Sus vinos hacen felices por dispares puntos del mundo y ha sido capaz de democratizar un maná líquido criado en roble español para consumidores inteligentes. La vallisoletana que protagoniza esta entrevista es la propietaria de una familia de vinos que hace las delicias de las más exigentes bocas. Su carácter profundo castellano y su mentalidad abierta bajo el sol de Andalucía, donde reside por vocación propia, le hace liderar un equipazo de profesionales que ha dado una vuelta de rosca al escenario de los caldos españoles. Los Acontia y el rosado espumoso La vie en rose son muestra de ello y ya forman parte de los grandes momentos en los que una gran comunidad de disfrutones han gozado de la cara amable de la vida.
-¿Quién es Maite Geijo?
-¡Es la pregunta más difícil y es la primera! Maite Geijo es una persona soñadora, jovial, con mucho genio (risas). Soy muy apasionada y eso me hace a veces vivir emocionalmente en algunos extremos. Me encanta la buena conversación. Me encanta una buena comida. Soy muy gastrónoma. Me gusta mucho la cocina. Por encima de todo, Maite Geijo es alguien que quiere encontrarse de verdad a través de lo que hace. Quiere sacar lo mejor de sí misma a través de lo que emprende. Hace tiempo que me di cuenta de que no trabajo y de que no vivo para los demás, sino que lo hago para mí. Cuando yo encuentro tranquilidad, paz, bienestar, es lo que comparto. Mi bien hace bien al resto. Cuando estoy en un estado alterado es lo que ofrezco al resto. Entonces me he dado cuenta de que dar lo mejor de mí misma y sentirme lo mejor conmigo misma es lo que proporciona lo mejor de mí al mundo, a mi familia, a mis amigos, a todas las personas de las que me rodeo, a mis vinos… Soy una buscadora de mí misma, a través de mis pensamientos. Trabajo la bondad y la alegría y me hace actuar de una manera determinada y con unos resultados determinados. Todas las mentes actúan así. Trabajo las energías con pensamientos nuevos y enriquecedores que me hagan ser feliz y hacer felices a mi entorno. Esa buscadora soy yo y lo hago en todas las experiencias de mi vida, entre otras la de hacer vinos.
-¿Cuáles son sus aspiraciones como bodeguera?
-Realmente mis aspiraciones como bodeguera no van separadas de mis aspiraciones personales. Mi profesión en mi día a día unen mi vida personal, familiar y profesional. Crecer a través de mi profesión y, por tanto como persona. De esa manera ayudo o colaboro con mi equipo para que las personas que me siguen crezcan también. Seguir formando el equipazo que estamos logrando y seguir creando esa comunidad alrededor del concepto que desarrollamos y alrededor de nosotros mismos. Trataré siempre de perfeccionar el vino terminado. Eso es indudable. Como aspiración seguir creciendo la comunidad de Acontia y Maite Geijo Vinos. Disfrutamos mucho y todos los que están con nosotros. Me parece una filosofía de vida que la hacemos llegar a través de nuestros vinos. Hacer vino no es un arte de inspiración, suerte… No, para nada. Supone que un equipo de personas que desarrolla una misión imprescindible para el conjunto. Hacemos lo mejor que cada uno sabe hacer. Eso nos llena de abundancia a la hora de trabajar. Trabajamos casi por afición. Trabajamos muchísimas horas desde un sitio sereno, procurando la oportunidad de tener unas vivencias satisfactorias. Eso lo hacemos haciendo, comunicando y disfrutando nuestros vinos. El vino es un medio a través del que poder llegar a una filosofía de nueva conciencia donde el obtener queda en un segundo plano y siempre sea un resultado de disfrutar en un camino, incluso de los errores que hayamos cometidos en el camino que nos ha hecho crecer. Obtener resultados económicos es necesario para seguir desarrollándonos pero no está en el primer plano de nuestras prioridades.
-¿Qué tiene el vino que sólo nombrarlo nos dibuja una sonrisa?
