Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“El hijo del carpintero y de María recorrerá nuestro interior como cada primavera para hacernos despertar de esta ensoñación kafkiana que han sido estos dos años”
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@niebladeltoro
Foto: Aníbal González
Llegaron las igualás y mudás a su epílogo solemne. Ensayos y retranqueos agotados. El racheo desde gastadores a la alegre Gandinga de la Roma repasó de la Resolana a la Feria. Pavías de bacalao, espinacas con garbanzos, pestiños y torrijas de miel reposaron en las fuentes prestos al paladeo. Las bandas concluyeron sus ensayos y los barriles taberneros agotaron una tras otra sus cuentas cerveceras y de olorosos del marco de Jerez. Noches de priostías y montajes de cultos llegaron al punto y final del derroche barroco efímero. Las palmas esperan su hora precisa anunciando la entrada del bendito Loco que sobre un burro cambiará para siempre la historia de la humanidad. La cera quedó fundida y las velas rizadas simétricamente asimétricas para rematar los palios de Sevilla. Vía crucis, quinarios y septenarios nos dejaron ir en paz. Comidas de fraternidad, palabras, homilías concluyeron. Los palcos de San Francisco pregonaron con un mes de ventaja que todo volvería a ser. Costales, capirotes, dalmáticas y albas almidonadas se colgaron a la vista de todos. Mantillas y peinas, túnicas y nagüetas salieron de sus cajones y cajas con papel de seda y plumas de avestruz. La flor fue cortada y el traje regresó del tinte. Todo está dispuesto. La Semana Santa vuelve a la versión de siempre, con más ganas que nunca. Ansiosos por encontrarnos de frente con misterios, crucificados y dolorosas triunfantes recordándonos la semana de pasión, muerte y resurrección del Mejor de los nacidos. Escaparate también vuelve al papel dos años después de lo vivido para plasmar nuestra visión de esta semana mayor que marca el pulso de una ciudad y si me apura el carácter de los propios sevillanos todo el año. Vuelvo a sus manos con la ilusión de un tramo de la Borriquita, oliendo a nuevo, a estreno de un Domingo de Ramos. La rampa que han supuesto estos dos años nos traerá de nuevo al Salvador de nuestras vidas. Nuestras estrechas calles y avenidas volverán a verse perfumadas de los Tres Reyes para anunciar que la muerte no es el final. Los barrios y el centro de la vieja ciudad se fundirán entre saetas y balcones de casas que reciben como si nada hubiera pasado. Todo cambió para seguir siendo, para seguir sintiendo. Nuestra ciudad es una forma de vida y su Semana Santa es su más bella versión. Silencios que no se pedirán. Aplausos espontáneos que brotarán. Vivas y toques de martillo en las noches de la primavera más universal. Desborde de naranjos coronan un nuevo crepúsculo con sabor a siempre y que nos une con los que un día se fueron a la cofradía eterna. Estas páginas estarán a su lado en el retorno de los titulares de medallas, estampas, cuadros y hasta en tatuajes de la periferia. La poliédrica ciudad hará gala de su mestizaje social que la hace tan rica y exótica, única. Espartos, sandalias con hebillas de plata, capas y manoletinas dispuestas como en un bodegón casero esperan la estación dulce de penitencia. No puedo negarle la alegría que siento porque todo vuelva a las calles y plazas que huérfanas quedaron por un enemigo invisible. Sin perder de vista el sentido que tiene de conversión, sacrificio y recogimiento y que debe significar en cuanto al alma se refiere. Esta será de nuevo como una primera Semana Santa que nos acercará a la verdad y la vida, al mensaje, al Dios hecho hombre. El hijo del carpintero y de María recorrerá nuestro interior como cada primavera para hacernos despertar de esta ensoñación kafkiana que han sido estos dos años. La nebulosa de prohibiciones, suspensiones, cierres y confinamientos llegan a su fin de fiesta sin gracia alguna para traernos la mismísima vida que paradójicamente la trae la muerte de un justo, de un Mesías, Rey de Reyes. Suene Madrugá, Campanilleros, Amargura, Coronación, Bulería de San Román, Rocío y Callejuela de la O y que se escuche desde Pino Montano a Heliópolis, desde Triana y Los Remedios al Porvenir y el Polígono San Pablo. Cornetas y tambores, oboe, trombón, flauta y platillos atinen al paso del Rey de los Judíos. Vuelve la Semana Santa. Días de gozo y de hurgar en nuestros adentros. Exprímanlos. Me alegro de volver a verle. ¡Viva Sevilla! ¡Viva su primavera!