1 Abr, 2019 | callejuelas

Juan Manuel de Prada

Escritor

Nacido el 8 de diciembre de 1970 en la localidad vasca de Baracaldo, es actualmente uno de los escritores españoles más prestigiosos del periodo contemporáneo. Crítico literario y articulista con una firma ligada a ABC desde hace más de dos décadas, Juan Manuel de Prada charla para la revista Escaparate en el marco de su nueva novela “Lucía en la Noche”, heredera de obras como “La Tempestad”, que le sirvió para ganar el Premio Planeta en 1997. Amante de las diversas “Españas” que forman un “gran país”, forjado en el espíritu castellano y “devoto” de la sociedad sevillana. Así se sincera.

Defínase
Soy escritor, que es a lo que he dedicado mi vida. Ya son muchísimos años viviendo de la pluma. Por lo demás soy un hombre constante en mis afectas y en mi dedicación a la escritura. Creo que soy una persona tradicional en su visión del mundo. Por temperamento, soy muy castellano, muy marcado por mi abuelo, persona de la que aprendí mucho; austera en sus hábitos. Soy bastante sentimental, aunque me ponga una máscara. A veces feroz.
¿Y qué le inclina a ser escritor?
Las vocaciones son una llamada a las que tienes que responder. Esa llamada se produce porque tienes unas condiciones naturales para ese oficio. Si miras dentro de ti y ves que hay algo para lo que has nacido, pues adelante. Desde niño quise ser escritor. Tuve la suerte, o la desgracia, de que empecé a leer y a escribir muy pronto, desde que tenía apenas 2 años. Cuando ya fui a la escuela con tres, ya sabía leer y escribir perfectamente. Desde muy niño me sentí atraído por los libros. Es algo misterioso porque no nací en una familia literaria o por el estilo.
¿Y Cómo era esa familia?
Una familia de trabajadores. La de mi padre emigró al país vasco. Él, desde muy joven, trabajó en una fábrica de productos químicos de allí. Conoció a mi madre en unas vacaciones cuando volvía a su pueblo de Zamora en verano. Se casaron siendo muy jóvenes, se instalaron el País Vasco y allí nací yo. Cuando era muy pequeño, consiguió un trabajo en una entidad bancaria en Zamora y allí crecí luego. Muy ligado a mis abuelos maternos, con los que vivíamos. En Zamora descubrí mi vocación. Era una familia muy modesta, tradicional, bastante unida y pequeña.
Y veo que esa familia le ha marcado…
Es el refugio frente a la intemperie, más en un mundo en el que vivimos. Me atrevo a decir que es la unidad política básico. No creo demasiado en la ciudadanía y en estas cosas. De hecho, la monarquía nace así; como una familia que representa a todas las familias frente a los políticos modernos que son individuos que representan a individuos. Soy un gran defensor de la institución familiar, actualmente totalmente asediada.
¿Y por qué cree que sucede?
Porque las ideologías modernas y el modo en el que se ha organizado la sociedad buscan exaltar al individualismo para debilitar los vínculos sociales. La fortaleza de los vínculos humanos tiene relación con los vínculos religiosos. Las sociedades religiosas son sociedades fuertes en sus vínculos familiares.
¿Cree que esa laicidad en la que está entrando Europa está afectando al actual estado del país?
Indudablemente. Vivimos en sociedades cada vez más desvinculadas, a la greña en todos los aspectos. Estamos tornando a una coexistencia reglamentada, pero cada vez más sórdida.
¿Con qué titular definiría este momento a España?
Hay una palabra que utilizo mucho en mis artículos: “demogresca”. Mi titular sería: en las redes de la “demogresca”.
¿Por qué?
En estos momentos, faltan políticos con amplitud de miras para aunar voluntades. Estamos en manos de demagogos que se fortalecen a través de la división de los españoles. A mí eso me parece muy preocupante.
Entonces, ¿a qué argumenta el auge de partidos tan viscerales el uno del otro?
Son factores concurrentes de un cansancio sistémico. Lo que podríamos llamar el malestar de la democracia. Cada vez hay más gente que se siente traicionada. Creen que los partidos son oligarquías que buscan el fortalecimiento a costa del expolio de los bienes materiales y espirituales de los pueblos. En este sentido, es natural que ese descontento se contextualice en nuevas formaciones que parecen antisistémicas, pero me temo que estas nuevas fuerzas se suman a las complacencias sistémicas y son fácilmente corrompibles. No confío demasiado en los partidos políticos.
