Desde Alfonso X a todos los presidentes de la Democracia, a lo largo de ocho siglos, Doñana ha sido refugio y cazadero de reyes, nobles y jefes de Estado. Debe su nombre a la hija de la princesa de Éboli y en sus palacios han pernoctado Eugenia de Montijo, Goya, Fabiola de Bélgica o Gorvachov. Sus afamadas cacerías regias dieron paso, con la Democracia y la expropiación, a visitas de Estado y vacaciones presidenciales.
Una de las visitas más ilustres fue la de Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia, que en 1863 visitó Doñana para participar en un alanceamiento de jabatos.
Esta es la historia de un paraíso natural infinito entre El Rocío, Sanlúcar y el océano Atlántico, considerado una de las reservas naturales más importantes del mundo. Desde tiempos remotos, a pesar del paludismo y la crudeza del campo salvaje, ha sido refugio de especies únicas y también de grandes personalidades y escenario de hechos sorprendentes.
Durante seis siglos, Doñana -conocido como bosque de Las Rocinas- perteneció a la poderosa casa nobiliaria de Medina Sidonia, desde que su fundador, Guzmán el Bueno, recibiera estas tierras en pago a su hazaña en la defensa de Tarifa. Es el VII duque de Medina Sidonia quien manda construir en esos parajes una residencia para su esposa, doña Ana Gómez de Mendoza y Silva, hija de la princesa de Éboli, mujer que ha dado nombre a este territorio conocido desde entonces como coto de Doña Ana, hoy Parque Nacional de Doñana.
Las cacerías, inconcebibles hoy en este espacio protegido, han sido a lo largo de la historia lo que más ilustres visitantes ha atraído al coto. Desde que Alfonso X lo eligiera como cazadero real en 1255, las élites españolas y europeas han protagonizado famosas cacerías regias, fascinadas por la abundancia de venados, jabalíes, ánsares, linces y zorros.
Todos los propietarios de Doñana han sacado partido a la riqueza cinegética del lugar. Felipe IV, conocido por su afición a las fiestas, participó invitado por el IX duque de Medina Sidonia, de grandes cacerías y banquetes en su honor acompañado de una corte de casi 12.000 personas que disfrutaron de espectáculos de bufones, música, teatro y fuegos artificiales. Según los archivos de la Casa de Medina Sidonia, la pompa de estos festines puso en serios apuros los bolsillos del duque, al tener que dar de comer, entretener y alojar -la mayoría en barracas y tiendas de campaña improvisadas- a la inmensa compañía del monarca.
Una de las visitas más ilustres fue la de Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia por su matrimonio con Napoleón III, que en 1863 visitó Doñana para participar en un alanceamiento de jabatos. Cuentan las crónicas de la corte imperial de París que entró a Doñana desde Cádiz por el Guadalquivir en una gran falúa -embarcación- propulsada por decenas de remeros. Según la prensa de la época, la antojadiza emperatriz de los franceses, fascinada por este arte, tuvo el capricho de llevar a Versalles a jinetes, caballos, garrochas y perros españoles que hicieron una exhibición con jabalíes autóctonos en los jardines de palacio ante la corte imperial.
Desde que Alfonso X lo eligiera como cazadero real en 1255, las élites españolas y europeas han protagonizado famosas cacerías
Otros fines tuvo la visita de Francisco de Goya, invitado al palacio de Doñana en 1796 por su íntima amiga y modelo, la XIII duquesa de Alba, recién enviudada del XV duque de Medina Sidonia, hecho que escandalizó en la corte de Carlos IV. En esos días, Goya pinta el Álbum de Sanlúcar y el retrato de la Duquesa de Alba con mantilla, en el que aparece de fondo el monte bajo de Doñana. Algunas teorías, que defienden que la maja desnuda y la vestida son la duquesa de Alba rejuvenecida para no levantar sospechas, apuntan además a que fue en Doñana donde Goya pintó la primera de sus majas, la desnuda. Éstas argumentan que no se tiene constancia de más encuentros entre ambos durante ese año en los que la duquesa pudiera posar para el pintor.
