6 Oct, 2020 | entrevista a

Beberse la vida a sorbos con una copa de Jerez es una definición conceptual que bien podría casar al completo con Rafael Soto Moreno, Rafael de Paula por los siglos de los siglos. Asegura que la definición de arte es “él mismo” pero que “una cosa es torear bien y otra cosa es ser buen torero”. Escaparate ha charlado de manera extensa con el maestro mientras bebe ese amontillado que le ha dado el sabor a la vida que “muchas veces le ha traicionado”. Ríe, se enfada e incluso llora emocionado en el tramo final de una conversación cuando recuerda lo que la vida “le ha quitado” y también “le ha dado”. El corazón de Jerez es Rafael de Paula y algunos más, ese maestro que soñó de niño el toreo de la mano de Juan Belmonte y que hoy es enciclopedia viva de la tauromaquia.: “Yo soy el arte del toreo”.

¿Cómo era Rafael de Paula en su más tierna infancia?

Mi historia es larga. Yo tuve una doble vida. Estuve en Jerez donde mi padre era cochero y se fue a la yeguada militar de Córdoba entre mis 7 años y los 14, a una finca que era del Marqués de Viana. Estaba entre Hornachuelos y Posadas. Yo era del barrio de Santiago de Jerez, nací en la calle Cantarería número 2. Jugábamos a la comba, al carro, al trompo…

¿Era travieso Rafael de chicho?

Era muy pasivo. Me he criado en la falda de mi madre.

¿Y no jugaba a torear?

Nunca. Yo no tenía ni idea de lo que era el toreo. Tanto es así, que en 1947, cuando muere Manolete, le pregunto a mi padre: “¿Papá, quién era Manolete que está todo el mundo hablando de él?”. Me dijo: “Mira hijo. Manolete es un torero de Córdoba que lo ha matado un toro”. En la finca solo había vacas suizas. No sabía que era un toro bravo, ni un torero… Con lo de Manolete me enteré. En mi colegio suspendieron hasta las clases.

¿A quién ha admirado Rafael de Paula?

A los grandes hombres, a los superiores. También a mujeres excepcionales. Entre ellos escritores, poetas, pintores,… Al primer torero que admiré fue a Juan Belmonte, al que conocí.

¿A quién se parece Rafael de Paula?

Mi Dios profesional fue Belmonte. Lo escuché hablar, lo vi comer, fumar,… Todo lo hacía muy despacio. Lo que más le gustaba en los últimos años de su vida era montar a caballo. Para mí, don Juan, era tan especial que me entero que iba a asistir en un día frío de noviembre al sepelio de una hermana suya. Yo solamente tenía un pantalón y me pongo una chaqueta. Después lo vi salir impecable del funeral. Al tiempo, Pepe y Bernardo Belmonte, hermanos, que uno era el empresario de la plaza de toros de Jerez, me montaron en un coche. Iba yo detrás y pregunté a dónde íbamos. Me dijeron: “A la finca de mi hermano Juan”. Entonces Pepe, el empresario de la plaza, le dice al hermano: “Pepe, te hemos traído un chiquillo para que tú lo veas”. Juan, tartamudeando como siempre hacía, dijo: “Yo ya lo conocía, pero yo creía que era un bailarín cuando lo habéis traído”. Me había reconocido. Cuál sería mi sorpresa que habían doce vacas para mí solo. Al terminar el tentadero y comerme el bocadillo que me dieron, me fui al lavabo y me dieron un café con picatostes. Yo, mientras, tenía a don Juan sentado en frente con un puro y su música puesta. Él miraba el humo que echaba el puro y no

 me miraba a mí. No me atrevía ni hablar, Entonces llamaba a su ama de llaves, la que lo cuidaba: “Asunción, el chiquillo se ha quedado con hambre”. Pasaron los días y volvía a por mí a la barriada del Carmen, donde yo vivía. Me recogía el chófer.

¿Cómo era Belmonte?

Belmonte creía en el destino de las personas. Cuando se pegó un tiro creyó ahí que el suyo había llegado a su fin. Siempre he tenido ese pensamiento. Era un hombre admirable, con una cara especial, digna de ser esculpida por Miguel Ángel en el Renacimiento. Era un hombre superior al resto. Adquirió en su vida una cultura extraordinaria, leía mucho. No era artista, era genio. Fue el que revolucionó el toreo.

¿Por qué?

Fue el que trajo el temple al toreo. Templaba los toros. Esa altura, esa edad,… Fue capaz de competir con el Rey del Toreo que fue José Gómez Ortega, Joselito el Gallo. Hay que hablar siempre de los dos. Como sería Joselito que, cuando todo el mundo e incluido Belmonte, le llegaba el agua al cuello, el andaba como por el patio de su casa.

Ahora se va a inaugurar un monumento suyo en Sevilla.

Necesita cien. Cien no, mil. Y Belmonte, en su forma de torear era trágico. Se vivía la tragedia pública.

¿Y cómo es usted?

Yo soy un hombre de arte por ello soy un torero de arte. Yo soy el arte del toreo. Como escribió Chaves Nogales en una frase lapidaria de la biografía de Belmonte: “Se torea como se es”.

¿Ser libre es caro?

Claro que es caro. Muy caro. La libertad es una de las cosas más grandiosas que existen. Decían que Leornado da Vinci iba a los mercados a comprar las jaulas para liberar a los pájaros de sus pajareras.

