“No te pareces a nada y eso no hace más que acrecentar este noviazgo que nos funde y confunde en una especie de creencia filosófica, casi religiosa, con la que nos elegiste para nacer y morir en tus filas”
Salgo de noche al encuentro de tus callejuelas, buscando en cada adoquín el misterio de siglos que guardan tus calles. Me dejo embriagar por el aroma de tus plazuelas más recónditas con regusto de siempre, en un afán por comprender de qué manera me hiciste tuyo desde que mi mente alcanza. Intento descifrar en el trasiego de estos días gloriosos, entre el gentío o en la soledad de la madrugada de vuelta de una mala noche, desafiando a los relojes del tiempo. Me sumerjo en tus mañanas en ese despilfarro de azul cielo y de sol como montera en todo lo alto, con el objeto de resolver la quimera por la que me enamoré de ti perdidamente hasta la mismísima locura. Me adentro por capillas y altares, tabernas y mentideros, repletos en el exceso que sólo tú armonizas como nadie y nada en el mundo entero. Observo con los ojos abiertos de par en par, embelesado en el rastro del incienso cada día, dejando morir la tarde, secundada por un fondo de gallarda trompetería de cornetas y tambores, haciendo cábalas del por qué y de la medida de mi desmedido amor a ti. No sé cuál será mi punto final tras el que no habrá un punto y seguido. Presumo que será tu nombre lo último que pronuncien mis labios. Siendo mi querer una majadería, no encuentro el inconveniente de sentirlo hasta las mismas trancas. Podía no haber nacido aquí. Sin embargo, Dios así lo quiso. Estos días de pavías de bacalao candente, croquetas, pescaíto frito, helada manzanilla y tertulias de ayer y hoy los concibo como un caldo de cultivo que alimenta este romance de valentía que me tiene a ti atado hasta el día que me vaya al jardín definitivo, al campo de los calladitos. Llega la primavera y su estallido sensorial, fiel al calendario emocional de nuestras almas, para hacerte más guapa, más tú, más y más, si cabe. Si algo eres, eso es, más, siempre más y mejor que nunca. Eres mocita que, aun manteniendo reflejos de siglos repujados de historia, sigues siendo adolescente en su primera Semana Santa. Siempre eres estreno y olor a nuevo, aunque huelas a toda la vida. Te encuentro en lo espiritual y en lo mundano. Te sueño despierto cada día contagiado de tu magia, de tus formas, de tus maneras. No te pareces a nada y eso no hace más que acrecentar este noviazgo que nos funde y confunde en una especie de creencia filosófica, casi religiosa, con la que nos elegiste para nacer y morir en tus filas. Repican las campanas en días de gozo, de recogimiento en multitud callada, silencio sepulcral extasiando a una marea humana que inunda compases, callejones, pasajes y plazas. No te negaré, porque entre nosotros sólo cabe la verdad con el corazón en la mano y en un puño, que me tienes alerta, expectante, inquieto, sobresaltado por lo que compartimos tú y yo en estos días que se fueron, que vivimos y que exprimiremos en torno a ti. Alfa y omega de la bohemia, vida con balcones rebosantes a la calle, bocanada de aire puro con la misma métrica de todos los siglos de todos los que sucumbieron a tus encantos. Eres ungüento que alivia, maná hecho materia. Perdición y delirio. Sonrisa espontánea de tu gente, vieja torre que vigila un puente. Fría caña que sabe a Sol de España. Velázquez y Murillo, León y Quiroga. Comedia de los Álvarez Quintero. Las Dueñas y los Machado. Poesía de Bécquer y luto por Joselito. Tierra sobre el aire. Tesoro de dos orillas. Azulejo de dolorosa. Belmonte en el puente y leyenda de Don Juan. Desposorio del emperador. Victoria Eugenia de mantilla y a caballo por el Real. Agonía de un gitano crucificado y música de Albéniz, pero además Carmen de Merimée y Bizet. Ópera y verso, pintura y melodía. Eres el 27 de Aleixandre y Cernuda. Letra de Pareja-Obregón y su aroma de clavellinas, gracia y seseo, juerga y jaleo. Eres olé, menta y canela. Manos de Coral. Cuna de marfil de Trajano y Adriano. Lamento de Sánchez-Mejías. Manoletinas de cofradía o de cuadrilla. Capote, albero, pregón y cartel. Calentitos con café o chocolate. Chicharrón de Roiz o vermú con sifón de Morales. Invicta reina de las vísperas y de lo efímero. Rosario y cruz al hombro. Palacio, corral de vecindonas y niño jugando al toro. Librea, carráncano, seise y alguacil. Custodia de Roma de plumas blancas. Eres tópica y típica, pero además universal. Palmas por Ramos, Palma de silencio blanco y palmas maestrantes de Resurrección. Eres la sinrazón y, en cambio, la razón de ser, porque, Sevilla, eres piropo de abril.