La Iglesia de Sevilla en el último medio siglo no se entendería sin la figura del Cardenal Fray Carlos Amigo Vallejo. La ciudad y su Archidiócesis lloran la perdida de este príncipe de la Iglesia, hombre recio, planta de caballero y transformador en un tiempo de cambios.
El cardenal Carlos Amigo Vallejo (Medina de Rioseco, falleció este pasado 27 de abril a los 87 años en el Hospital Universitario de Guadalajara como consecuencia de una insuficiencia cardiaca debido a las complicaciones derivadas de una rotura de cadera y un posterior encharcamiento de pulmones del que
tuvo que ser operado hace unos días. Con el finaliza un ciclo glorioso en la Iglesia de Sevilla. Medio siglo de fundamental para entender los cambios y avances de una Archidiócesis que
abrazo en 1982 y que pastoreó hasta 2009.
Su muerte ha dejado un hondo pesar en Sevilla, donde su recuerdo seguía vivo a pesar de no ser emérito desde hace trece años. Claro ejemplo es la calle que el Ayuntamiento de Sevilla rotuló en un tramo simbólico de la calle Placentines a su nombre. Aquel día, emocionado dijo a todos: «Ustedes me dedican una calle, yo les tenía una plaza muy grande en mi corazón». Por su parte, años atrás, el Ayuntamiento le nombró Hijo Adoptivo en 2007 mientras que la Diputación lo hizo como Hijo Predilecto en 2011.
Su agenda no se frenó hasta el último día presidiendo numerosas funciones principales de las hermandades, a las que siempre apoyó y quiso en las que se convirtió en el principal precursor de su modernización y la integración plena de las mujeres. Ahí estuvo su gran logro con las cofradías gracias al
impulso de las Normas Diocesanas de 1997 que igualaban el derecho de las mujeres a los hombres en este sentido.
TALANTE Y PRESENCIA
Como bien lo ha descrito estos días el historiador José de León: “Dotado de carisma y tocado con un nombre que era una declaración de intenciones. Lo tenía todo para marcar época: voluntad de evolución y un apellido contundente para darle título, Amigo. Una marca. En la ciudad de la religiosidad popular, fue lo que debía: un popstar más que un arzobispo. Y no por ganas, sino porque tenía ese don natural del estrellato. Para muestra la cantidad/variedad de fotografías y eventos con los que hoy se le recuerda. De no haber sido clérigo, tenía voz, guapura y planta para completar con Larrañaga y Parra el triunvirato de los galanes del cine patrio. Extremó la idea conciliar de una iglesia abierta, renovó mentalidades, inculcó conciencias culturales y ponderó el entusiasmo como valor el alza. En ninguna ciudad de Europa se habla del concepto “coronación canónica” con la familiaridad que se trata aquí. No es una anécdota ni algo concreto, sino un ejemplo del impacto popular de un ídolo que hizo de cuestiones religiosas y litúrgicas algo cotidiano y “nuestro”. Una figura que, aún en vida, ya era historia e icono de Sevilla y que ahora entra en esa dimensión de lo mítico. Hombre de gran talante, gobernó con mano izquierda la Iglesia de una ciudad en transformación física y hasta mental. Sevilla se modernizó de la mano de Amigo Vallejo, un arzobispo que mantuvo siempre unas magníficas relaciones con los poderes públicos, ya fueran conservadores o progresistas, y con la Familia Real. De voz rotunda y un discurso cautivador, este hombre esbelto cuya presencia imponía cuando aterrizaba en cualquier acto mantuvo ese halo distinguido hasta
el final, aparentando una salud de hierro pese a que en los últimos años había sufrido serios achaques”.
Por otro lado, el periodista Javier Macías recordaba en su obituario publicado en ABC que “en una entrevista reciente con ABC, coincidiendo con la rotulación de la calle a su nombre, definía cómo había sido su paso por Sevilla: «Yo a los castillos subí y a las cabañas bajé, y recuerdo la primera visita al
Polígono Sur, que tenía fama de conflictivo y, sin embargo, me recibieron con un cariño enorme». Porque fray Carlos Amigo Vallejo se encontraba a gusto y se volcaba tanto en barrios como Torreblanca como en Los Remedios. Esas dos ‘sevillas’ las supo manejar a la perfección y fruto de su adaptación y comprensión de las particularidades de la ciudad encontró el camino para que, 40 años después de su llegada tras ser designado por Juan Pablo II, haya recibido el amor recíproco de los sevillanos”.
