Sólo tenía cuatro años cuando su padre, director de banda en su pueblo de Huelva, le sentó ante un piano. Su disciplina militar le ha ayudado a llevar desde que era un adolescente el rigor a todos los frentes artísticos que ha iniciado a lo largo de su fructífera vida. Acaba de recibir la Medalla de Andalucía y son sus hijas predilectas las marchas que ha compuesto y que a sus ochenta años se cuentan por decenas. A pesar de ello, lleva con orgullo tener a dos hijos músicos. La importancia del oyente en la fase creativa es uno de los requisitos que el Teniente Coronel Abel Moreno ha mantenido muy presente en su imponente trayectoria y su esposa, natural de Zaragoza, la que decide sin ser consciente lo que acaba resultando ser una marcha, un himno o un pasodoble de este militar y Maestro músico afincado en Sevilla y que ha llenado de Dios con su música hermandades de todo el orbe cristiano. Sencillo y humilde, el Maestro Abel Moreno nos recibe en su casa del Barrio de Nervión, en vísperas de Semana Santa, con el carisma y la amabilidad que le completan en su condición de grande. Sus conocimientos en cuanto a instrumentalización de las composiciones pronto verán la luz en una obra que perfila práctica para los nuevos creadores. Es la manera de devolver a la vida lo mejor de sí mismo: su experiencia y sus conocimientos, aderezado con un don natural que le viene de nacimiento. Larga vida al Maestro Moreno.
¿Cómo era Abel Moreno en su más tierna infancia?
Como un niño normal porque mi padre me puso a los cuatro años a estudiar música y me sentó al piano, pero me gustaba más el fútbol que la música. Decidí dar el paso a la música, pero siendo un niño, lo normal, quería jugar y ya. Imperativo paterno. Al principio fue imperativo. Luego ya me animé y me gustó. Mientras los niños estaban en la calle, yo estaba en el piano.
¿Cuál era o es su equipo?
Mi equipo de pequeño era el Barcelona. Sí, algunos eran del Madrid, otros del Barcelona, otros del Sevilla, otros del Betis, otros del Bilbao… En mi pueblo de Huelva eran de todos los equipos. Fíjate por qué, porque me gustaban las camisetas pequeñas. Ahora, aquí en Sevilla, acabé de sevillista. Como tengo el campo cerca, pues soy socio abonado del Sevilla.
¿Con qué soñaba de pequeño? ¿Qué quería ser de mayor?
Pues de mayor, yo he ido muy conducido a la música. Mi padre era director de la banda y me indujo desde niño por ver si conseguía ser profesional de la música. Lo que pasa es que, en los pueblos, naturalmente, no había mucho recorrido. Lo que él me pudo enseñar fue mucho y bueno, pero ya está. Enseguida me tuve que ir fuera para el conservatorio. Me fui a Toledo, a la academia, y después a la Academia de Zaragoza y, estando allí, en el conservatorio, estudié toda la carrera superior de música. Desde el principio, mi padre me dio a la música y ha sido música, música y música.
Y si no hubiera sido músico, ¿qué le hubiera gustado ser?
Me hubiera gustado ser investigador. Admiro a los que investigan las enfermedades y digo que pierden su tiempo en eso. Me hubiera gustado ser eso porque de pequeño jugaba al fútbol, pero era llano, era de medio pelo como futbolista (risas).
¿Cómo ha influido su carrera militar en su faceta artística?
Ser militar me permitió conocer distintos lugares, como Toledo o Zaragoza, y componer inspirado en cada destino. En Algeciras, donde fui destinado como joven teniente, creé el himno del equipo de fútbol local. Luego, al llegar a Sevilla en 1984, me encontré con una rica tradición musical de Semana Santa y sentí el reto de continuarla.
¿Cómo inició su trayectoria en la música procesional y cuál ha sido su proceso de composición?
