregrinando en el sentido de nuestra vida”

Que ni en nuestros peores sueños nada nos hacía presagiar esta primavera tan rara que nos ha tocado vivir no es algo que deba argumentar en demasía. Pasó con pena y con gloria la Semana Santa, pero más pura y auténtica que jamás habíamos soñado. No me tome por loco. Vivimos la pasada Cuaresma, sin anuncio a lo Ramadán en el telediario, qué más da al fin y al cabo, porque lo hicimos acudiendo a la Palabra, a la esencia que hay detrás de la parafernalia devocional que a tantos de tantos lugares del mundo nos encandila. Hemos vivido las vísperas virtuales con mucha fe y de nuevo se ha dado testimonio público y notorio de los cimientos religiosos que, pese a algunos sin sentido o por desconocimiento interesado, sustenta nuestra sociedad, mayoritariamente católica. Pasamos de lo divino a lo mundano en tan sólo diez días y vivimos un pescaíto con pudor en un luto no reconocido en la oficialidad de Moncloa hasta el colmo que hizo el brazo torcer de quienes nos gobiernan en este momento. Lo hicimos en familia, brindando por la vida y alzando nuestras copas al cielo de los que cayeron en este tremendo episodio sanitario, político y social que nos atiza con dureza. Vuelta a lo religioso en una tierra que no se entiende hoy sin la figura de María, los rocieros hemos vivido un Camino de luz y de verdad, de fe y de amor a la Madre de Dios en su preciosa advocación del Rocío, Reina de Andalucía. Las plegarias, los gestos y la actividad demoledora de nuestras hermandades han caído como un chaparrón de confianza y de fortaleza en nuestros corazones que se concentra en el rostro de la Reina de Pentecostés. ¿Quién dice que este año no ha habido Rocío? No ha dejado de haberlo ni un sólo minuto de hecho y más que nunca de derecho a tenerlo cuando más falta hacía. No le voy a negar que el paisaje deja mucho que desear pero, como estoy aquí para darle mi lectura de la media botella llena de la vida, le digo seguro en mi piel que somos unos privilegiados. Unos elegidos por haber nacido o habernos hecho rocieros. Los rocieros son unos elegidos de la Virgen. La Virgen no está para solucionar nuestros problemas, sino para acompañarnos en ellos por los caminos de la vida para poder soportarlos y superarlos. Los hijos de la Reina de Almonte tenemos el bastón más férreo al que agarrarnos cuando tras mil tropiezos llega la que aparenta ser caída definitiva. Este año a quien le diga que no ha habido Rocío dígale de mi parte que miente como un bellaco, porque es demostrable, contable y calificable, el aluvión de mensajes de amor y de verdad, publicaciones, cultos internos, en la soledad de nuestras almohadas, y públicos; gracias a las nuevas formas de comunicar que tenemos a nuestro alcance. Este año hemos ido al Rocío todos, sin costo, ni carretas, ni cohetes, ni carriolas, ni caballos, mulos o bueyes, sin palmas, ni guitarras, ni noches estrelladas, sin toques de tamboriles al alba, sin llenar nuestros botos de polvo, sin el cansancio del Camino, con su calor añadido y sus tantas incomodidades que nos parecería a esta hora una verdadera delicia sentir. Volveremos en la fase que la Virgen provea para esta tierra de María a hacer caminos, peregrinaciones, traslados, volverán siete años y otros siete, procesiones, cultos, marchas, caudal de oraciones a la vaquera; pontificales, novenas, triduos o quinarios con más ganas, como siempre, mejor que nunca, pero lo que nunca podrá nadie negarnos es que en este año 2020 hemos tenido Rocío, de la forma más ortodoxa que se puede tener, el Rocío de la Virgen. Unos días en los que todos hemos vivido un camino hacia lo esencial de nuestra propia existencia. Vivimos un tiempo idóneo para madurar hacia dónde queremos seguir peregrinando en el sentido de nuestra vida. Sólo Ella. Sólo Ella en el centro de todo. El Rocío es la Virgen. Siempre lo entendí así y ahora más que nunca hago bandera de esa máxima. Al final y en origen es Ella, el refugio del peregrino en esta selva, la respuesta a las dudas, el amanecer de nuestras vidas, el amor que mueve el mundo. Más Rocío que nunca. ¡Viva la Virgen del Rocío!.

 

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