Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“Paseó su bata de cola llorando su pena, penita, pena, como una Cleopatra herida pero triunfante por el Nilo”
Mario Niebla del Toro Carrión
Foto: Jesús Aldebarán
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@niebladeltoro
Acabo de ver el anuncio de Cruzcampo con la inmortal Lola Flores y nada pasa por casualidad. Era justo lo que necesitaba a estas horas en las que las ganas de rendirse parecen casi inevitables ante el pesimismo pelmazo, reiterativo y cansino que inunda nuestro mundo real y virtual. Casi: Rendirse jamás. No olvide esto. Lola es y será para siempre parte importante de la identidad y el patrimonio de nuestra gran nación que es nuestra diversa España. Nadie puede olvidar sus apariciones en público cuando Hacienda le reclamaba una deuda millonaria. “Si todos los españoles me dieran una peseta…”. ¡Maravillosa! Nunca perdió el compás en una vida llena de luchas, de estruendosos triunfos y sonoras derrotas y fracasos. Lola quería con todas sus fuerzas ser feliz. Paseó su bata de cola llorando su pena, penita, pena, como una Cleopatra herida pero triunfante por el Nilo. Lola viene gracias a la cervecera con mucho acento, pero sobre todo con mucha idoneidad en este momento en el que las fuerzas que ella emanaba empiezan a resentirse ante tanto desconcierto, inepto al volante y dudas a puñados. La seguridad que la jerezana desprendía en una filosofía de “Lerele” y torbellinos de colores es un mensaje más actual que nunca. Ya lo dijo ella, maestra grandilocuente de lo más sencillo: “El brillo de los ojos no se opera”. Esta filósofa con sabor a “Zarzamora” era un canto a la vida, siendo ésta, como entonces, un camino de porrazos y más leñazos. Desilusiones e incomprensión de un mundo hostil que nos aleja del aura que acompaña a los tocados por la Mano de Dios que, como ella, han sido obsequiados con el don del arte. Lola Flores reaparece en 2021 más viva que nunca. La vida, que nos acaba poniendo a dos riendas, nos invita a tener sentimientos y no vivir ajenos, fríos como el mármol en el universo del yo, aunque sentir suponga en ocasiones agotamiento estricto. En esta sobredosis de realidad que vivimos atiborrados de cifras y malas noticias, Lola, inmortal, nos invita a ser agradecidos, con nuestro acento andaluz y las costuras del alma que nos impregnaron al nacer en esta idílica tierra. Pese a que el frío Filomeno de este momento se emperre en robarnos de cuajo nuestra alegría de vivir. Ese acento no verbal, sino del alma es al que me refiero. Pensarnos eternos nos lleva a menudo a posponer las decisiones definitivas y en cambio, cerveza helada en mano, debo indicarle con el dedo muy tieso que el camino se hace cada día, incluso ahora, con ese acento de ilusión y lleno de fuerza, sin dejarnos medrar por el pesimismo instituido e impuesto del hoy “pandémico”. Desterremos el “cuando pase todo esto” para empezar a componer nuestra obra maestra vital. No pospongamos la poesía que necesitamos y démonos gloria bendita entre todos, respetando el momento pero imponiendo una actitud que sume adeptos, amantes, para hacer más llevadero este fatigoso diario de partes y crispación que nos aleja de la “Bomba Gitana” que hoy me inspira. La Salvaora apostó por el amor y quebró las Torres de España construyendo un legado de “Casas en el Aire” que a día de hoy nos dan cobijo en este inhóspito terraplén en el que contamos días y toques de queda. Esta alegría es el más cotizado valor que los andaluces debemos prestar a la identidad del resto de España. Existir nunca es una opción y, por muchas batallas que libremos todos en nuestro interior, debemos exteriorizar las mejores coplas que alcancemos a entonar en nuestro entorno que nos aleje de ese lugar a salvo que es nuestro silencio para contagiar de esa posibilidad que la inimitable Lola representó y representa como nadie. No olvidemos morir un poco todos los días, sintiendo, despiertos y empapemos nuestros labios de vino del marco de Jerez que nos eleve cada día el ánimo. Mesura pero no tiesura. Alegría y palmas al compás, dejándonos crecer las posibilidades de ser felices, sin temor a que nos metan en el cajón de las cosas que no tienen solución. No hay nada más humano como complicarnos la vida. Salir de la desazón oficial que nos empuja al llanto colectivo. Pena es la mujer del pene y nada más. Todo volverá, aunque nunca como lo dejamos, pero volverá y, mientras tanto, esperemos con nuestro mejor talante, aunque nos duelan hasta las tripas de este tiempo tan sumamente sieso, sin ese pellizco que, como decía Lola, nos llena el pecho de alegría. Manoseando estas raíces folclóricas que nos trae la cervecera, es el momento de beber con espuma de nuestra cultura inmaterial para soportar esta tonelada que nos pretende aplastar a diario en el tabanco del hoy día. Lola, siempre a tu vera, siempre a la verita tuya… España tú y no la peseta.