Mi primera marcha no fue para Semana Santa, sino para la Patrona de mi pueblo, la Virgen de Flores. En Sevilla, compuse Hermanos Costaleros, inspirada en el auge de las cuadrillas de costaleros no asalariados. Fue un éxito y eso me motivó a seguir componiendo, y desde entonces he creado más de 80 pasodobles y numerosas marchas procesionales. En aquellos años, la banda Soria 9 y la producción discográfica eran fundamentales, y las discográficas nos exigían estrenos anuales, lo que impulsó mi creatividad. Al principio, componía para las hermandades con las que tocábamos, como Los Estudiantes o la Soledad de San Buenaventura, y más tarde expandí mi repertorio con piezas como Macarena o Esperanza de Triana. Siempre he tenido una relación especial con las hermandades para las que componía, aunque con el tiempo mi música se ha extendido a muchas más.
¿Cuál es su marcha favorita?
Mi marcha favorita es La Madrugá. Además, hay una marcha a la que le tengo mucho cariño, tanto es así que se la dediqué a mi padre. Lo que pasa es que no es una marcha para Sevilla, es Cristo de la Defensión, dedicada a una hermandad de Jerez. Se la dediqué a mi padre y la interpreto mucho. Casi todas mis marchas tienen algún detalle que me encanta. Pues eso les digo, que mis marchas son mis hijas. A todas les veo defectos y virtudes, es inevitable.
¿Le ha pasado que ha retocado alguna vez la marcha, una vez ya dada a conocer?
No, porque pienso que es fruto de una época. Y, por ejemplo, si yo ahora hago las instrumentaciones de otra forma, que hay muchos autores que dicen, bueno, la voy a re-instrumentar… Como una re-edición, porque ahora está de moda otro concepto, podemos decir. Pero es que dentro de equis tiempo pueden cambiar el concepto otra vez. Entonces, yo quiero dejar la obra tal y como fue en su época y estaba escrito para su época.
¿Cuál es el secreto para que una marcha se convierta en popular?
Considero que la clave está en la instrumentación, un aspecto fundamental que no se enseña de manera específica en España para las bandas de música. Por eso, he hecho un pequeño tratado basado en mi experiencia de 80 años. No se trata de un conjunto de reglas fijas, sino de una guía que pueda orientar a los nuevos compositores. Para que una marcha se convierta en antológica, deben cumplirse varios factores. Lo primero es el compositor: debe ser un buen creador, alguien que realmente sepa lo que hace. Luego, es importante que su obra pase por un proceso técnico riguroso, donde expertos, profesores y conservatorios la evalúen y refuercen su calidad. Después, entran en juego los intérpretes: las bandas de música, los directores y los músicos. Si ellos valoran la marcha y la interpretan con entusiasmo, esta empieza a ganar fuerza. También la crítica tiene su papel, aunque hoy en día echo en falta una valoración más exigente que ayude a los compositores a mejorar. Pero hay algo más que muchos olvidan: el público. La marcha procesional no es solo para quien la compone, sino para quienes la escuchan y la viven en la calle. Siempre cuento la misma anécdota, y aunque mi mujer me regaña por repetirla, es significativa. Cuando termino una composición, no se la muestro a mis hijos, aunque saben de música. Me interesa la opinión de mi esposa, que no es músico, porque representa al espectador común. Si ella me dice que le gusta, entonces sé que la marcha tiene algo especial. Si, en cambio, la encuentra confusa o difícil de seguir, reviso mi trabajo. Aprendí la importancia del público con Encarnación Coronada, una marcha que la gente comenzó a cantar espontáneamente. Me di cuenta de que la música no solo debe ser escuchada, sino también sentida y vivida. Algunos compositores escriben solo para sí mismos, sin preocuparse por los demás. Yo no comparto esa visión; creo que la música debe conectar con la gente. También he compuesto más de 150 pasodobles, dedicados a toreros y ciudades, especialmente en la provincia de Huelva. Para mí, el pasodoble debe ser alegre y accesible, porque la música es un lenguaje universal. Incluso pienso que los toros pueden notar cuando se les toca música y cuando no. Así de poderosa es la música.
¿El estímulo de la música llega a los toros?
