Fue la primera mujer que ingresó en la Diputación de la Grandeza de España y siendo una niña vivió de cerca cómo se fraguó la instauración de la monarquía, siendo como la novena hija de su tío el Conde de Fontanar, fundamental en Villa Giralda para conocer la historia reciente de España. Vive en la dehesa de Lo Álvaro y allí todo es un puro testimonio de una vida activa de una familia llena de ésta. Fotos en familia herrando vacas, “ya no se hierra como antes”; otras en la intimidad de la Familia del Rey con varios de sus miembros a la que la parentela de nuestra protagonista ha estado vinculada toda la vida por Urquijo, por Morenés y por Carvajal. Salpicadas imágenes de orgullo y lealtad monárquica en la que salen Doña Sofía, Don Felipe, Doña María de las Mercedes o de Don Juan Carlos, al que conoció siendo una niña como Don Juanito. Asistió a su boda en Grecia y fue recibida por la Reina Victoria Eugenia en Londres en su etapa de estudiante. Muy estrecha la relación y principal fue el apoyo de su tío el Conde de Fontanar con Don Juan de Borbón en el exilio. Imágenes del tiempo en el que su desaparecido marido, el ganadero Juan Pedro Domecq Solís, era presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia. Sin empezar el interrogatorio hay media entrevista hecha solo contemplando las imágenes de una España que nos parece lejana en el tiempo. Esta entrevista podría ser enfocada por mil frentes de la historia financiera, ganadera y en torno a la Corona de España.
¿Vasca, madrileña o catalana?
Española. Nací vasca en casa de mis abuelos vascos, los Urquijo. Me eduqué y he vivido siempre en Madrid y mis vacaciones han sido toda la vida con mi familia catalana, los Morenés, en la casa familiar en el Penedés. Hablo catalán y bailo la sardana. He bailado la sardana un domingo en la catedral de Barcelona. Mi padre era catalán de nacimiento y obviamente hablaba catalán. Mi madre hablaba ocho idiomas, entre ellos el catalán.
¿Qué papel ha jugado el Rey Don Juan Carlos en la historia reciente de España?
El Rey nos ha traído una monarquía parlamentaria. Ha sido el Rey de todos los españoles, de todos. Ha colaborado con los distintos gobiernos en la sociedad del bienestar. Ha sido quien puso a España de moda. Ha sido el mejor embajador que hemos tenido. Soy genéticamente monárquica, porque mi familia lleva generaciones al servicio de España y del Rey. Siendo una mujer del siglo XXI, la manera de funcionar demostrada de España es con una monarquía. Ha habido dos repúblicas y hemos acabado a tortas.
¿Cómo valora la figura del Rey Don Felipe?
Le he visto nacer, porque tiene la edad de mi hijo Juan Pedro y han ido al mismo colegio. Creo que, como dice su padre, es el mejor Rey preparado de Europa. Encima es el más guapo de Europa que para llevar el nombre de España y lucirla está muy requetebién —risas—. Tiene al lado a una mujer muy perfeccionista, con lo cual lo que hace lo hace a la perfección.
¿Qué ha hecho su familia por la Monarquía en España?
Pues mucho, porque son muchas generaciones al servicio de España y de los Reyes.. El primer marqués de Urquijo, que era herrero de un pueblo de Álava en época de Amadeo de Saboya quien le da el titulo, acaba fundando la banca Urquijo. Pocos son los banqueros de la Corte. El marqués de Urquijo fue alcalde de Madrid, crea el Parque del Oeste, la Dehesa de la Villa, la Avenida del Marqués de Urquijo… y hace muchísimo por Madrid. Está en proceso de beatificación. En la etapa de Don Juan, mi tío Paco Carvajal, conde de Fontanar, es el interlocutor entre Don Juan y Franco y fue decisivo en la educación de Don Juanito, que era como llamábamos al Rey Don Juan Carlos. Había muchas tiranteces entre ellos y mi tío es el que le dice a Don Juan, porque se empeña, que Don Juanito tiene que estudiar en España. Don Alfonsito y Don Juanito vienen a España y el primer colegio que tienen es en Las Jarillas, que era la casa de la familia política de mi tío Paco, la de mi tío Alfonso Urquijo concretamente. Si no es por mi tío no estudia el Rey en España. Le buscó los profesores y hasta los alumnos para compañeros de Don Juanito, entre ellos primos míos.
