Ignacio Sánchez de Ibargüen Benjumea
Conde de Miraflores de los Ángeles y empresario agrícola
Es Conde de Miraflores de los Ángeles, sobrino del poeta Fernando Villalón, garrochista – tricampeón de España en esa disciplina-, empresario agrícola y fue hermano mayor del Rocío de Triana. De todos esos “títulos”, posiblemente, del que más orgulloso se siente es el de haber sido esposo de María del Carmen Esquivias García del Cid. Ella se marchó hace dos años pero su recuerdo sigue vivo en sus hijos y en cada palabra que pronuncia Don Ignacio.
A él le gusta estar cerca de la gente sencilla quizás porque, a pesar de título y linaje, él es uno más del pueblo. Pocas cosas le emocionan tanto como que alguien le recuerde que, bajo su mandato, se hizo hermano del Rocío de Triana. O que sus trabajadores del campo le sorprendan con un bizcocho poblado de velas para celebrar que ya son 83 años los que cabalgan en el dni.
Ignacio Sánchez de Ibargüen nunca se había sentado en el pollete del puente. Con el aire de cara, con esa brisa sanluqueña que bosteza el Guadalquivir y con la Maestranza de fondo, no se le ocurre a uno mejor escenario para conocer a fondo a un hombre apasionado y, como diría Machado, “bueno”
¿Qué implica, en pleno siglo XXI ser Conde de Miraflores de los Ángeles?
Es un honor de mi familia que hay que llevarlo con dignidad y normalidad. Lo tuvo mi tío Fernando Villalón, después pasó a mi padre y, de éste, a mí. Es un honor al que no se debe renunciar y puedo utilizar unos versos de mi tío Fernando: “Que me entierren con espuelas / y el barboquejo en la barba / que siempre fue un malnacío / quien renegó de su casta”
¿Qué pesa más, el título o el patrimonio que se puede llegar a heredar?
Lo que pesa más es crear una familia. Desgraciadamente soy viudo desde hace dos años pero tengo nueve hijos, veintisiete nietos y una bisnieta. Y en la vida lo que hay que es ser honrado, tener ética, ser trabajador, tener los conceptos claros de lo que es lo bueno y qué es lo malo y actuar con ejemplo.
¿Cómo encaja la aristocracia en los tiempos que corren?
Tiene que entender que ya no es la del siglo XVIII ni la del XV. La aristocracia se tiene que adaptar a los tiempos. Tienen que ser empresarios, una cabeza de familia importante, tienen que estar en la sociedad. Es un honor pero con ese honor no se vive.
¿Cómo ve la Monarquía?
Yo creo que el Rey Don Juan Carlos ha sido un rey fantástico. Gracias a él hemos gozado en España de unos años de paz maravillosos. Y a Don Felipe le ha tocado un toro muy difícil en este contexto político en el que nos encontramos. Pero veo que está trabajando con serenidad y con templanza.
¿Cree que tiene fecha de caducidad la Monarquía?
No creo que deba tenerla, aunque los españoles somos un poco inquietos. La Monarquía no gobierna, sólo reina. Y, por ejemplo, Don Felipe está jugando un papel de árbitro donde a todo el mundo le está dando su sitio. Yo creo que tiene un gran porvenir en España.
Montar a caballo debe ser, para usted, una de las sensaciones más maravillosas de cuántas ha experimentado en su vida.
Mira si es importante que hasta para determinadas terapias destinadas a discapacitados se emplean a los caballos. Montar a caballo es maravilloso en cualquiera de sus disciplinas: acoso y derribo, rejoneo, doma clásica… Si la palabra “caballero” viene de caballo, el caballo es un animal de nobleza.
¿Qué es lo más bonito que le ha pasado a usted montando a caballo?
Tener 83 años y estar acosando, todavía, y con mis nietos. Todos ellos quieren ser garrochistas y que el abuelo los enseñe.
