El Aljarafe sevillano cuenta desde hace cuatro años con un vecino muy especial. Miguel Caiceo, icono de la televisión de los 90, cómico y actor. Saltó a la fama encarnando a “Doña Paca” en los platós de Tele 5 de la mano de Emilio Aragón. Alumbró a un arrollador personaje que, sin embargo, no debe ocultar a la persona. Es decir al Miguel Caiceo que soñaba con la fama cuando se marchó con 20 años a Madrid para hacer teatro, oficio que combinó con el de anticuario en el Rastro.
Caiceo había empezado a amar las antigüedades en el Palacio de los condes de Santa Coloma, frente al que nació. También, comprando sus primeros objetos en el Jueves de la calle Feria. Una afición, el coleccionismo, que se convirtió en una manera de sentir el arte, de atesorarlo y desarrollarlo en proyectos de interiorismo. Caiceo se considera seguidor de Parladé, Paco Muñoz, Lorenzo Castillo, Pascua Ortega, el belga Axel Vervoordt o los sevillanos Javier González Sánchez-Dalp y Amaro Sánchez de Moya. Todos ellos han sido decoradores de distintas generaciones y estilos en los que ha encontrado motivos para inspirar los rincones de sus viviendas.
A lo largo de su vida ha tenido pisos en Madrid, Chipiona, una casa del XVII en un antiguo adarbe sevillano, un dúplex en un corral del XVIII de la Alfalfa y un antiguo molino en Begíjar, en Jaén. Todas sus casas tienen o han tenido el sello de su buen gusto, de su capacidad para llenar los espacios sin que reine el caos, su ingenio para crear bodegones y que haya armonía entre los objetos. Espacios singulares que recorrer sin que la mirada, jamás, se aburra.
“Qué bonito es vivir rodeado de belleza”, le habrán oído decir a Miguel los que lo conocen. Y, en cierta medida, el arte es para este coleccionista un alimento diario al que recurrir y en el que escapar.
En una ocasión, un amigo le preguntó:
– “Miguel, ¿qué era lo que tú no coleccionabas?”, dando a entender que era más fácil enumerar aquellos objetos que no buscaba porque, en definitiva, le gustaba coleccionar casi de todo.
Su colección abarca todos los tiempos y todas las épocas. De Roma a Luís Gordillo. De Medina Azahara a Salinas.
Ahora está reuniendo todas sus piezas en un solo hogar. Un lugar en el que condensar una afición que le ha valido para crear belleza en los espacios, habitaciones barrocas con un horror vacui por necesidad… porque hay mucho que colocar.
En 2018 se mudó al Aljarafe, sacrificando la belleza del centro de Sevilla donde vivía pero buscando el espacio y las dimensiones que a un precio razonable las casas de la cornisa de Sevilla le podían ofrecer.
– “Me encantaría vivir en el Palacio de las Dueñas. Pero ¿quién se puede permitir eso?”, bromea.
Por eso decidió hacer una mudanza de varias semanas. Dieciséis furgonetas de alta capacidad hicieron falta para trasladar todos sus muebles, enseres y piezas de su colección hasta su nuevo hogar. Posteriormente, cuatros años – con una pandemia de por medio – abriendo cajas, catalogando libros, ordenando objetos, y colgando cuadros. La última alcayata sobre la pared se clavó hace unos días pero se seguirán clavando hasta que solo quede hueco en el techo.
LA CASA
El nuevo hogar de Miguel Caiceo es una casa de dos plantas del XVIII que fue, profundamente, reformada en los años 20 y a la que se le incorporó cerámica de Mensaque en su planta baja y suelos hidráulicos. La aportación de Miguel Caiceo ha sido la creación de dos porches o galerías y, sobre todo, haberla llenado de arte.
Entrada y comedor
Desde el zaguán, toda la entrada hasta el distribuidor donde parte la escalera está plagado de pintura religiosa. Un San Antonio de Carreño de Miranda, una Santa Faz del taller de Zurbarán o un San Miguel de Juan de Espinal se mezclan con una preciosa colección de niños Jesús pasionarios, cargando con atributos de su martirio. La pintura del XVIII es una constante en la colección de Miguel Caiceo adquirida entre Sevilla y Madrid.
La entrada comunica con un comedor cuya alacena principal aloja una importante colección de porcelana destacando numerosas piezas de Compañía de Indias. Una mesa cuajada de libros bajo una lámpara de velas Napoleón III queda envuelta por una combinación de lienzos que mezcla obras con más de
tres siglos y arte contemporáneo. Caiceo refrescará siempre las paredes de sus casas, cargadas de antigüedades, con obras de nuestro tiempo: pintura abstracta, collages o pintura geométrica.