Hombre, en Zaragoza estábamos un día para las fiestas del Pilar, porque mi mujer es de allí, y me invitó la banda de la Plaza de Toros de la Misericordia de Zaragoza a estar con ellos. Algunas veces dirijo y tal. Un día estaba dirigiendo la banda y la corrida iba fatal. El torero estaba mal, el público estaba aburrido y le digo al director de la banda que estaba ahí: Vamos a tocar, eso de tocar solo como premio no, vamos a tocar, verás como levantamos esto… Oye, efectivamente, empezamos a tocar, se animó al público, se animó el torero y se animó hasta el toro. Entonces el toro, cuando vio ese jaleo, se vino derecho hacia nosotros. Lo tengo grabado. Se vino hacia donde yo dirigía, porque además me volví hacia la plaza de toros dirigiendo, de espalda a los músicos. El toro se vino, ignorando al torero y atraído por la música. Decía yo: Para que luego nos digan que no (risas).
¿Tiene un torero favorito?
No entiendo mucho de toros, pero uno de los pasodobles que más me gustan es el que compuse para Dávila Miura.
¿Vive un buen momento musical el mundo de las cofradías y la Semana Santa?
Bueno, ahí en el libro digo muchas cosas, y una de las cosas que digo es que se compone mucho, y quizás no haya los filtros que debe haber. Las hermandades apuestan más por la cantidad que por la calidad, hoy en día. Con todas las que tienen algunas y quieren más, y demandan más; es muestra que importa más la cantidad, sin que haya esos filtros. Luego, por otra parte, no existe la crítica constructiva o negativa, pues se escribe mucho y claro, como siempre y como todo, unas cosas son mejores, regulares, y otras que están más exentas de calidad, pero ahí está. Yo creo que la política y el filtro es el que se encargará de ir seleccionando lo que sea y lo que no. La selección natural.
Si tuviera que resumir la Semana Santa en una marcha, ¿sería La Madrugá?
Creo que sí porque tiene un momento muy alegre y muy fuerte, como es al principio, porque las cosas que aparecen en ese momento son muy fúnebres y como lo que se representa, que es desde la noche hasta el amanecer, pues las marchas procesionales corren igual. Tenemos desde la madrugada, en la noche triste y demás, hasta el amanecer esplendoroso, que la Macarena y la Esperanza de Triana están entrando, son las 2 de la tarde, ha amanecido, y están entrando. Y entonces La Madrugá intenta, y creo que se ha conseguido, contar todo eso, ¿no? Hay tristeza y hay alegría, es muy completa.
¿Cuál es su hermandad?
Yo pertenezco por barrio a la Sed, pero también me relaciono mucho con San Benito. Tengo relación con Los Estudiantes, con La Soledad, con todas las que acompañaba. Y tengo mucha relación con la Macarena. Además de mi marcha Macarena, yo soy el autor del himno de la Macarena.
Cuando ve el palio y la gente cantando el himno, ¿qué siente?
Ocurre con todo lo grande que he sentido en esta vida. Las primeras veces te emociona mucho, luego ya de alguna forma te acostumbras y ya casi lo ves un poquito hasta normal, sin serlo. Pero bueno, cuando vas a Valladolid, Zamora, Logroño, Zaragoza y oyes cantar a la gente… Eso decía el Cardenal Amigo Vallejo: Maestro, si te tengo que decir una cosa que has conseguido que no hemos conseguido ni los cardenales, ni obispos, ni sacerdotes, es hacer cantar a toda España el Ave María (y añade), pero lo mejor de todo es que lo cantan los creyentes y los no creyentes (risas).
Tiene calles por Andalucía, le han dado la Medalla de Andalucía, ¿cómo le gustaría que le recordasen en el futuro?
No lo sé, porque siempre estoy pensando en algo nuevo. En mi campo, la evolución es complicada, ya que muchas veces quienes encargan las composiciones intentan definir mi estilo a su gusto. No permito que me impongan cómo debe sonar una marcha, porque eso limita mi creatividad. Aun así, sigo componiendo, aunque cada vez acepto menos encargos porque ya tengo una gran cantidad de marchas escritas. Ahora mismo, por ejemplo, estoy trabajando en una para la patrona de Guadalajara, la Virgen de la Antigua, que se estrenará en mayo. La gente ya sabe qué esperar de mi trabajo, y aunque la evolución es difícil, sigo produciendo con libertad y dedicación.
Muchas gracias, Maestro.
Nada, a vosotros.
Texto: Mario Niebla del Toro
Fotos: Ángela Muruve