Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“Necesito leer titulares que inviten a soñar”
Tremenda dificultad es la que supone conseguir abstraerse en estos días mono temáticos para hablar de otra cosa que no sea de la pandemia de la Covid-19.Fundo mis días, mis tardes, incluso mis noches, intentandocomo una mosca contra un cristal desviar la temática de las conversaciones para que no acaben derivando en “lo mal que está la cosa» para que un avanzado en psicología colectiva remate con la alentadora coletilla “y peor que se va a poner”. Responsabilidad cívica individual, a veces de forma errónea confundida con abanderar el miedo, que es libre en cada uno; y trabajar desde nuestras trincheras personales y profesionales para salir de este atolladero es lo que realmente está a voz de pronto en nuestras manos. Sin embargo, hay mucho más, muchísimo, que está a nuestro alcance, en el poder de nuestra mente y en las posibilidades de nuestra actitud bien encaminada hacia nuestro bienestar y el de quienes nos tratan. Cuando alguien me quiere recordar en el estercolero social, sanitario y político que vivimos o que se dice que vivimos, intento hablar de las bondades de beber manzanilla, de Sanlúcar, porque sólo allí se cría. No me tome por frívolo y si lo hace otra pena magdalena. La manzanilla es vitamina para el cuerpo, pero no sólo por su naturaleza antioxidante, ajena a química alguna. Me refiero a las propiedades que tiene la manzanilla, por ejemplo, porque nos hace sorbo a sorbo, frase a frase en torno a ella, desviar la mente agotada de la crudeza que nos ha tocado padecer. Necesito, y muchos estarían de acuerdo si tuvieran la valentía de leerme a bocajarro, escuchar buenas noticias. Necesito leer titulares que inviten a soñar. Necesito saber que beber manzanilla con cierta asiduidad alarga la esperanza de vida. Quiero saber que hay vida en Marte, que las ballenas jorobadas y los delfines ya no están en peligro de extinción, que se acaban las guerras en Oriente y en África, que triunfa el amor y que la Cultura llena nuestros telediarios. Necesito saber que todo irá bien, que es buen momento para crear y que unos abuelitos cumplen en Tailandia 100 años sin dejar de abrazarse cada día en un pueblo perdido del otro lado del mundo. Mi padre en la crisis de 2008 decía que empezaría a acabarse cuando dejáramos de hablar de ella. Llegó un momento que aniquilé la palabra que suena a loco en inglés (“crazy”) de mi repertorio verbal. Crisis, cris ¿qué? ¡Que me dejes! Estoy en ese punto doce años después. Hasta el nivel de cambiarle el nombre, si no me queda más remedio. “La Covita” es el Covid cuando más remedio no tengo que acudir al muro de las lamentaciones y al baño helado casi gélido de realidad en el tropel de charlas del día a día de esta pandemia que ya pesa como un collar de melones. Esta carta otoñal huye del derrotismo de la hoja caída al suelo gris de la calle. Este amasijo de palabras es una invitación a ganar esa pequeña batalla en la cotidianidad del día a día. Cuando le hablen de problemas cuya solución se escapa de su alcance unte de buena energía, mermelada y mejores noticias esos minutos, porque aunque lo pueda creer insignificante, acaba calando en el interior de todos y la vida se acaba tornando en menos inclemente. Ocuparnos de nuestros problemas sin que el regocijo de los mismos llegue a ser el peor de ellos. De eso se trata este sentir que le plasmo en esta carta que le traigo en este veranillo de San Miguel mientras el otoño del 2020 se despereza con lo que esté por venir. No lo olvide, la manzanilla es una bebida de dioses, científicamente testada, que cura el mal del alma y refresca el paladar mientras le hace viajar sin levantar los pies del suelo a un mundo maravilloso que vive, si se empeña en encontrarlo, en su interior. ¡Brindo por ello! ¡Y por ellas! ¡Por la manzanilla! ¡Y por las ballenas jorobadas!