5 Jun, 2021 | cartas del director

Mario Niebla del Toro Carrión.

Director de la Revista Escaparate        

“La vida no puede girar en torno a los partes del impreciso Fernando Simón”

Mario Niebla del Toro Carrión

 

Mario Niebla del Toro Carrión

direccion@revistaescaparate.com

@niebladeltoro

Foto: Jesús Aldebarán

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Junio acude a nuestro encuentro con esa discreción que le caracteriza en una primavera que llega a su fin para abrir paso al verano. Ese tiempo estival que invita a tomar fuerzas y a despejarnos en una época de prisas y síndrome de Superman, por el que queremos estar en veinte frentes a la vez, que nos deja poco espacio para pararnos y reflexionar. Salimos con esta edición con profunda alegría, pero no ajenos a lo que pasa en España. ¿Qué más necesitamos ver para salir ahí fuera y dar un golpe en la mesa como sociedad? ¿Qué más tiene que pasar para que esta panda sin escrúpulos que nos gobiernan en Moncloa frene esta deriva amoral y apátrida en la que están embalados? Levantémonos de una vez y alcemos la voz para salir del adormilamiento que nos mantiene aburguesados mientras nos arrebatan, mordida a mordida, lo que somos como nación. Poco se habla y mencionarlo aquí debo, aunque sea de pasada, que vivimos días de viejas de visillos que juzgan al vecino disfrutón en un carisma guerracivilista, inquisidores de balcones y mirillas. Hay muchos, cuando pase la anormalidad de la pandemia de este siglo, que no sabrán francamente de qué hablar. Me refiero a los ortodoxos del Covid. Esos que no toleran que haya quienes le cogen las vueltas a la realidad de cifras y de incidencias acumuladas para hacer lo más normal una vida parecida a lo que teníamos hasta marzo del pasado año. Yo en este tiempo, sin abstraerme de la responsabilidad estricta que exige el guión del momento, he intentado huir de la obsesión con el bicho. No he dejado que me deje tocado como veo a muchos de mi entorno y de la sociedad en general. Una de las cosas que he impuesto en mi entorno, con un despotismo amable, ha sido la prohibición de hablar del virus y de sus secuelas humanas y económicas. Me niego en redondo. Siempre he dicho que o aporta o aparta. Llorados de casa. No dejo que el mono tema mine mi ánimo. Para nada serviría. Ni erradico el problema social y sanitario, ni me hago ningún bien emocionalmente. Uno de las grandes secuelas del bicho chino está en el ámbito psicológico. Respeto a quienes se metieron en su cueva hace año y pico, pero pido el mismo para quienes intentamos remendar esta situación rodeándonos de planes y personas divertidas. La vida no puede girar en torno a los partes del impreciso Fernando Simón y el discurso de Su “Sanchidad” el presidente de España. Coletillas como “volveremos”, “cuando todo pase” y “nueva normalidad” están arrancadas de cuajo de mi discurso diario en reuniones, tabernas o en el ámbito familiar. Me da una pereza sólo escucharlas que se me baja hasta la tensión. Entre tanto y a la espera de mi vacuna, vivo la felicidad de lo sencillo: Los paseos a caballo, con mi perro y con la familia elegida que son los amigos. Los abrazos, las risas y las ganas de vivir porque, pese al empeño de la situación que vamos dejando atrás, la vida es un regalo y un estímulo constante para crecer, aprender, gozar y sentir en cada poro de nuestra piel que estamos vivos en su más profundo significado. Junio de 2021 ha llegado para ser una buena ocasión para vivir con la oportunidad que nos da la vida, tras salir airosos de esta cornada general. Vivamos y dejemos vivir. Tan sencillo y tan complejo de asumir. Cada uno que haga en conciencia lo que le dé la real gana, respetando al de enfrente, por diferente que aparente ser. Vivimos en una tierra de película y las noches del verano que se inquietan por llegar son un brindis a la vida y una invitación a ver todo por lo que tenemos que dar gracias a Dios y a la vida. Seamos unos ingobernables socialmente correctos. Seamos auténticos y empleemos nuestras energías en sonreír, semblante sanador que contagia y hace de este mundo un lugar maravilloso donde gastar nuestros días, nuestra vida. Me despido en un hasta pronto con el deseo de que estas palabras que aquí vierto sean un acicate que le haga cambiar el chip. ¡Por la vida! 

 

 

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