¿Cuál ha sido el gran logro de Don Juan Carlos de Borbón?
Legarnos la monarquía parlamentaria. Conseguir poner de acuerdo a todos los políticos, apoyarse en Adolfo Suárez y lograr que aceptaran la monarquía y la Constitución de 1978 que gracias a ella hemos vivido los mejores cuarenta años de la historia de España.
¿Y su mayor error?
Yo no soy quien para juzgarlo, porque aquí todos hemos metido la pata todos los días todo el mundo.
¿Ha sido bonita su relación con la Familia del Rey?
Muy bonita. Tuve la suerte de conocer a la Reina Victoria en Londres cuando estaba estudiando inglés con diecisiete años. He estado en Estoril, con Don Juan y Doña María. Mis tíos estaban allí todas las semanas, los condes de Fontanar y los marqueses de Valdueza. Yo iba con el colegio a Portugal y lo primero que nos mandaban con mis primas era a visitar a Don Juan y a Doña María a Villa Giralda. El primer verano de Don Juan Carlos en Mallorca fue en casa de mi tío Paco Carvajal y yo estaba allí, porque era la novena de esa familia.
¿Cómo era Don Juan en las distancias cortas?
Encantador. La humanidad en persona. Llegábamos unas niñitas de colegio de Madrid y nos recibía como su fuéramos el presidente de Estados Unidos o el Rey de Suecia —sonríe—. Doña María encantadora era taurina cien por cien. Impedida en su carrito no faltaba a ninguna feria. Le encantaba ir a los toros a Madrid a San Isidro y a Sevilla a la de abril.
¿Sacrificaron mucho por España?
Absolutamente. Se quedaron sin nada. Su vida económica se la resolvían unos cuantos títulos españoles y la Diputación de la Grandeza. En Villa Giralda había un mayordomo y una cocinera. No te creas que mucho más. Los sillones estaban raídos.
En las crisis de gobierno suele tomar protagonismo la Ley de Memoria Histórica, ¿cree que hace bien a alguien o retoma sentimientos “guerracivilistas”?
Creo que esa ley no debe existir, porque la historia es la que es. Con el tiempo se debería estudiar historia de España en su plenitud. Hay que estudiar la historia como fue. Lo sí que no me gustaría es que hubiese más guerras fraticidas como aquella. A mi madre le mataron a tres hermanos. A mi padre le mataron a un hermano en el Alto de los Leones, en la toma de Madrid, y dos cuñados. La aviación rusa, comunista, mató a muchísimas personas en Madrid. Eso no lo sabe la gente al parecer. Acabo de enterarme que están desenterrando las fosas comunes de El Espinar, ahí está mi tío el Morenés. Creo que no saben que ahí están enterrados los nacionales. Hay un desconocimiento bárbaro de la historia. Vamos a dejar de sacar a muertos y mirar al futuro que hay tela marinera de trabajo para levantar España.
¿Tiene amigos con títulos de los llamados franquistas?
Tengo varios amigos, como los Condes de El Abra. Franco decidió seguir con la tradición monárquica de dar títulos. Nunca quiso romper con la monarquía en España. Tampoco quiso traer a Don Juan, que es lo que tenía que haber hecho y por lo que los monárquicos se levantan en el treinta y seis. Mis padres y mis hermanos vuelven al ejército para traer de vuelta a la monarquía y por eso ellos se metieron en el frente. Admiro a todo el que ha dado la vida por España. Me encanta ir al Valle de los Caídos y a la capilla donde se rinde homenaje a todos los caídos por España, a todos, a todos, con unas ideas y con otras, de un lado y de otro… Yo respeto como quiero que me respeten a mí. Tengo mis ideas, por supuesto, pero puedo convivir sin molestar a nadie con las contrarias.
Cambiando de tercio, ¿qué momento vive la Fiesta de los Toros en estos momentos?