El salón de la Gitana
El Palacio de Dueñas alberga desde hace años “El Salón de la Gitana”. Se llama así una sala de baile a la que le da nombre una escultura del valenciano Mariano Benlliure que representa a una mujer de raza gitana. Por emulación, Victorio & Lucchino bautizaron así uno de los salones de su casa en el campo. Tanto la Duquesa como los diseñadores han mantenido un contacto estrecho y de cariño con Miguel por eso los amigos del humorista no dudaron en bautizar a una pequeña salita de su casa como “El Salón de Gitana” por reunir en ella una colección de costumbrismo en su interior. En efecto, en esa sala Caiceo ha dispuesto lo mejor de su colección de arte andaluz y español de los siglos XIX y XX en el que se mezclan obras de Hohenleiter, García Ramos, Arpa, Emilio Sala etc. En uno de los muros, un enorme armario francés con un armero en sus costados alberga una colección de objetos antiguos con Vírgenes del Pilar, tallas, cerámica blanca, misales, relicarios etc.
El porche, la galería y la capilla
La cerámica y el barro se convierten en otro de los elementos imprescindibles que articula esta casa andaluza. Tinajas, orzas, botes de farmacia, platos de Manises, jarras de Alcora… Todos ellos se concentran en un porche convertido en el lugar preferido para recibir visitas por su amplitud y porque en él Miguel ha creado dos espacios para favorecer la conversación con sillones, escaños, sillas etc. Llama mucho la atención el muro que preside un lebrillo de Triana del XVIII con un motivo ecuestre y que está rodeado por casi una veintena de piezas modeladas entre este barrio y el de Fajalauza (Granada).
La casa cuenta con dos patios que comunican con diversas estancias. Una de ella es una galería en la que se repiten las constantes del coleccionismo de Miguel Caiceo: Pintura antigua, arte contemporáneo, cerámica, alacenas y mesas del
XVII llenan esta sala que bien podría denominarse la “Galería de los morteros” por albergar una colección de medio centenar de estas piezas.
Se trata de una galería de nueva construcción aprovechando una “L” que dibujaba el jardín y que desemboca en un segundo patio en el que hay una pequeña alberca y la capilla.
Para la capilla, Miguel convirtió un pequeño almacén en un coqueto oratorio donde se mezcla piezas de arte popular – grabados o crucifijos de reducido formato, principalmente – con obras sublimes como un gran lienzo de la Sagrada Familia de la escuela de Murillo o tallas como un San Cayetano barroco que
preside el altar.
La Biblioteca y el dormitorio
Dijo Arturo Pérez Reverte que “una bliblioteca no es un conjunto de libros leídos, sino una compañía, un refugio y un proyecto de vida.” Miguel Caiceo hizo de la planta superior de su vivienda, su refugio y, en cierta medida, un proyecto de vida dedicado al conocimiento. En ella almacena libros. Más de 6.000 volúmenes de arte, historia y decoración; las tres pasiones de este cómico que ha rebuscado durante años en librerías de viejo y mercadillos. Los ejemplares se distribuyen por temas en un espacio mágico que invita a relajarse con un buen libro o, unicamente, disfrutar de un salón plagado de objetos singulares: bronces del Grand Tour, cuadros de temática religiosa, retratos decimonónicos, grabados, una colorista colección de bolas de escaleras o tallas del Niño Jesús.
Para su construcción, Miguel unió varias habitaciones y derribó el falso techo que le permitió descubrir la altura original de la estancia. Altos techos soportados con vigas de madera que aumentan las posibilidades de decorar y llenar los espacios.
La biblioteca comunica con el dormitorio principal de la casa marcado por dos aspectos: el primero, una cuidada colección de arte contemporáneo que conforman la pared del cabecero de la cama con obras de Miró, Pérez Villalta, Alberto Corazón, Carmen Calvo, Pepe Duarte… El segundo, un magnífico tapiz del
XVIII de Aubusson sobre un escritorio que le aportan elegancia a la estancia. El dormitorio comunica con el vestidor y el baño decorado con una amplia colección de desnudos masculinos, principalmente, academias del XIX.
SU ESTUDIO
Cuando, después de 30 años, Miguel Caiceo dió por cerrada su etapa en Madrid y regresó a Sevilla, estaba convencido que quería empezar a desarrollarse como pintor. Una inquietud que había tenido alojada desde hacía años pero que, hasta fecha, sólo se había manifestado como un deseo.
Fue entonces cuando comenzó a dibujar por su cuenta, a experimentar con los colores, a realizar abstracciones y collages. Aprendió las técnicas del oficio con Ricardo Suárez y, con el tiempo, Caiceo ha logrado hacerse un hueco en el ámbito de la pintura contemporánea local.
Lo demuestran sus exposiciones en el Ayuntamiento de Sevilla o en el Rectorado de la Universidad Hispalense o que haya llevado su obra a otros puntos de la geografía española.
Por eso, en su nueva casa Miguel tenía claro que quería un estudio para trabajar. Una estancia de grandes dimensiones, luminosa, con acceso desde el patio y que le sirve para exponer una selección de su pintura.
El estudio, como el de Sorolla, comunica con un patio lleno de plantas y azulejos de Triana de distintos siglos. Suena el agua de la fuente que brota de la boca de un león y, al fondo, un limonero lleno de frutos. Sin dudas, Caiceo ha logrado reunir en esta casa del Aljarafe sevillano, no sólo su colección, también sus pasiones, sus inquietudes y la búsqueda constante de la belleza como forma de vida.
Texto: José Antonio Rodríguez
Fotos: Gerardo Morillo