Nació en NuevaYork en 1943 pero prácticamente toda su vida de madurez la ha pasado entre el campo y la viveza del barrio de Triana. Ha tenido una vida de película y actualmente es considerada una de los grandes mecenas del flamenco. Vivió en París como inquilina de una de las novias de Picasso, habló con Orson Welles, estrechó la mano de Hemingway en unos Sanfermines de Pamplona y estuvo en persona con Ava Gadner. Su tatarabuelo fundo en Estados Unidos los primeros grandes almacenes del país norteamericano y su vida la ha llevado a querer a Andalucía como si hubiera nacido dentro del Alcázar. Desde hace unos días ha ingresado en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría y su vida actual está ligada a gala a la fundación que lleva su nombre y que es toda una universidad de flamencos y flamencólogos desde 1993. Cristina Heeren abre las puertas de su casa a la Revista Escaparate.
Acaba de ser nombrada académica de las Bellas Artes, ¿qué le ha supuesto?
Es un gran honor, no cabe duda. Lo tomo como un honor para el flamenco. Es la aceptación del flamenco como arte y eso es muy importante.
¿Está orgullosa de Sevilla?
Es muy complicado contestar a eso. Tengo muy buenos amigos pero creo que en general la acogida a los extranjeros es más bien regular. Desgraciadamente, y lo estamos sufriendo ahora, hay mucha frivolidad en Sevilla.
¿Lo ha vivido en primera persona?
Lo digo en general.
¿Qué le ha dado esta tierra a Cristina?
Hay tantas cosas que me gustan… El arte, sobre todo. El pueblo andaluz es un pueblo muy inspirador, da artistas conocidos y, los que no lo son, que están en los pueblos, son buenísimos. De esta tierra me encanta el campo, el clima, el aceite de oliva… Muchas cosas. Por supuesto el flamenco, que es de aquí, de esta tierra.
Volviendo a Sevilla, ¿qué cambiaría de esta ciudad?
He visto, con el toque de queda, que no vendría mal cambiar un poquito los hábitos. La gente aquí es muy nocturna y no creo que sea tan positivo. A la hora de trabajar de día, la gente no ha descansado; ni los que participan ni los que lo padecen. Cambiaría un poquito el horario laboral desde luego. Si acabas a las 20:30, no puedes cenar a las 21 h. Seguiría un horario continuo como hacen en Madrid y en el resto de Europa.
¿Por qué se le ocurrió venir aquí?
Primero vine a vivir en Granada, al campo. Crié aquí a mi hija. Cuando empecé a trabajar con el flamenco, me di cuenta que este era el centro cultural y geográfico. Tenía que estar aquí.
¿Cómo fue ese primer magnetismo con el flamenco?
Siempre he sido aficionada. Empecé a ir a los festivales de pueblo que había antiguamente. En los años 80 los pueblos tenían mucho dinero. Pensé: “Esto es lo mío”. Dije que tenía que trabajar de esto. Y todo ello derivó en una fundación… Sí. Su actividad principal es la enseñanza. Es como una universidad. Lo ideal es estar tres años y un cuarto de prácticas. Es un centro de preparación de profesionales y estamos creando empleo. En todas las buenas compañías y bienales se ven nuestros ex alumnos. También hacemos otras cosas: conferencias ilustradas en el extranjero y todo lo que se pueda hacer por la difusión del flamenco
¿Le gusta la etiqueta de “Mecenas del flamenco”?
La verdad es que me dan igual las etiquetas. Paso de esto. Sigo haciendo lo que me parece y lo disfruto muchísimo.
¿Cómo ve el flamenco actualmente?
Creo que hay un poco de todo. Siempre ha habido influencias de todo tipo en el flamenco que no son muy positivas. Al mismo tiempo, con los concursos que celebramos gracias a Acciona, veo que hay muchos jóvenes que quieren seguir una línea ortodoxa y esto es muy interesante. Después, que cada uno haga lo que quiera pero esa es la base y siempre tiene que existir la esencia.
¿Con qué nombres del panorama actual se queda?
Prefiero no decir nombres. Hay muchísimos que me encantan. Siempre me olvidaría de uno….
¿En qué proyectos anda enfrascada ahora Cristina?
Estamos en un proyecto de posible creación de una ley en Andalucía que homologue la enseñanza del flamenco. Existen en muchos gremios. Lo que más andaluz es, no existe. Es paradójico. Estamos hablando con parlamentarios y creo que la idea ha tenido muy buena acogida en general. Espero que ya se concrete.
Y volviendo a la persona, ¿cómo es Cristina Heeren?
Me han dicho últimamente, y nunca lo había pensado, que soy jipi. En el fondo es verdad. Pero, aparte de eso, emprendedora y amante de la naturaleza. A parte del flamenco, me encantan los animales, el campo, las plantas, todo lo que es la naturaleza… Impulsiva, también soy bastante impulsiva.
¿Qué hace una neoyorkina en Sevilla?
Siempre he tenido este sueño. Me trajeron mis padres de pequeña y siempre he soñado con tener una finca aquí hasta que lo conseguí y estoy muy contenta.
¿Cómo era su vida antes de venir a esta tierra?
Antes de venir aquí, vivía en París donde trabaja de montadora de cine de películas cortas. Era una vida de ciudad y realmente no he nacido para eso. Era interesante pero un poco frustrante. Aquí hago las dos cosas: un trabajo en una ciudad pero me puedo refugiar el campo.
¿Qué es lo que más quiere del cine?
Creo que un buen guion es fundamental. Me encanta ir al cine y soy vaga porque voy poco. Compro películas y las veo en casa
Su vida es de guion de película…
No creo. Es una vida muy agitada y con épocas interesantes. Como la mía ha habido muchas.
Conoció a Hemingway, ¿no?
Muy poco. Lo veía en los toros, realmente me lo presentaron. Fue en Pamplona, en los Sanfermines.
¿Cuál es el color de Cristina Heeren?
Azul.
¿Por qué?
No lo sé. Es la combinación que más me gusta con el blanco. Siempre lo tengo conmigo. Así es el logotipo de la fundación.
¿A qué tiene miedo Cristina Heeren?
A las serpientes. El único animal que me provoca miedo. También a morirme antes de hacer muchas cosas.
Le quedan muchas cosas por lo que veo…
Creo que sí. Tengo pero que poner orden. Soy muy desordenada. Termine la frase: “La vida sin flamenco es…. Incompleta”.
¿Qué le pide a la vida?
Le pido salud, para mí y para mi entorno. Estoy viendo que lo que era fácil ahora no es tanto. Cuando tienes todo más o menos superado, pasa lo que está pasando. También pido que se mantengan valores.
¿Cómo cuáles?
Creo que el respeto. Saber controlar los impulsos por respeto a los demás es fundamental.
Texto: Javier Comas
Fotos: Aníbal González