No cabe duda de que la base arquitectonica es primordial para el disfrute tanto estético como funcional de cualquier vivienda, mas no es fácil hallar la simbiosis para que la funcionalidad y la decoración de una casa encajen sin problema. Acertadísimo es en este caso con una casa construida a principios del siglo pasado con una importante rehabilitación interior hecha a finales de los años setenta, por el arquitecto José Ramón Sierra con la ayuda de sus propietarios Vicente Lleó y Santu Arenado.
Al pasar el pequeño zaguán. Una enorme calle repleta de libros hasta el techo hace las veces del clásico patio distribuidor, dejando a su lado izquierdo un salón, el comedor, un despacho, un aseo y la cocina. y en la planta superior las habitaciones. Cediendo la calle distribuidora un espacio totalmente abierto donde la luz entra en abundancia por los huecos del techo y la ventana de un patinillo interior, esparciéndose por toda la casa gracias al inteligente sistema de iluminación natural por las ventanas del pasillo y de los salones para el paso de la claridad.
Es ésta una casa muy depurada con elementos muy tradicionales y de primera calidad que no deja de ser moderna a la vez que clásica y muy cálida, ya sea por algunas de sus paredes forradas de libros, ya sea por su decoración con armarios repletos de objetos de cristal de La Granja y vajillas de porcelana de Compañía de Indias, se hace evidente la afición al Arte, a las antigüedades y a la arquitectura de sus propietarios siendo ambos historiadores del Arte que cuidan al máximo cada detalle y aquí nada es por casualidad. Como dato curioso al terminar la casa, el arquitecto propuso a sus dueños mandar un fotógrafo al terminar la rehabilitación para fotografiarla antes de que éstos la amueblaran y decorarán porque pensó que “luego sería un horror” puesto que no apostaba nada por la decoración que luego iba a tener. También otro amigo de la familia la ha bautizado como “un platillo volante disfrazada de cottage Inglés”. Yo la veo deliciosamente atrevida y elegante.