Para llorar, porque este gobierno es animalista. En Europa ha crecido una filosofía anima lista por el cual al hombre lo animaliza y al animal lo humaniza y ha trastocado todo y nos ha hundido. Unido a una pandemia que no permite la concentración de masas, por lo que no puede haber espectáculo. Vivimos un momento durísimo. Es el único colectivo que no tiene ertes. La ministra de Trabajo ha decidido que no los necesitamos. La mayoría de los profesionales del mundo del toro son autónomos y llevan desde marzo, que empezaban los festejos, sin trabajar y por tanto pasándolo fatal para poder siquiera comer. En el toro hay mucha gente sin cobrar un duro y pasando hambre.
¿Falta unidad y corporativismo en el toro?
En el mundo taurino, de empresarios, ganaderos, profesionales, es muy complicado. He sido mujer de ganadero muchísimos años. Mi marido ha sido diez años presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia y lo que ha podido luchar lo conozco. Mi hijo Juan Pedro es actualmente vicepresidente y forma parte de la Fundación del Toro de Lidia y lo que lucha es increíble. Han logrado cosas, como que se televisen corridas, sino no hubiéramos sabido que seguían existiendo los toros en España.
¿Cuáles son los problemas que se encuentran los ganaderos de reses bravas en la actualidad?
Tan sencillo como que no venden su producto. Están criando cuatro años sus toros para venderlos y cuando llega ese momento y cobrar pues no han cobrado nada. Nosotros hemos tenido suerte y hemos vendido cinco corridas, a precios de rebajas, porque al ser el aforo más reducido se ha tenido que negociar todo, pero hay ganaderos que no han vendido ninguna.
¿Qué opina de los antitaurinos?
Yo acepto todas las opiniones y gustos. Si no quieren ir a los toros que no vayan, pero que me dejen a mí ir que me encantan. A mí no me gustan los abortivas, porque creo que están matando niños, que no tienen nada que ver con el padre y la madre, él está dentro y nadie le puede preguntar si quiere morir. Podríamos pensar que diría que no. Ahí están las leyes. Hasta las niñas de dieciséis años pueden abortar y resulta que en España cada vez tenemos menos niños.
¿Qué ha significado el toro en vuestra familia?
Mi vida ha sido una historia de amor con un ganadero y un master en tauromaquia. Me casé con diecinueve años, enamorada del campo desde siempre. Primero del campo catalán y luego del campo andaluz. Por mi matrimonio me introduzco en la familia Domecq, que han sido los grandes ganaderos del siglo XX y XXI. Han sido los que han hecho el toro del siglo XX. Por mi madre soy Urquijo. Manolo Urquijo es quien compra la ganadería de Murube a la que le ponen de nombre Carmen de Federico, porque no estaba bien visto que se pusiera Urquijo por el banco que funda también mi familia. Luego acabó llamándose Urquijo. Por parte de mi padre, su madre, mi abuela, era hermana del marqués de Aguilafuente que se casa con la duquesa de Veragua. Al duque de Veragua lo matan en la Guerra Civil, guerra fratricida horrible, y pasa la ganadería a manos de mis tíos que es el hierro más antiguo de España, del dos de agosto de 1790. En mi casa tengo Veragua y Urquijo y me caso con un Domecq…
Ha repartido tierras y título en vida.
El título de marqués de Grigny se lo pasé a mi hijo Juan Pedro. Tenía dos hierros, Parladé y Juan Pedro Domecq. A Juan Pedro le hemos dejado Juan Pedro Domecq y las niñas no han querido seguir con Parladé. Claro, ser ganadero es duro. Lo han vivido con su padre y lo han vivido con su hermano. Ya no se hierra con Parladé. Juan Pedro dice que la personalidad de una ganadería la da un ganadero y que él no tiene dos personalidades para tener dos ganaderías. Parladé es de mis tres hijos y queda una corrida este año y el que viene creo. Ahí se acaba Parladé. Llevamos cuatro años sin herrar. Ojalá viniera un nieto mío que quisiese ser ganadero y que recuperara Parladé. Tiene cien vacas mañana mismo —sonríe—. Yo creo que el campo hace familia. Desde siempre hablaba con mi marido que cada hijo tuviera una finca. Lo Álvaro qes de Juan Pedro, la Dehesa de Quinta, que era de mi suegro y que linda con Lo Álvaro, es de Isabel, que es la pequeña; y otra que compramos en la frontera con Portugal, a la altura de Olivenza, es de Teresa. La casa madre seguirá siendo Lo Álvaro mientras yo esté. Aquí nos reunimos todos durante el año. La familia es una institución que hay que cuidar. Así me lo enseñaron mis padres y mis tíos. Eso hago con mis hijos.
