13 Dic, 2024 | entrevista a, Exclusivo

Significa un momento muy importante en mi vida personal, porque soy un enamorado de Sevilla y de sus tradiciones; soy fiel abonado de la temporada taurina desde hace años y no hay feria de abril que me pierda. De hecho, considero la plaza de toros de la Maestranza de Sevilla mi segunda casa.

Así es, porque considero que mi debut en el Teatro de la Maestranza debía tener un toque “sevillano” y qué mejor que incluir una obra de una compositora contemporánea como es la sevillana Noelia Lobato con su evocador ‘Ariel’ e invitar a José María Gallardo del Rey, guitarrista sevillano y, para mí, el mejor guitarrista de la actualidad interpretando el Concierto de Aranjuez. Es obligación de todo artista fomentar y respetar a los artistas de la tierra donde se ubique un teatro.

Influye muchísimo, especialmente Sevilla, porque aquí se vive otro aire, otra forma de ver la vida. Hay un enorme respeto por las tradiciones, sin olvidar mirar hacia el futuro y los sevillanos tienen la necesidad de VIVIR, de compartir y son verdaderos amigos de sus amigos. Me siento muy identificado con esta forma de ver la vida.

Lo recibo con gran humildad y representa un gran honor para mí. La Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría es una institución de gran importancia en la historia de España y que me hayan reconocido de esta forma me emociona muchísimo y me llena de gratitud. Es un paso más en mi integración con el pueblo sevillano.

Me gustaría compartir la historia de amor que vivo con el mundo de los toros desde mi primer encuentro, cuando tenía 38 años, porque cambió mi vida y mi forma de vivirla. Sin duda, define lo grande que es la tauromaquia. Fue en el Puerto de Santa María en julio de 2009 donde estuve como un guiri más en mi primera corrida de toros. No comprendía nada, ni sabía por qué había una banda de música, ni conocía al torero o el subalterno, ni los tercios. Nada de nada. Compré una entrada y, sinceramente, me pasé toda la corrida intentando comprender qué ocurría sin ningún éxito, pero sí entendí desde el primer momento que se vivían emociones y que la gente que abarrotaba la plaza se expresaba cargada de emociones. El primer ‘olé’ que escuché me dejó tremendamente impactado, porque el ‘olé’ que se escucha y vive en un plaza de toros es muy musical, ya me gustaría a mí conseguir de una orquesta o coro que 12.000 personas cantaran o tocaran juntos un ‘olé’ con esa armonía, garra y pasión y con ese tiempo tan perfectamente medido. Puedo asegurar que es el sueño de todo director de orquesta que no se consigue. Pero el mundo del toro es mucho más que un ‘olé’ o un triunfo. El mundo del toro define lo que significa ser español, desde la gran generosidad que les honra a esa necesidad que tenéis de querer compartir con los demás, sean de su tierra o no, y de vivir y disfrutar de la vida cada día como si fuera el último. Pero, por encima de todo, el mundo del toro y los que lo sienten comprenden que no hay nada más valioso que sentir momentos únicos en una comunión única. Porque todo lo que se vive en un plaza es una lección de vida para nosotros. Cuando vemos a un torero infiltrado, que acude a la enfermería y vuelve a la plaza incluso con un drenaje, como hizo el gran Maestro Roca Rey en El Puerto de Santa María el año pasado y como tantos grandísimos ilustres del toreo, José Tomás, posiblemente, siendo el más grande en ese sentido, creo que esto nos obliga a preguntarnos; si un torero puede superarse de esa forma, ¿qué no podríamos conseguir nosotros como personas en nuestras vidas e incluso profesiones, si tuviéramos esa actitud de superación?

Creo que hay grandes similitudes entre el mundo taurino y el mundo de la música clásica. Curiosamente, las grandes sinfonías están construidas en tres o cuatro movimientos, es decir, al igual que los tercios de una lidia. Además, hay gran paralelismo entre lo que se podría decir que es el tiempo, la medida del tiempo o ritmo, o la medida de la duración o incluso la sincronización o el cronometraje de una obra de música. Es esa medida del tiempo lo que hace que una interpretación de una obra de Mozart o Beethoven sea una experiencia más brillante o más profunda y, al final, satisfactoria. Al igual que un torero, es la experiencia, la madurez que consigue que un músico pueda tener esa paciencia para poder sacar todo lo mejor de la música que interpreta y expresar todo lo que lleva dentro. Recuerdo al maestro de todos los maestros de directores de orquestas, el mítico Herbert von Karajan, cuyo gran talento era interpretar la música de forma considerablemente más lenta que otros directores, pero no daba nunca la impresión de que era demasiada lenta, porque el maestro tenía un talento único para hacer fluir toda música que interpretaba, con independencia de la lentitud que empleara. En mi opinión, el Gran Maestro Rafael de Paula y Karajan compartían ese mismo talento.

Que por encima de todo están las personas y que no hay nada más gratificante en la vida que compartir el éxito con aquellas que colaboran contigo, sobre y detrás de un escenario. Cuando un asistente de producción de una orquesta viene a darte un abrazo, tras un concierto, entre lágrimas, por las emociones vividas, y no es músico, pero considera mi éxito el suyo, eso, para mí, no tiene precio.

Me considero una persona muy sencilla, una persona que por encima de todo ama y protege a su familia y también muy amigo de mis verdaderos amigos. Los honores que he tenido la suerte de recibir los he recibido siempre con gratitud porque reconocen mi labor profesional, pero con lo que me quedo siempre es con vivir la vida con las personas que están a mi alrededor.

Si queremos transformar la sociedad, debemos comenzar por transformar a las personas. La música clásica, en particular, tiene un papel fundamental en la formación del carácter y en el desarrollo de la mente y el espíritu. Numerosos estudios han demostrado que la educación musical tiene un impacto significativo en el desarrollo cognitivo, emocional y social de los jóvenes. La música clásica fomenta la disciplina, paciencia y perseverancia. Para dominar un instrumento, uno debe dedicar muchas horas de práctica, enfrentarse a la frustración y superar los propios límites. La recompensa es mucho más que el dominio de una habilidad técnica. Es un viaje de autodescubrimiento que cultiva el respeto por el arte, el amor por la belleza y la capacidad de apreciar la vida con mayor profundidad. En un mundo donde las distracciones digitales y la gratificación instantánea son la norma, la música clásica nos enseña la importancia del esfuerzo sostenido y del deleite en lo sublime. Si queremos que las futuras generaciones desarrollen una mente crítica y un espíritu creativo, debemos hacer un esfuerzo concertado para integrar la música clásica en nuestros sistemas educativos. 

Mi vida sin Sevilla no es vida. Lo único que deseo es poder disfrutarla de todos los años que me permita la vida.

Texto: Carlota Acuña

Fotos: Gerardo Morillo

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