Hablando de su nueva novela, ¿qué nos ofrece “Lucía en la noche”?
Es una novela de intriga clásica, donde el motor es el amor que se entabla entre los protagonistas. Lucía, una joven que irrumpe en la vida de Alejandro, un escritor en horas bajas y cuando ella desparece, Alejandro siente la necesidad de saber quién era Lucía. Entonces descubrirá que todo lo que ella le había contado eran mentiras. Por el camino va a hacer muchos descubrimientos. La novela está llena de giros inesperados que trastocan nuestra visión de las cosas.
¿Qué le ha inspirado a la hora de escribirla?
Me gusta decir que es un homenaje a “Vértigo” en el sentido de que la novela gira en torno al misterio de una mujer y el motor de la trama es la obsesión amorosa del protagonista. También es la nueva versión del mito de Orféo y Eurídice. Orféo pierde a la mujer amada y para recuperarla está dispuesto a adentrarse en el mismísimo infierno de ultratumba.
¿Qué relación guarda este libro a sus éxitos anteriores?
En todos ellos, el escritor siempre vuelve a sus obsesiones. En mi caso son esas zonas de penumbra de la naturaleza humana donde no sabemos si una persona es culpable o inocente, héroe o villano… Aquí está servido con formas nuevas.
Hablando de la ciudad que nos acoge, ¿qué recuerdos guarda de Sevilla en todas sus etapas de la vida?
Muy gratos. Desde niño que vine a hacer una visita con mis padres. Quedé fascinado. Desde entonces he vuelto periódicamente. He tenido la oportunidad de disfrutar de su Semana Santa, tengo muy buenos amigos aquí que siempre que vengo me acogen con gran hospitalidad, como la ciudad. Admiro mucho las expresiones populares de su cultura, sus devociones… En general, me siento muy a gusto.
Y todo dentro de un país multitucultural…
Soy muy amante de los pueblos de España, de las Españas que se decía mucho antes. Me encantan los contrastes de mi patria. Descubrir las diferencias vertiginosas y vínculos que existen. Andalucía es una de las formas más brillantes de Ser español.
¿Tan diferentes somos a Cataluña?
Sí, hay diferencias de carácter
¿Y cree qué merece la pena a la hora de separar?
No, España se hizo en torno a las diferencias. Se constituyó con gente que tenía tradiciones, instituciones y lenguas diversas y las unió la religión común. El problema, a mi modo de ver, de la España contemporánea es que cree que aquel milagro que se produjo en la unión se puede mantener sin la amalgama que la hizo posible. Es el gran error de las sociedades occidentales, que no se dan cuentan que las sociedades actuales las originaron las religiones y desaparecieron cuando desparecieron esas religiones que la crearon.
Se sabe que su vida es ABC.
Va a hacer 24 años que comencé a colaborar
¿Qué ha significado en su carrera?
La posibilidad de reconciliar mi vocación literaria con el contacto directo con el público lector de periódicos. ABC es la tradición del periodismo literario, del amor a las letras. En ese sentido ha sido muy integrador en mi vida. ABC y ABC de Sevilla son espejo de lo que ha sido una tradición de convicción en unos principios y también de respeto y aceptación de visiones del mundo que son distintas, de defensa de unos valores irrenunciables. ABC nace con grandes escritores como Azorín, como Foxá, Pemán, Romero Murube y tantos otros. Eso forma parte de su ADN.
Por terminar, ¿qué le pido al futuro de España?
Lo que pido a nuestros gobernantes es que logren restablecer la concordia entre los españoles en un momento que me parece dramático con la crisis catalana que se ha desatado y que está empezando a cronificarse. Esto me parece peligroso. En estos momentos se necesitan políticos con capacidad para aunar voluntades. Se necesitan políticos que entierren la “demogresca”, que tengan autoridad y generosidad. Desgraciadamente miro alrededor y veo que los políticos españoles no están a la altura.

Fotos: Aníbal González
Texto: Javier Comas

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