El caballo que nunca olvidará.
Madreselva y Embustero. Con ellos fui tres veces campeón de España.
Dijo Hans-Heinrich Isenbart, un periodista austriaco, que “el caballo no ha de ser un esclavo que lleva a su amo, sino un bailarín que evoluciona y se desliza con él”. ¿Comparte esta frase?
Lo comparto y lo amplío. El caballo y el caballista tienen que ir al unísono en todos los movimientos, en todas las acciones. El jinete debe demostrarle confianza, transmitirle serenidad. Tiene que haber una transmisión entre ambos.
Por lo que deduzco, el caballo se da cuenta de que el jinete ha tenido un día malo.
Perfectamente, incluso, que tiene miedo. Y al caballo no hay que someterlo sino convencerlo.
¿Y cuál es el secreto?
La paciencia. Al caballo hay que domarlo muy poco a poco.
¿Hay muchos que se acerquen al caballo porque viste socialmente pero, después, no tienen, realmente, afición?
Hoy día hay nivel de vida aceptable y muchas personas se pueden permitir, ya, el tener un caballo. Eso te llega a enganchar, te envenena. Pero lo que todo el mundo tiene que ser consciente es que tener un caballo es una responsabilidad grande y hay que cuidarlos.
No todo el mundo sabe cuidar a un caballo.
Es muy importante cuidar y mimar el caballo. A veces me da mucha pena cuando voy a la feria y veo caballistas que ni se preocupan de darle agua al caballo. Es un crimen.
¿Cómo recuerda su mandato al frente de la Hermandad del Rocío de Triana?
Una de las etapas más felices de mi vida. Mi mujer me apoyó en todo e hice grandes amigos. Recuerdo un festival que organizamos en la Maestranza para solventar un problema de deudas que arrastrábamos con la capilla… y recaudamos 10 millones de pesetas. Fue el debut de Javier Buendía y vino el Litri padre, Paco Camino Diego Puerta, Curro Romero… y la plaza se llenó. Y, por supuesto, no podré olvidar cuando vino la Reina al Rocío.
La Reina Doña Sofía había venido al Rocío siendo Princesa en 1972, ¿cómo se gestó esta segunda visita a la romería del Rocío?
La hermandad del Rocío de Triana ha tenido una relación especial con la Casa de Orleans. De hecho, los llevamos en el escudo con las flores de lis. La Infanta María Luisa, por ejemplo, murió en la Cruz Roja de Triana con el Simpecado encima. Aprovechando esta conexión, pedimos una audiencia en la Zarzuela cuando entré de hermano mayor y nos la dieron el lunes después de Feria.
¿Con la resaca?
(Sonríe) Pues nos recibió la Reina y le pedí que ya que había venido una vez al Rocío, por qué no volvía. Ella me preguntó por las fechas y, al día siguiente, me llamaron de Casa Real confirmando que vendría con Triana.
Vaya noticia…
Pero no podía decir nada. No se lo dije ni a mi mujer.
Aquello debió ser…
Impresionante. Entró con Triana, hizo la presentación y después le organizamos algunas visitas. A Villamanrique por ser la hermandad de su familia, a la de Sanlúcar porque los Orleans eran de allí… en definitiva, a las ocho de la tarde ya nos preguntaba: “Y, ahora, dónde hay que ir”.
¿Sin descanso?
Bueno, ella se retiró a descansar a la casa de su tía Isabel Alfonsa, en la casa Buenavista. En la puerta se congregaron más de 2.000 personas esperando a verla salir. Y el ayudante de ella, un capitán de caballería, quería sacarla en coche por la puerta del garaje, a lo que nos negamos. Le dijimos que la Reina tenía que salir de aquí montada a caballo… y así fue. Miles de personas aplaudiéndole hasta la carretera.