¿Les ha dado más satisfacciones o sufrimientos el toro?
Muchísimas satisfacciones. Muchos disgustos y dedicación pero el toro nos ha hecho feliz. Murió un hijo mío, a los once días mi madre, luego mi marido… y me dijo una amiga mía que qué iba a hacer. Le dije que me dedicaría al toro y a ver corridas y no me he perdido una feria. De esto hace ya trece años.
¿La vida no es fácil?
La vida es dificilísima. La fe me ha ayudado. Soy católica practicante. Dios ayuda. Tiene que ser duro vivir la muerte de un hijo. —Silencio— Mucho, no te lo puedes imaginar. Se puso malo con dieciséis años. Murió con treinta y seis y sufrimos mucho la familia con él —rompe a llorar—. Los que te conocemos coincidimos en la fortaleza que le caracteriza. La fortaleza me la ha dado mi madre. Eso es vasco en mí, aunque soy más catalana que vasca.
¿Qué tiene de catalana?
Soy catalana en el cumplimiento, en la rectitud. El catalán en general es perfeccionista y buena persona.
Fue la primera mujer que ingresó en la Diputación de la Grandeza de España, ¿cree que ha discriminación con la mujer en la nobleza titulada?
¡Para nada! En un país donde hemos vivido a una duquesa de Alba, a una duquesa de Medinaceli, a una duquesa de Osuna y a una duquesa de Medina-Sidonia no podemos hablar de discriminación. En Inglaterra sí se discrimina a la mujer en los títulos. Yo siempre fui la pubilla en Cataluña, la heredera. La Diputación de la Grandeza cambió muchísimo desde que el duque del Infantado, que había sido decano muchos años, fue sustituido por el duque de San Carlos para adaptarla al siglo XX. Era muy buen amigo mío y me propone ingresar. Dije que sí a la primera, porque mi padre había pertenecido muchos años en representación de Cataluña. No por ser conde del Asalto, que es el que tiene Grandeza de España, que no es catalán; sino por ser el barón de las Cuatro Torres, título catalán que recibimos por defender paradójicamente a los Borbones en la Guerra de Sucesión.
¿Qué implica tener un título nobiliario?
Deberes —sonríe—. Derechos ningunos. Antes había una asignación económica y unos palacios y unas tierras vinculadas a ellos. Hoy tienes que pagar un impuesto para sacar el título y luego está como mal visto. La gente joven no lo usa. Mi padre me metió en la cabeza que es un honor. Mi padre luchó porque nos lo pusieran en el DNI, pero no lo consiguió, porque es nuestro segundo nombre. Teníamos los grandes de España hasta pasaporte diplomático. Ya ni eso.
¿Tuvo una niñez con una educación estricta?
En mi familia materna pasaba una cosa muy curiosa. Mi abuela hablaba alemán. Educó a sus hijos en alemán y mi madre nos educó con alemanas. En eso los Urquijo hemos salido amantes de la naturaleza y de las flores, como alemanes —risas—. Tuvimos una educación muy estricta. Nosotros nos criamos en Madrid, en una casa de la familia de mi madre. En cada piso vivía un hermano de mi madre. Una hermana de mi madre casada con un primo de mi padre, los Carvajal Urquijo, condes de Fontanar. Yo era la pequeña de 9 primos hermanos. Cuando llegaba del colegio iba a la casa de mis tíos Fontanar. Eran ocho hermanos y yo era como la novena. La misma torta que le repartían a mis primos mayores la recibía yo —risas—. En verano, nos mudábamos a Tarragona en casa de mi abuela. Allí aparecían todos los primos Morenés. Tengo veinticinco primos hermanos. Yo era la pequeña de los Urquijo y de las pequeñas de los Morenés, por lo que nunca me crié como hija única. Yo le pedía a los Reyes Magos un hermano, porque no quería ser hija única.
¿Cómo ha cambiado España?
Muchísimo. El mundo ha cambiado y es lógico. España sigue siendo el mejor país para vivir. En lo que no me gusta que ha cambiado es en la educación, en la mala educación. En eso hemos ido a peor. La gente no viaja, ni conoce nuestra historia, porque casi nadie estudia historia de España y la desconoce.