Hombre culto que llegó a estudiar Medicina y que lo abandonó para ingresar en la Orden de San Francisco. El cardenal Amigo fue un hombre letrado, que llegó a estudiar Medicina, una carrera que abandonó para ingresar en el noviciado franciscano. Era hijo de médico y primo del psiquiatra y escritor Juan Antonio Vallejo-Nágera. Con 20 años entró como noviciado en la Orden de Hermanos Menores y fue ordenado sacerdote en julio de 1960. Estudió en Roma Filosofía, y, posteriormente, en Madrid, se licenció en Psicología. También obtuvo el título universitario en Teología, por el Seminario de Santiago de Compostela, ciudad donde en 1970 fue nombrado provincial de la orden franciscana.
En 1973, el Papa Pablo VI le nombró arzobispo de Tánger en un momento clave en las relaciones entre España y Marruecos. Como destaca Macías, “su perfil político le llevó a participar como delegado de la Santa Sede en el Seminario de diálogo interreligioso Islamo-Cristiano, actuando como mediador en algunos conflictos y potenciando el ecumenismo”.
EL PAPA EN SEVILLA
Quizás fuera una de las estampas icónicas de su pontificado. Con 48 años, el 22 de mayo de 1982, Juan Pablo II firmó la bula por la cual le nombraba arzobispo de Sevilla, en sustitución del cardenal José María Bueno Monreal. Nada más llegar organizó la primera de las visitas que el hoy santo pontífice hizo a Sevilla con motivo de la beatificación de Sor Ángela de la Cruz. Fue en noviembre de 1982, cuando el Santo Padre presidió una misa multitudinaria en el campo de la Feria y visitó la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz, alojándose en el Palacio Arzobispal.
Años de transformación de Sevilla por los fastos de la Exposición Universal de 1992 sirvieron también para modernizar la Archidiócesis de Sevilla, durante la cual se organizó la mayor muestra de la historia contemporánea de la Iglesia en Sevilla, como fue la ‘Magna Hispalensis’.
En 1993, volvió a recibir la visita de Juan Pablo II con motivo del Congreso Eucarístico Internacional que se organizó en la capital. La importancia que había ido ganando fray Carlos Amigo en la Conferencia Episcopal le llevó a mantener unas extraordinarias relaciones con la Casa Real, hasta el punto de que, el 18 de marzo de 1995, ofició la boda de la infanta Elena con Jaime de Marichalar en la Catedral de Sevilla.
El terrorismo de ETA también marcó su trayectoria en Sevilla con con los asesinatos del concejal Alberto Jiménez-Becerril y su esposa, Ascensión García Ortiz, así como del médico militar Antonio Muñoz Cariñanos, el papel del por entonces arzobispo fue relevante en la esfera pública, con homilías durante los funerales en las que pidió unidad a los políticos y el fin del terrorismo, discursos en los que deslizó una denuncia por el amparo que cierto sector de la Iglesia vasca ofrecía a la izquierda abertzale.
El Papa lo renovó en 2000 en su cargo como miembro de la Pontificia Comisión para América Latina, un continente donde mantuvo una gran influencia hasta el final, viajando de forma constante como conferenciante. También fue designado miembro del Pontificio Consejo para la Salud. Fue el paso previo para que, sólo un año después, el 28 de septiembre de 2003, Juan Pablo II lo crease cardenal, un nombramiento que se oficializó el 21 de octubre durante una eucaristía en el Vaticano, recibiendo entonces el título de la iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles en Roma.
Ha participado en el cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo II, que falleció el 2 de abril de 2005. En 2013, participó también en el cónclave para elegir al Papa Francisco. Se marcha un icono. Descansa en Paz, Amigo de Sevilla.
Texto: Javier Comas