Difícil de olvidar
Bueno, cuando llegó a Madrid me regaló un tambor y, también, me llamó a mi casa el Rey Don Juan Carlos para agradecerme cómo Triana se había portado con Doña Sofía en el Rocío.
Dice Salvador Távora que el río le confiere un carácter especial a Triana, que ese aire que le da la hace distinta.
Yo nací en González Abreu pero soy un enamorado de este barrio y me trae siempre a la memoria unos versos de mi tío Fernando Villalón: “Ya mis cabestros pasaron por el Puente de Triana / cinco toros en medio / y mi novia en la venta”
¿El mejor regalo que le han hecho?
Sin dudas, la mujer que tuve tan buena. Si te refieres a algo de carácter material, fue una garrocha de fibra que me regalaron mis hijos cuando cumplí 50 años. Con esa garrocha gané por tercera vez el campeonato de España.
¿Los años a uno le cansan o le inyectan más ganas de vivir?
Uno tiene que ser consciente de la edad que tiene. Pero la que funciona es esta (se señala la cabeza con el dedo) y el hombre, cuando ya no tiene ilusiones, se acaba.
¿Y usted las tiene todavía?
Claro, en criar los nietos, en educarlos, la garrocha, ir a la feria, contar con los amigos… yo creo que hay que levantarse con ilusiones, sino, estás muerto. Mis hijos dicen que, a estas alturas, ya solo compito conmigo mismo.
¿La persona a la que más ha admirado?
A mi tío Jerónimo. Fue el que me adoptó y me lo dio todo cuando perdí a mi madre con cinco meses y mi padre, con 33 años, no se pudo hacer cargo. Jerónimo Villalón Daoiz era Marqués del Villar del Tajo, teniente de la Real Maestranza… y estuvo siempre pendiente de mis estudios, mi formación, mi educación. Me lo ha dado todo.
¿Qué le ha hecho sonreír más en la vida?
Los triunfos. Triunfar con mi mujer, con mi carrera, con mis hijos, los caballos… También he fracaso pero lo importante en la vida no es fracasar sino saber por qué se ha fallado.
Es Conde de Miraflores de los Ángeles, sobrino del poeta Fernando Villalón, garrochista – tricampeón de España en esa disciplina-, empresario agrícola y fue hermano mayor del Rocío de Triana. De todos esos “títulos”, posiblemente, del que más orgulloso se siente es el de haber sido esposo de María del Carmen Esquivias García del Cid. Ella se marchó hace dos años pero su recuerdo sigue vivo en sus hijos y en cada palabra que pronuncia Don Ignacio.
A él le gusta estar cerca de la gente sencilla quizás porque, a pesar de título y linaje, él es uno más del pueblo. Pocas cosas le emocionan tanto como que alguien le recuerde que, bajo su mandato, se hizo hermano del Rocío de Triana. O que sus trabajadores del campo le sorprendan con un bizcocho poblado de velas para celebrar que ya son 83 años los que cabalgan en el dni.
Ignacio Sánchez de Ibargüen nunca se había sentado en el pollete del puente. Con el aire de cara, con esa brisa sanluqueña que bosteza el Guadalquivir y con la Maestranza de fondo, no se le ocurre a uno mejor escenario para conocer a fondo a un hombre apasionado y, como diría Machado, “bueno”
¿Qué implica, en pleno siglo XXI ser Conde de Miraflores de los Ángeles?
Es un honor de mi familia que hay que llevarlo con dignidad y normalidad. Lo tuvo mi tío Fernando Villalón, después pasó a mi padre y, de éste, a mí. Es un honor al que no se debe renunciar y puedo utilizar unos versos de mi tío Fernando: “Que me entierren con espuelas / y el barboquejo en la barba / que siempre fue un malnacío / quien renegó de su casta”
¿Qué pesa más, el título o el patrimonio que se puede llegar a heredar?
