En estos últimos tiempos en las que tanto se habla de la lengua española, de oficialidad y cooficialidad para arriba y para abajo hay que plantearse que la lengua es, como dijo en su día Nebrija, “compañera del imperio” o, más actualizado, “lengua compañera de la sociedad”
El panorama era el siguiente: tuvimos la generación del 98, la del 14, la del 27, la del 36, la de los 50 y lo ‘novísimos’ (las más señaladas), volvimos a tener un buen amago de explosión cultural renovadora con la famosa y arrasadora ‘movida madrileña’ y, tras eso, nada. En los últimos años del segundo gobierno democrático, nada; en el de tercero, tres cuartos de lo mismo; llegaría el cuarto e impondría la “pijocultura” o “cultura de escaparate” con su “clan de la Zeja”, que no se nos olvide que todos esos ya comían de la música y la cultura desde mucho antes, o sea, que, en el fondo, nada. Vino el gobierno anterior a este y directamente ni pisaron la Real Academia, y ahora seguimos con la inercia de nada y, encima, castigando el español.
Y aunque parezca que esto de la cultura no tiene nada que ver con lo que decía al principio, es justo al contrario: cuanto más castigamos nuestra lengua, más se empobrece la cultura y cuanto más se empobrece la cultura, menos democrática puede ser una nación.
No nos damos cuenta de que el mayor activo y exponente que tenemos en España es nuestra lengua. Gracias a ella pertenecemos a la patria mas grande del mundo: el español.
El idioma más hablado del mundo es el chino mandarín, pero por la sencilla razón de que el número de chinos que hay en el mundo es enorme; porque el que en más lugares se habla es el español. Gracias a Dios, tenemos el Instituto Cervantes para dar cuenta y patrocinio de estas cosas porque si no, no sé qué sería de nosotros.
Hemos de defender nuestra lengua a capa y espada porque es lo mejor que tenemos. Cuando Colón descubrió América, lo que llevó en sus barcos y en sus hombres fue la lengua, y, a través de ella, las universidades y la educación. La colonización, evidentemente, tuvo sus luces y sus sombras, pero los que hoy nos venden sus Macs, sus Iphones, sus Windows y sus anglicismos, masacraron a los indios tiempo atrás amparándose, primero en el ‘God save de Queen’ y después en los ‘confederados’; mientras España llevaba, a pesar de las muertes, que las hubo, el mestizaje, el ‘Rodríguez’, el ‘López’, el ‘García’ y, por supuesto, otra vez, las universidades.
Y no nos damos cuenta de que nuestra verdadera patria no es España, o Cataluña, o Andalucía, o Canarias; nuestra verdadera patria es la que hace a argentinos, cubanos, chilenos, nicaragüenses, españoles, valencianos, gallegos, guineanos etcétera, HERMANOS.
No nos damos cuenta de que nuestra verdadera patria es la que va desde Berceo a García Montero pasando por Quevedo, Ruíz Zafón, Cernuda, Lorca, Góngora, Muñoz Seca, Garcilaso, Cortázar, Alfonso X, Borges, Bécquer, Unamuno, Pérez Galdós, Lope de Vega, Delibes, Juan Ramón, Darío, Martí, Almudena, Sor Juana, Alberti, Santa Teresa y San Juan, Benavente, Rosalía de Castro, Cela, Miguel d’Ors, Carmen Martín, Carmen Laforet y tantos y tantos que me dejo en el tintero.
Nuestra patria es la que tiene como héroe a Cervantes, el que venció a Shakespeare; a Sancho, el que venció a Hamlet; a Alonso Quijano, el que venció a Romeo; a Dulcinea, la que venció a Julieta.
Texto: Enrique Galán Gómez