-Eso es lo que más me gusta de lo que hago: la amabilidad, la alegría, la sonrisa que sólo nombrar la palabra vino provoca en muchas personas. Es lo único que da sentido a lo que hago, sino no tendría sentido para mí. En estos momentos en marketing está idea de poner en el centro al consumidor. Yo me pregunto: si no pones en el centro al consumidor qué pones. Si no hay una sonrisa cuando entregas una botella, si no la hay cuando alguien consume una copa en la barra de un bar, si no hay un aplauso de los que denominamos “acontianos”, que son una verdadera comunidad en nuestras redes y fuera de ellas de nuestra filosofía y de nuestros vinos; no le encuentro el sentido de hacerlo. No me podría levantar cada día de la cama, dedicándole prácticamente las veinticuatro horas pensando en lo mismo, sino provocara esa felicidad. Culturalmente estamos predispuestos a la amabilidad y a la cercanía del vino. Muchos años en nuestra tradición se ha empleado el vino para el intercambio de sonrisas y de buenos momentos. Ahí sigue y ahí perdura el sentido hedonista del vino. Es lo que le da sentido a lo que hacemos mi equipo y yo. No me imagino a mi marido haciendo una venta sino hay un feedback con el de enfrente con el placer de compartir un vino. Y que llevamos en nuestro inconsciente colectivo.
-¿Se puede hacer un vino sin pasión?
-No lo sé. Supongo que sí. En nuestro caso, somos personas pasionales. Se hace vino como uno es, como pasa en todos los campos de la vida. Las pequeñas cosas las haces como las grandes, como tú eres. Imagínate un vino que se envejece, con el proceso que eso lleva consigo. Tienes que buscar las maderas a sitios, a veces, incluso inhóspitos, lejos de nuestro centro de vida. Tienes que pasar largos días en bosques, en sitios de mucho frío o de mucho calor, depende del lugar donde se eligen. Dejar que esas maderas envejezcan y se sequen y se lleguen a convertir en barricas que requieren un tiempo más largo que corto. Luego está la elaboración del vino de una viña que previamente has tenido que cuidar. Después de todo eso aparece la crianza del vino, aunque es anterior, porque, fíjate, el tiempo y los procesos que previamente han acontecido. Si todo eso se hace sin pasión tiene que ser aburridísimo para el que lo hace y todo el que le rodea. No sería capaz hacerlo sin pasión. Estoy concluyendo en este momento con que no querría beber un vino que no sea fruto de la pasión, porque no sé qué puede llevar dentro. ¡No quiero probarlo! (risas).
-¿Por qué eligió para vivir Andalucía?
-Fundamentalmente, porque había llegado un momento de mi vida en el que ya lo había soñado suficiente y decidí llevarlo a cabo. Toda la vida me la he pasado viajando por todo el mundo. A mí entre viaje y viaje pasar una estancia de una temporada en Andalucía me facilita la vida. Me encanta vivir aquí, porque es como vivir en un oasis. Te aporta luz, sol, energía. Siempre tuve en mi mente lo que era el lugar soñado. Ese lugar donde puedes desarrollar todo aquello que te gusta hacer. Me encantan los caballos, el mar, el sol y, por encima de todo, las personas simpáticas, dicharacheras que llevan el disfrute grabado en los genes. Vengo de un entorno en el que expresar lo que sientes, dejarte ver o echar el día son conceptos reprobados. Es un entorno donde reina la austeridad en todos los sentidos, pero sobre todo en el sentido moral. Eso está agrandado por un clima que lo propicia. Se vive de una forma diferente. Tengo que decir que amo mi tierra y la profundidad de los castellanos. Esa claridad meridiana de que lo blanco es blanco y lo negro negro. Esa sensación de que cuando alguien se abre hay una verdad manifiesta con quien se haya propuesto abrirse. Tengo una impronta muy grande de mi tierra en mi carácter. No puedo evitar estar a caballo entre los dos sitios. Los viñedos están allí y sigo muy enraizada a mi tierra.
-¿Por qué Acontia es un vino diferente?
