13 Nov, 2024 | entrevista a, Relevante

En contra de lo que algunos creen, la Fiesta de los Toros está muy viva, en la cultura popular hispánica. Después de la pandemia, muchas plazas de toros se han llenado. Ejemplos claros: la Maestranza ha estado llena todas las tardes, en la sevillana Feria de San Miguel. Y un millón de personas han asistido a un espectáculo taurino en Las Ventas, en la temporada que ahora ha terminado. Es, indiscutiblemente, el segundo espectáculo de masas en España, después del fútbol; el primero, de tipo cultural. Quizá en este auge han influido los absurdos ataques del inculto ministro de Cultura Urtasun, enemigo de toda la tradición cultural española; y del ministro Óscar Puente, que, en lugar de arreglar el caos ferroviario, declara que los toros son algo “irrelevante”. Bastaría que yo supiera eso para que me interesara por la fiesta, si no la conociera.

Ese público nuevo, no experto, que acude ahora a las plazas, incluye a muchos jóvenes y procede de una sociedad urbana, que desconoce la realidad del toro bravo en el campo: la base de esta fiesta. En mi libro he intentado darles una introducción de lo que van a ver; y, a los ya aficionados, una síntesis de la enorme riqueza y complejidad del arte de los toros.

Modestamente, creo que era yo una persona adecuada para escribirlo porque tengo una amplia experiencia, como aficionado. Mi padre me llevó a los toros de chico y, desde entonces, he seguido acudiendo a las plazas. Además, he tenido la suerte de ser amigo de varias grandes figuras: Marcial Lalanda, Domingo Ortega, Luis Miguel Dominguín, Pepe Luis y Manolo Vázquez, Paco Camino, Enrique Ponce… Por muy tonto que yo sea, algo he tenido que aprender. Me sentía obligado a transmitir esa experiencia y esos conocimientos. Todas las artes (la tauromaquia, sin duda, lo es) requieren un aprendizaje, además de sensibilidad, para conocerlas y valorarlas correctamente. Hay que conocer un poco la técnica y la historia. Pero, sobre todo, hay que tener un criterio. No todas las pinturas ni las músicas ni las obras literarias valen igual: yo puedo escribir correctamente un soneto, pero es enormemente inferior a uno de Quevedo; igual que lo es una novela mía, a una de García Márquez. Lo mismo sucede en los toros. Todo lo que se le hace a un toro tiene riesgo y mérito, pero no es el mismo mérito el de una verónica que el del pase de la rana; no todos los naturales valen igual… Y, como dice un cante flamenco, “El conocimiento, la pasión no quita”. Si entendemos más de toros (o de cualquier arte), una obra maestra nos hará disfrutar mucho más.

La tauromaquia ha dado lugar a innumerables obras de arte musical (óperas, música sinfónica, pasodobles, cuplés, flamenco), plásticas (pinturas, esculturas, grabados), literarias (novela, teatro, poesía, ensayo, periodismo), cinematográficas… Creo yo que algunas obras maestras pueden ayudar a entender mejor ese arte; sobre todo, poemas. Por eso, ahora estoy preparando una antología de poesías taurinas comentadas. Cito solo tres obras maestras: de Federico García Lorca, el ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’; de Miguel Hernández, los sonetos de ‘El rayo que no cesa’. En prosa, la autobiografía de Juan Belmonte, escrita por Chaves Nogales: ‘Juan Belmonte, matador de toros’. Seas o no aficionado a los toros, basta con tener un mínimo de sensibilidad para emocionarse con ellas.

Tengo bastante práctica en la divulgación: además de Catedrático de Literatura española, doy conferencias, escribo en periódicos (antes, en ABC; ahora, en El Debate) y colaboro en programas radiofónicos (es.radio). Todo se puede explicar con sencillez, si se conoce de verdad y si uno no es demasiado pedante.

Taurinamente, los dos máximos genios del toreo han sido Joselito y Juan Belmonte. Personalmente, han sido figuras extraordinariamente atractivas, entre otros, el mismo Belmonte, Ignacio Sánchez Mejías y Luis Miguel Dominguín. Sobre ellos, he escrito varios libros.

Tratan temas muy distintos, pero el autor es el mismo, con la misma cultura y la misma sensibilidad. Modestamente, soy muy aficionado al teatro, al cine, a la música, a la pintura… y a los toros. Y soy escritor, he publicado muchos libros, para transmitir mi visión del mundo y mi amor a la belleza.

‘Retratos’ es una obra de ficción, pero de clave: presenta personajes reales, del mundo de la cultura, que yo he conocido, pero sin dar su nombre. El lector puede jugar a descubrir quiénes eran. Y, a través de ellos, surge una visión irónica de la sociedad española actual, de sus virtudes y miserias: todos somos hijos de Dios, pero no somos ángeles y el diablo no para de enredar…

Ganas de conocer mejor y de disfrutar más con las cosas hermosas, que nos ayudan a ser más felices.

Texto: Carlota Acuña 

Fotos: Ángela Muruve

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