Los penúltimos de Doñana
El conde de Garvey rompió en 1900 con más de seis siglos de posesión ducal, al hacerse con siete mil fanegas de fango y nueve mil de arena por el precio de cincuenta mil pesetas. “No fue más de dos veces al coto, lo adquirió como recreo, para regalárselo a su hijo” cuenta su bisnieto, Felipe Morenés, marqués de Villarreal de Burriel. Los herederos del conde de Garvey convirtieron una sencilla residencia de campo en el palacio de las Marismillas. La edificación llegó a tener, tras sucesivas reformas que le imprimieron aires victorianos, dieciocho dormitorios con sus respectivos cuartos de baño y un comedor con paredes forradas de nogal en el que se encuentra, todavía hoy, una mesa de caoba de Cuba de una sola pieza y cinco metros de largo.
La familia Garvey mantuvo la tradición y recibió en sus posesiones a monarcas, miembros de familias reales europeas y políticos españoles. Alfonso XIII, que durante 14 inviernos -hasta su exilio en Roma- iba de montería a Doñana, fue un gran asiduo de las Marismillas, donde contaba con estancias y vajillas propias.
Franco, no tan bienvenido por la familia -de tradición monárquica- también demostró en 1944 junto a sus altos cargos y ministros sus supuestas dotes cinegéticas. El caudillo tumbó, según las crónicas, cuatro venados y dos jabalíes que pasaban por allí. Juan Carlos de Borbón, por aquel entonces ni siquiera príncipe, obtuvo su primer trofeo de caza en esos parajes en 1953.
Invitados por el marqués de Borghetto en 1963, Balduino y Fabiola, reyes de Bélgica, también pernoctaron en el palacio de las Marismillas durante varios días, en los que se dedicaron a la caza del jabalí en el monte bajo y del ánsar en las marismas.
Felipe Morenés recuerda como Franco le dijo a su abuelo, el marqués de Borghetto: “señor Marqués, mientras yo esté en el mundo, no va a tener problemas con el coto, pero hágase a la idea de que el día que yo no esté, lo va a perder su familia”. Y así fue.
Morenés narra los últimos días de su familia en Doñana. “Cuando ya se habían firmado todo los papeles de la expropiación, fui a pasar la última noche al coto, como Pizarro, con el guarda y mis hijos, estuvimos todo el día repasando a caballo todo aquello y llegamos hasta Palacio, almorzamos allí y terminamos en el Rocío, rezamos una salve a la Virgen y nos volvimos para Jerez. Al día siguiente por la mañana ya no era nuestro”.
De la expropiación se salvó el coto y el palacio del Rey, todavía hoy en manos privadas, como finca de recreo y explotación agro-ganadera. La familia Noguera compró en 1938 a la princesa Luisa de Orleans, abuela de Don Juan Carlos, el palaciego cortijo construido en tiempos de Juan II de Castilla -siglo XV- y que pasó por manos de los Reyes Católicos, Isabel II y los duques de Montpensier.
Tras la expropiación en 1980, el palacio de Doñana que construyeran los Medina Sidonia, se convirtió en sede de la Estación Biológica y el de Marismillas -de los Garvey- se destinó a uso protocolario, sobre todo a partir de 1992. Las cacerías dieron paso a recepciones y cumbres de estado de los presidentes del Gobierno español con algunos de los más importantes mandatarios internacionales del siglo XX, como Mijaíl Gorbachov, François Mitterrand, Helmut Kohl o Tony Blair, entre otros.
Las anécdotas fueron muchas durante las ilustres visitas de esos años, sobre todo las referentes al intercambio de regalos. El canciller alemán Helmut Kohl, como muestra de afecto y acto de promoción de la industria patria, regaló un camión todoterreno de la marca Mercedes a Felipe González en su visita en febrero de 1989 en el que presidente español, al volante, enseñó las maravillas del coto a su homólogo alemán.