Lo que pesa más es crear una familia. Desgraciadamente soy viudo desde hace dos años pero tengo nueve hijos, veintisiete nietos y una bisnieta. Y en la vida lo que hay que es ser honrado, tener ética, ser trabajador, tener los conceptos claros de lo que es lo bueno y qué es lo malo y actuar con ejemplo.
¿Cómo encaja la aristocracia en los tiempos que corren?
Tiene que entender que ya no es la del siglo XVIII ni la del XV. La aristocracia se tiene que adaptar a los tiempos. Tienen que ser empresarios, una cabeza de familia importante, tienen que estar en la sociedad. Es un honor pero con ese honor no se vive.
¿Cómo ve la Monarquía?
Yo creo que el Rey Don Juan Carlos ha sido un rey fantástico. Gracias a él hemos gozado en España de unos años de paz maravillosos. Y a Don Felipe le ha tocado un toro muy difícil en este contexto político en el que nos encontramos. Pero veo que está trabajando con serenidad y con templanza.
¿Cree que tiene fecha de caducidad la Monarquía?
No creo que deba tenerla, aunque los españoles somos un poco inquietos. La Monarquía no gobierna, sólo reina. Y, por ejemplo, Don Felipe está jugando un papel de árbitro donde a todo el mundo le está dando su sitio. Yo creo que tiene un gran porvenir en España.
Montar a caballo debe ser, para usted, una de las sensaciones más maravillosas de cuántas ha experimentado en su vida.
Mira si es importante que hasta para determinadas terapias destinadas a discapacitados se emplean a los caballos. Montar a caballo es maravilloso en cualquiera de sus disciplinas: acoso y derribo, rejoneo, doma clásica… Si la palabra “caballero” viene de caballo, el caballo es un animal de nobleza.
¿Qué es lo más bonito que le ha pasado a usted montando a caballo?
Tener 83 años y estar acosando, todavía, y con mis nietos. Todos ellos quieren ser garrochistas y que el abuelo los enseñe.
El caballo que nunca olvidará.
Madreselva y Embustero. Con ellos fui tres veces campeón de España.
Dijo Hans-Heinrich Isenbart, un periodista austriaco, que “el caballo no ha de ser un esclavo que lleva a su amo, sino un bailarín que evoluciona y se desliza con él”. ¿Comparte esta frase?
Lo comparto y lo amplío. El caballo y el caballista tienen que ir al unísono en todos los movimientos, en todas las acciones. El jinete debe demostrarle confianza, transmitirle serenidad. Tiene que haber una transmisión entre ambos.
Por lo que deduzco, el caballo se da cuenta de que el jinete ha tenido un día malo.
Perfectamente, incluso, que tiene miedo. Y al caballo no hay que someterlo sino convencerlo.
¿Y cuál es el secreto?
La paciencia. Al caballo hay que domarlo muy poco a poco.
¿Hay muchos que se acerquen al caballo porque viste socialmente pero, después, no tienen, realmente, afición?
Hoy día hay nivel de vida aceptable y muchas personas se pueden permitir, ya, el tener un caballo. Eso te llega a enganchar, te envenena. Pero lo que todo el mundo tiene que ser consciente es que tener un caballo es una responsabilidad grande y hay que cuidarlos.
No todo el mundo sabe cuidar a un caballo.
Es muy importante cuidar y mimar el caballo. A veces me da mucha pena cuando voy a la feria y veo caballistas que ni se preocupan de darle agua al caballo. Es un crimen.
¿Cómo recuerda su mandato al frente de la Hermandad del Rocío de Triana?
Una de las etapas más felices de mi vida. Mi mujer me apoyó en todo e hice grandes amigos. Recuerdo un festival que organizamos en la Maestranza para solventar un problema de deudas que arrastrábamos con la capilla… y recaudamos 10 millones de pesetas. Fue el debut de Javier Buendía y vino el Litri padre, Paco Camino Diego Puerta, Curro Romero… y la plaza se llenó. Y, por supuesto, no podré olvidar cuando vino la Reina al Rocío.