Anticuaria, tasadora y arquitecta de interiores, ¿se imagina la vida sin el arte?
El arte es a lo que me he dedicado. He tenido facilidad con el estudio y he sido buena estudiosa. Sacaba buenas notas. Cuando me gradué de regalo le pedí a mi padre una biblioteca de pintura que he ido nutriendo a lo largo de los años. Ikea soluciona mucho pero poner un buen mueble o buen cuadro antiguo o actual llena mucho y le da categoría a un espacio. Sigo yendo a todas las exposiciones que me entero que hay. Sigo haciendo cursos. El arte es vida. Me encanta el flamenco. No me pierdo una bienal, ni un festival como los de Granada. Los toros y el flamenco siempre han ido de la mano. Juan Pedro escribió muchas letras, incluso fandangos —sonríe—. La música de mi móvil es una canción de Camarón.
¿Es importante viajar?
Viajar es importantísimo. Yo he aprendido a ver cómo viven otras culturas. En Hispanoamérica siempre me sorprendió el cariño que le tienen a España y al Rey. España no tenía colonias, tenía provincias y diputados en las cortes de las distintas provincias españolas de América, a diferencia de lo que hicieron los ingleses y franceses. Europa, África y Rusia me los conozco de cabo a rabo. He trabajado en ONGs en África. Es el continente del futuro. Estoy convencida. China me apasiona. Allí vendemos jamones. Trabajan doce horas todos los días menos el domingo.
Le tocó crecer muy rápido, ¿no?
A los catorce años ya me pusieron a seguir a mi padre, asistir a los festejos, estar pendiente de toda la casa. Mi madre era muy tranquila y mi padre tiraba mucho de mí. Me casé con diecinueve y monté todo lo mío. Mi suegro murió con sesenta y un años y con Juan Pedro nos tocó muy jóvenes a afrontar todo toda la separación del tema ganadero. Juan Pedro decía que era algo muy personal y , aunque se llevaba genial con sus hermanas, se separó de campo y hace treinta y muchos años de eso.
¿Quién fue Juan Pedro Domecq?
Ya vamos por el quinto Juan Pedro Domecq —sonríe—. Juan Pedro Domecq Díez, que fue el segundo, fue el que hizo el toro moderno. Juan Pedro Domecq Solís, con el que me casé, fue el inventor del corredor, de la manera de echarles de comer, la informatización de la crianza. Era inteligentísimo y estaba todo el día inventando. Los ganaderos le copiaban para mejorar al toro. El que consigue que el toro entre en el Ministerio de Cultura fue él. Mi hijo Juan Pedro, por su parte, es el alma meter de la Fundación del Toro de Lidia, uniendo a profesionales, intelectuales, instituciones…
¿Qué consejos le da a sus nietos?
Siempre les digo que tienen que ser luchadores. Tienen que aspirar a ser los mejores en lo que sea. Me da igual que quieran ser ingenieros de telecomunicaciones o industrial que artista. El otro día me llamó una nieta para decirme que había sacado un nueve con veinticinco. Le dije que yo hubiera sacado un nueve con ochenta y cinco, porque quiero que pelee por el diez —sonríe—.
¿Cómo ve el futuro?
Yo espero que la pandemia desaparezca pronto. Tengo a una prima hermana que trabaja con el doctor Fuster, que es un grandioso cardiólogo, en el Mount Sinaí de Nueva York. Me dijo que se acabará contagiando el ochenta por ciento de la población y pasará a ser como una gripe. De la gripe normal se mueren en España todos los años cinco mil personas. Esta por la novedad que ha supuesto en la medicina actual ha sido brutal pero acabaremos conviviendo con ella como con la común. Quienes están liando esto en este momento son los chicos jóvenes que incumplen las recomendaciones sanitarias.
¿Qué queda en el tintero de la condesa del Asalto?
Mucho. Si volviese a empezar sería más lanzada y hubiera hecho más cosas en el arte. Me encanta mandar. Tuve cuatro hijos y una vida más encorsetada de lo que hubiese querido.
Texto: Mario Niebla del Toro
Fotos: Aníbal González