El regalo de González a Gorbachov fue mucho más austero pero no menos práctico. El ex presidente de la URSS llegaba a Doñana a finales de agosto de 1992 y las bermudas con las que González le agasajó fueron sin duda de gran ayuda para hacer frente a la canícula.
Cinco años antes, Mitterrand realizó una visita exprés a Doñana de tan sólo ocho horas, en las que le dio tiempo de probar la rica paella a la que le invitó González y celebrar una peculiar rueda de prensa en medio del campo ante más de 200 periodistas.
“Gracias por cuidar de mi familia tan magníficamente” fue la nota que dejó escrita Tony Blair en el libro de visitas del parque. Estas palabras tenían un gran significado de fondo, ya que el Primer Ministro de Reino Unido llegaba a Doñana, junto a su familia, pocas horas después de la firma de los acuerdos de Stormont del viernes Santo de 2008, que ponían fin a la actividad terrorista del IRA. La foto de Aznar y Blair brindando por la paz con manzanilla en Sanlúcar de Barrameda dio la vuelta al mundo.
En el patio del palacio de Doñana, permanecen aún los bonsáis que cultivó y regalo el presidente González. Desde que Felipe iniciara esta tradición en 1986, todos sus sucesores han elegido Doñana como lugar de descanso. Felipe, que llegó a decir que sus vacaciones en Doñana es lo único que echa de menos de su etapa de presidente, fue el primero y el que más disfrutó del parque.
Los guardas y el servicio de la residencia recuerdan la campechanía con la que les trataba, con ellos recorría la naturaleza empapándose de la sabiduría de los hombres del campo. Felipe González pasaba los días paseando, y en ocasiones, salía a pescar en el barco de su amigo Pichilín, propietario de un chiringuito en la vecina localidad de Matalascañas.
Esta actitud contrasta con la lejanía e inaccesibilidad que, al parecer, demostraba José María Aznar, cuyos únicos baños de masas se los daba en las contadas ocasiones que cruzó en barcaza a Sanlúcar para disfrutar de la manzanilla bien fría de Bajo de Guía y las “papas aliñas” de la bodega Barbiana, cosa que, por otra parte, no hizo en ninguna ocasión González.
De la vida de Zapatero y Rajoy en Doñana poco se sabe, del primero poco más que le gustaba practicar running campo a través y visitar casa Balbino en la vecina Sanlúcar. De Rajoy, que solía visitarlo en Semana Santa con su familia y que prefería el descanso y el senderismo. El pasado verano, en plena tormenta política por el bloqueo de su investidura, el actual presidente, Pedro Sánchez, se tomó unos días de vacaciones familiares en el Palacio de las Marismillas, bajo estrictas medidas de seguridad y un celo extremo a su intimidad.
La última visita de la Reina doña Sofía, fue en 2014, con motivo del cincuentenario de la Estación Biológica de Doñana. Gran amante y defensora de la naturaleza, cruzo en barcaza desde Sanlúcar y recorrió en todoterreno los principales ecosistemas del parque: marisma, dunas y bosque mediterráneo. Doña Sofía pasó noche en Doñana, concretamente en el llamado Chalet de los Príncipes, un edificio que se construyó junto al palacio de Doñana con motivo de la primera visita que los entonces Príncipes de España realizaron a este lugar en 1972. Antes, recibió un ramillete de flores de manos de los hijos de los trabajadores que la atendieron como princesa hace cuatro décadas.
Don Felipe y doña Leticia recorrieron el Parque Nacional de Doñana, concretamente la zona de La Vera del Puntal, el pasado 14 de febrero tras su visita también a la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Almonte, con motivo del año Jubilar Mariano del Rocío y en presencia de la Virgen.
Texto: Alfonso Pérez-Ventana