-Por definición, por concepto. Acontia nos hace diferentes. Acontia es un concepto con el que desarrollamos un vino de trago largo para consumidores de hoy. Para las personas que vivimos hoy con intensidad y lo queremos todo. Pensamos en el consumidor a la hora de elaborarlos. Son vinos de coherencia. Sin vinos para los consumidores, los hacemos en para quién es ese vino. Este vino es para un consumidor inteligente, para hosteleros que distinguen a su clientela. Nosotros alertamos constantemente sobre conceptos que creemos que deben desaparecer por incoherentes, ni más ni menos. ¿Cómo se puede tener como vino de la casa el peor vino de la carta? ¿Ese es el vino que te representa? No lo creo. Si alguien se plantea que eso tiene que ser así está en un error. Hoy accedemos a técnicas en la bodega nuevas y otras tradicionales, como puede ser la tracción animal que nosotros empleamos. Somos pioneros en rescatar después de mucho tiempo el empleo de barricas de roble español para el envejecimiento de nuestros vinos. Todas estas herramientas las ponemos en marcha simplemente para llevar el “terroir” a las barras de los bares. Cada uno de nuestros Acontia en sus segmentos tiene que representar un gran vino. Es más, yo trato de hacer el mejor vino en ese segmento. El mejor vino es aquel en el que pones todas las posibilidades de calidad de materias primas y de cualidades que puedas imprimirles a ese vino a través de herramientas en la bodega. No todos los vinos no son iguales. Hay vinos frescos que pasan amorosamente por la boca, por ejemplo, y no necesitan pensarlo todo el rato, con un precio muy competitivo y que lo recuerdas con un gran momento. Democratizamos el vino, porque hacemos vinos de gran calidad a precios muy asumieses. Vinos de alta expresión, frescos, llenos de aromas que te inundan la nariz y la retro nasal. Conseguir hacer unos vinos realmente amables. Unos vinos inteligentes para unos consumidores que saben lo que quieren y así lo demandan sin tener que pagar un alto precio por ello. Acontia es el concepto de hacer vinos para no vinos de. Pensamos el vino y a partir de ahí buscamos las herramientas para llegar a concretar ese vino. Están en medio mundo. Partieron de un concepto de valentía. Son vinos amables para todos tus momentos.
-¿Por qué “La vie en rose”?
-Porque a mí me parece que podría venir muy bien que existiera un vino como este. Me gusta mucho disfrutar. Soy muy disfrutona. Me gusta hacer vinos gastronómicos, que siempre nos estén acompañando. Hay veces que ni el tinto, ni el blanco y piensas que la solución es el rosado. Si a ese rosado le dotas de unas burbujas finas, elegantes, hace que sea un vino que puedes empezar a las doce del mediodía para los que no son cerveceros. Es un vino ideal para aperitivo, pero realmente puede combinar con todo, porque al llevar la profundidad de las uvas tintas y el frescor de un vino blanco lo convierte en un vino todoterreno. Este vino te puede acompañar en la tarde, después de comer. Es toda una experiencia. Donde va triunfa. Es algo increíble. Donde va se agota siempre. Es el penúltimo vino que hemos sacado al mercado y a nivel de ventas es el que más se está vendiendo.Tiene todas las posibilidades gastronómicas. Es un vino para la mañana, mediodía, tarde y noche. Es un vino para todo el día. Permite ver la vida en rosa, como su nombre indica.
-¿Cómo ha logrado triunfar en un mundo de hombres?
-No sé si puedo decir que he triunfado en algo, es opinable, pero en todo caso yo creo que ha sido por inconciencia. No contemplé que me iba a meter en un mundo hasta ahora de hombres laboralmente hablando. Empecé muy joven en esto del vino y solamente tenía muchas ganas de comerme el mundo, tirar para adelante y disfrutar. Ganas de hacer las cosas como entendía que debían estar hechas. Nunca me paré a pensarlo. Empecé a tomar conciencia cuando ya empecé a tener un poquito de triunfo. El resumen de esto puede ser que fue posible porque nunca tuve miedo. Nunca sentí la desigualdad, porque nunca fui consciente de que se podía dar esa situación. Para mí era y sigue siendo natural. Éramos pocas las mujeres que nos metimos en este mundo. En las ferias mis compañeras y yo íbamos juntas. No tener miedo y no ser conscientes de ese paradigma quizás me ha hecho sentirme una más en un medio donde me quise desenvolver. Nunca existió ni siquiera rivalidad. Nunca me he encontrado en ninguna situación en la que, por el hecho de ser mujer, me hayan dejado de tomar en serio.