¿Qué es el miedo?

Es una cosa muy natural. Es como un fantasma, aparece y desaparece. La capacidad del torero es quizás la de vencerlo… Sí, porque el toreo hay que pensarlo aunque sean por décimas de segundo. Yo me acostumbraba a pensar el toreo, porque el toro cambia.

¿Ha aprendido más de los éxitos o de los fracasos?

De los fracasos. He aprendido a tener los pies sobre la tierra. Yo asimilé pronto los fracasos, tuve esa suerte y condición.

¿Cuándo se termina de aprender?

Nunca. Hasta los que están acostumbrados a todo, el toro te da un revés. Como el despiste que le costó la vida a Antonio Bienvenida… Estaba toreando en casa de Mercedes Bernet, termina de torear la vaca, abre la puerta y una que había en los alrededores se mete y le da por la espalda.

¿Qué tiene la vida de toreo?

Tener muy buena mano izquierda.

¿Es perjudicial el amor para la salud?

Sí, el amor bonito, sí. Se termina la pasión, queda el cariño y el calor humano. Que una mujer, que ha sido tu amor pasional, incluso en lo carnal y te acoge, te recuestas en el hombro de ella, te acaricia y te pasa la mano… En eso se resume. El amor es muy necesario.

¿Qué papel juega Dios en su vida?

La fe mueve montañas, dicen. La fe da la felicidad. Mi fe no es suficientemente grande. Mi fe es pobre, poquita cosa.

¿Qué tiene el toro de cultura?

 

Mucha. A través del arte, se llega a la cultura. A la literatura, la poesía, la música buena… Los sentimientos de las personas.

¿Cómo es el toreo de capote?

Es el toreo es completo, de capote y muleta. El toreo es singular, no plural. Hay tres toreros en la historia que han toreado con las dos. Cuando se hace bien con el capote, se hace con la muleta. El primero: Juan Belmonte García, el “Pasmo de Triana”. El segundo, que toree dos o tres veces con él; Antonio Ordóñez Araujo. Y

otro se llama Rafael Soto Moreno, Rafael de Paula. El toreo es mi vida hasta que me muera. Es lo único que se hacer.

Los toreros tienen una personalidad distinta al resto de mortales…

Llevan a Joselito el Gallo unos amigos a cenar a un restaurante y en la entrada hay un salón en el que está Belmonte en una foto colocada en un testero grande dando un pase a un toro. El dueño saluda a José con mucho respeto y le responde José mirando al dueño: “La mejor foto del mejor pase de la mejor faena, pero tiene que entender que el mejor torero soy yo”. Una cosa es torear bien y otra cosa es ser buen torero.

¿Qué es lo que nunca volvería a hacer?

Una corrida, por muy exitosa que fuera, ha sido de sufrir. Nunca me he quedado conforme. Estando ya en la ducha me decía de repente a mí mismo: “¡Se me ha olvidado hacer esto!”. El toreo, como muchas cosas en la vida, solo pasa una vez. Las ocasiones no vuelven, es como la muerte: llega y ya nos vamos.

¿Ha pensado alguna vez en la muerte?

Muchas veces. Pienso en la muerte continuamente. Solamente no piensan en ella esas personas luminosas. Yo no me quiero morir.

¿Cómo qué personas?

Fui a ver, con mi amigo el pintor Juan Lara, al prior de los cartujos de Jerez, el padre Artetxe. Yo le acariciaba el hábito como los perritos. Cuando vi donde dormían y vivían y vi que eran felices, yo me preguntaba: “¿Por qué no soy capaz, que me gusta ‘na’ más que la juerga?”. Están iluminados

¿Le gusta la soledad?

En ocasiones. Me gusta ver las hojas caídas de los árboles en el mes de otoño.

¿Quién es Rafael de Paula?

Yo soy el arte. El arte soy yo. Por encima de eso, soy torero. Mi toreo es arte puro, sentimiento puro. Lloro cuando toreo. Cuando dejo el toreo es cuando más cansado estoy. Mis huesos me duelen, se me parten por todos lados. Dicen que los poetas cuando mejor escriben es cuando están más heridos Yo soy sensible, pero el mismo tiempo humilde. Yo no me he creído nunca nada, de una familia pobre. Soy torero y me moriré siendo torero.

¿Tiene algún secreto que nunca haya contado?

Secretos no, pero sí me gustaría resaltar la figura de Manolete, el segundo revolucionario después de Belmonte. Y, después de Frascuelo con la espada, Manolete. El duende existe y lo define Lorca.

¿Cómo lo definía?

Como lo indefinible. Cuando iba a escuchar flamenco bueno lo decía. Yo he vivido cosas muy buenas en fiestas donde cantaba Fernando el Terremoto, Serna, El Choza,… Curro Romero el otro día me lo recordó. Es muy aficionado al cante.

¿Le gustaba cantar?

Hacía el fandango de Enrique “El Almendro”. Tiene mucha mano izquierda. Lo que le gusta a Curro es la pureza y el sentimiento. Las fiestas que se hacen ahora en mansiones de dinero no tienen arte, es falso. El cante no es patrimonio de los gitanos pero para cantar hay que ser gitano de vergüenza ajena. Hay que saber cantar. Acuérdate, más rancio que Agujeta no hay…

Texto: Mario Niebla del Toro
Fotos: Aníbal González

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