Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“Veo en este tiempo incierto una buena ocasión para crecer en la ternura de la intimidad”
La libertad es un traje difícil de vestir y más en estos últimos tiempos en los que estamos privados de ella, por razones en las que no debo entrar de forma osada como inexperto epidemiológico. Uno debe saber, al fin y al cabo, donde está… El ministro de Sanidad de la pandemia es un filósofo suicida, pero eso no cuenta y además ya no me quedan ni ganas para criticar a este nefasto gobierno de sinvergüenzas con balcones a la calle. Lo que es cierto, y sin desviarme de lo que me trae a escribirle en este mentidero ilustrado, es que veo en este tiempo incierto una buena ocasión para crecer en la ternura de la intimidad y en la intimidad de esta ternura que estas tardes nos regala en un confinamiento que lleva a levantar el pie del acelerador y a desnudarnos emocionalmente. Tenía la tentación de hablar de la Navidad pero, un tanto cansado del tono “happy” que acostumbro, me pide el cuerpo compartir con usted una reflexión introspectiva del momento y las oportunidades que se derivan de éste. Hablar de este año, ni siquiera de su Navidad, que nos ha traído a bocajarro, me da una pereza de morirme. Soy de esos que confían en que el cambio de año al menos servirá para tener la esperanza de que esta basura de momento acabará de una vez. Tengo últimamente carencia de filtros y eso me llega a dar apuro, reparo. Me causo incluso verdadero pudor si me pongo un tanto dramático. Le hablaba de la libertad al comenzar esta carta, quizás porque en medio de estas circunstancias podemos trabajarla en un sentido realmente profundo. Esta carta con la que ponemos fin al trabajo de un año, que vino sin ticket de cambio, quiero que sea un ofrecimiento a nuestros lectores a encontrar su verdad y, por tanto, la libertad. En estas tardes de recogimiento, si ya se ha cansado de ejercer de deportista repentino río arriba y río abajo, tenemos la oportunidad de leer lo que nos guste y nos haga pensar, ahondar en las entrañas de nuestro verdadero yo. ¡Qué peligro supone pensar! Merece la pena correr ese riesgo. Háganme caso aunque no sea del todo de fiar, como todos. Dediquemos estas tardes a meditar, a rezar el que sea creyente, a ver series, documentales y películas que supongan una reflexión. Démosle tiempo a estar con nosotros mismos, practicando las aficiones que nos hacen sentir bien y nos alejan de la rutina en busca de los rincones de nuestra verdad, en la autenticidad que un día dilapidamos en la carrera diaria a ninguna parte. ¡Suéltense! Escuchemos el silencio, escribamos en un papel lo que nos importa, sin complejos, ni prejuicios, lo que nos aparta del camino hacia la felicidad, incluso de aquello que nos aturda. Identifiquemos el colorante que disfraza nuestro sabor. Hagamos el concienzudo ejercicio de pensar, una especie de abdominales para el alma, un ejercicio de tonificación espiritual, una tabla de cardio para nuestros sentimientos, que nos acerque a detectar el camino que quizás hayamos desdibujado por las prisas que antes de la pandemia nos empujó a abandonar metas, proyectos, aspiraciones. Desempolvemos retos, ilusiones, en este ocaso del año, que no es otra cosa que la antesala de un año nuevo al que estamos esperando con desconfianza, pero no con pocas expectativas puestas en él. Sin más remedio tenemos que ilusionarnos con el año que llega en una cuenta atrás agónica. Esta carta será exenta de “ojana” navideña y no olerá a mantecado de Estepa, ni tendrá un brillo de bombillas de Ximénez, ni sabrá a cava catalán. No sonará a villancicos de zambombas prohibidas aforadas. Este año mi carta en adviento será una invitación a trabajar en nuestra libertad, en nuestra verdad. Su logro será el mejor regalo sin cabalgata que podamos recibir en el prólogo del 2021. Este 2020 se irá por donde vino, gracias a Dios, aunque nunca olvidaremos lo que nos hizo perder. Ya ajustaremos cuentas. Ahora es momento de parar y de no olvidar lo que nos enseñó. El máster del 2020 no tiene precio. Ojalá aprendiésemos en la cresta de la ola. Se ve que no. Visto lo visto, ¿qué duda cabe? Gracias por su fidelidad. Terminamos este 2020, eso sí, dándole las gracias por su incondicional apoyo a esta feria de letras y fotos. Dios me regaló un equipazo de luchadores que dieron lo mejor de un año inhóspido, adverso y contra todo pronóstico. En eso le cogimos ventaja al año que se va con penas sin gloria. Gracias. «Ser libre es no tener miedo», dijo Nina Simone. ¡Sean libres!