La Reina Doña Sofía había venido al Rocío siendo Princesa en 1972, ¿cómo se gestó esta segunda visita a la romería del Rocío?
La hermandad del Rocío de Triana ha tenido una relación especial con la Casa de Orleans. De hecho, los llevamos en el escudo con las flores de lis. La Infanta María Luisa, por ejemplo, murió en la Cruz Roja de Triana con el Simpecado encima. Aprovechando esta conexión, pedimos una audiencia en la Zarzuela cuando entré de hermano mayor y nos la dieron el lunes después de Feria.
¿Con la resaca?
(Sonríe) Pues nos recibió la Reina y le pedí que ya que había venido una vez al Rocío, por qué no volvía. Ella me preguntó por las fechas y, al día siguiente, me llamaron de Casa Real confirmando que vendría con Triana.
Vaya noticia…
Pero no podía decir nada. No se lo dije ni a mi mujer.
Aquello debió ser…
Impresionante. Entró con Triana, hizo la presentación y después le organizamos algunas visitas. A Villamanrique por ser la hermandad de su familia, a la de Sanlúcar porque los Orleans eran de allí… en definitiva, a las ocho de la tarde ya nos preguntaba: “Y, ahora, dónde hay que ir”.
¿Sin descanso?
Bueno, ella se retiró a descansar a la casa de su tía Isabel Alfonsa, en la casa Buenavista. En la puerta se congregaron más de 2.000 personas esperando a verla salir. Y el ayudante de ella, un capitán de caballería, quería sacarla en coche por la puerta del garaje, a lo que nos negamos. Le dijimos que la Reina tenía que salir de aquí montada a caballo… y así fue. Miles de personas aplaudiéndole hasta la carretera.
Difícil de olvidar
Bueno, cuando llegó a Madrid me regaló un tambor y, también, me llamó a mi casa el Rey Don Juan Carlos para agradecerme cómo Triana se había portado con Doña Sofía en el Rocío.
Dice Salvador Távora que el río le confiere un carácter especial a Triana, que ese aire que le da la hace distinta.
Yo nací en González Abreu pero soy un enamorado de este barrio y me trae siempre a la memoria unos versos de mi tío Fernando Villalón: “Ya mis cabestros pasaron por el Puente de Triana / cinco toros en medio / y mi novia en la venta”
¿El mejor regalo que le han hecho?
Sin dudas, la mujer que tuve tan buena. Si te refieres a algo de carácter material, fue una garrocha de fibra que me regalaron mis hijos cuando cumplí 50 años. Con esa garrocha gané por tercera vez el campeonato de España.
¿Los años a uno le cansan o le inyectan más ganas de vivir?
Uno tiene que ser consciente de la edad que tiene. Pero la que funciona es esta (se señala la cabeza con el dedo) y el hombre, cuando ya no tiene ilusiones, se acaba.
¿Y usted las tiene todavía?
Claro, en criar los nietos, en educarlos, la garrocha, ir a la feria, contar con los amigos… yo creo que hay que levantarse con ilusiones, sino, estás muerto. Mis hijos dicen que, a estas alturas, ya solo compito conmigo mismo.
¿La persona a la que más ha admirado?
A mi tío Jerónimo. Fue el que me adoptó y me lo dio todo cuando perdí a mi madre con cinco meses y mi padre, con 33 años, no se pudo hacer cargo. Jerónimo Villalón Daoiz era Marqués del Villar del Tajo, teniente de la Real Maestranza… y estuvo siempre pendiente de mis estudios, mi formación, mi educación. Me lo ha dado todo.
¿Qué le ha hecho sonreír más en la vida?
Los triunfos. Triunfar con mi mujer, con mi carrera, con mis hijos, los caballos… También he fracaso pero lo importante en la vida no es fracasar sino saber por qué se ha fallado.