Nombrar esta fiesta es hacerlo de manera inevitable sobre Sevilla. En 1208 se funda en Lieja esta celebración que venera el Cuerpo de Cristo con el boato tardomedieval de la vieja Flandes, en el siglo XV, los historiadores encuentran las primeras referencias sobre una tradición que hoy es una bandera de una ciudad que se viste de gala sesenta días después del Domingo de Resurreción.
La palabra ‘Corpus Christie’ proviene del latín, y significa ‘Cuerpo de Cristo’ o ‘Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo’. Es la fiesta por excelencia de la Iglesia Católica en la Sevilla del Siglo de Oro y muchos mantienen esa importancia hasta nuestros días. Su fundamento se basa en proclamar la fe en Jesucristo, presente en el Santísimo Sacramento poniendo como epicentro el octavo jueves después al Domingo de la Pascua.
Esta festividad tiene origen medieval. A finales del siglo XIII surge en Lieja un movimiento eucarístico que da origen a ritos en torno al Santísimo Sacramento. Entre ellos destaca el uso de las campanillas durante la elevación en la misa, la exposición y bendición con el Santísimo, o la celebración del Corpus.
Uno de los nombres propios del Corpus se encuentra en la beata Santa Juliana de Mon, que tuvo una visión referente al mayor culto del Sacramento de la Eucaristía en 1208. Posteriormente será en 1246 cuando el obispo de Lieja apruebe la celebración del Corpus Christie en su diócesis y, finalmente, el papa Urbano IV redacte la bula “transitorius de hoc ,mundo,”, donde hace extensiva la celebración de la festividad a toda la Iglesia Universal.
SU INTRODUCCIÓN EN SEVILLA
En Sevilla, las primeras noticias documentales del siglo XV se encuentran gastos de estas fiestas que se sufragaban por los cabildos de la ciudad, el civil y el eclesiástico: el Ayuntamiento y Cabildo de la Catedral. Para ello, y como sucede en la actualidad, la ciudad se engalanaba de forma especial para la celebración. A medida que avanzaban los siglos, la fiesta del Corpus Christi en Sevilla irá adquiriendo importancia artística y social en un Siglo de Oro que convirtió a Sevilla en el epicentro del poder del mundo. La fiesta reunía a todas las fuerzas vivas de la ciudad entorno a esta celebración, en la que el pueblo llano también ganaba importancia. Para tal ocasión “se limpiaban las calles y por el recorrido de la procesión se esparcían hierbas aromáticas como romero y mejorana. Las calles también eran adornadas por el cabildo y los vecinos de forma muy activa (altares, figuraciones, etc.)”. Para el recorrido de la procesión del Corpus Christi, se barrían la calles, se arreglaban las fachadas de las casas, ese recorrido se toldaba… Los toldos son muy importantes, significan la llegada del verano, la llegada del calor pero el toldo va más allá, no es tanto para quitar el calor sino para sacralizar el recorrido, “la calle se hace templo”, como señala el historiador Manuel Molina.
«TRES JUEVES HAY EN EL AÑO QUE RELUCEN MÁS QUE EL SOL: JUEVES SANTO, CORPUS CHRISTI Y EL DÍA DE LA ASCENSIÓN».
Es la frase con la que se define esta celebración y que está anclada en la mente del sevillano. La documentación conocida de 1426 relata la ausencia casi total de imágenes procesionales. En ellas estaban Las Santas Reliquias, La Roca, y un arcón que simbolizaba el recuerdo del antiguo Arca de la Alianza, entre otros. El centro lo ocupa, como es natural, el Cuerpo de Cristo, contenido en un arca, llevada sobre andas, que luego, en 1587, es sustituida por la custodia procesional de Arfe que procesiona hasta nuestros. En 1477 se conoce que asiste al Corpus de Sevilla la Reina Isabel la Católica y desde comienzos del siglo XVI empieza a generalizarse en toda la Archidiócesis de Sevilla el establecimiento de hermandades Sacramentales, que tienen como fin específico el culto a la Eucaristía. El origen de éstas corporaciones se encuentra en Doña Teresa Enríquez, conocida popularmente como «La Loca del Sacramento». Doña Teresa, que acompañaba al Rey Fernando de Aragón en su visita a Sevilla en 1511, fundó Hermandades Sacramentales en varias parroquias de la ciudad, como San Lorenzo, San Salvador, San Vicente, El Sagrario de la Catedral o San Isidoro.
Como relata el portal Patrimonio de Sevilla, “en 1511, el Rey Fernando el Católico acude a la procesión Eucarística sevillana, siendo en 1532 cuando se llega al acuerdo del recorrido, el cual se mantiene hasta nuestros días. Con motivo de las fiestas del Corpus se organizaban bailes y danzas, que fueron prohibidos por el Consejo de Castilla en 1533 y en 1780, por Real Cédula de Carlos II, se prohibieron los gigantes, tarascas y danzas, conservándose exclusivamente los actos religiosos y procesionales. Estas prohibiciones no lograron erradicar la costumbre popular. Todos los elementos de la procesión se prestaban a múltiples lecturas simbólicas, unas tomadas por analogía con las entradas triunfales de los Reyes, otras por transposición de los ritos y ceremonias que rodeaban el Arca de la Alianza, y otras, que recordaban la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Es cierto que las ciudades se limpiaban y engalanaban a la llegada de los Reyes, a los que se recibían con festejos populares, danzas, representaciones simbólicas, como los del recibimiento de Felipe II en Sevilla, el año 1570. La procesión del Corpus se nos muestra como un montaje escénico religioso, destinado a resaltar al Santísimo Sacramento. La procesión reúne a toda la sociedad, ordenada y jerarquizada en sus principales instituciones: el clero, el gobierno municipal, los gremios, las hermandades, etc. En esta época, las calles ya se cubrían de hierbas olorosas y, con un nutrido acompañamiento de velas y hachones, el Cabildo Eclesiástico costeaba una urna de madera sobre andas adornadas de ángeles, dentro de la cual era llevada la Eucaristía. La noche anterior o en la misma mañana, se alfombra el suelo con juncias y con otras hierbas aromáticas, como el arrayán, el tomillo, el romero, la lavanda, el poleo, etc. cual era llevada la Eucaristía. La noche anterior o en la misma mañana, se alfombra el suelo con juncias y con otras hierbas aromáticas, como el arrayán, el tomillo, el romero, la lavanda, el poleo, etc.
Ya en nuestros días, el Corpus es una fiesta que engloba a todas las hermandades, órdenes religiosas y estamenos civiles, eclesiásticos y militares de la ciudad. Una fiesta imprescindible en el calendario de Sevilla.
Texto: Bosco León