Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
Un mes más me siento apartado de todo lo que me distraiga para dirigirme a ti, porque es mi compromiso. Mi palabra dada. Subo a este atril imaginario para invitarte a influenciarte por lo que nos rodea y para que nos empuje de sopetón a ver la cara amable de la vida. Este mes me reitero en señalarte con el dedo, aunque esté feísimo, cuál puede ser el truco o la trampa en el camino de la felicidad. Nos empeñamos en repensar, repasar, trillar en nuestras cabezas los grandes problemas existenciales de la humanidad. En cambio, y en esto convendrás conmigo, la felicidad en nada tiene que ver con eso en nuestro micro espacio, en nuestro cortijo mental privado sin caza. Este mes mi brindis es con un tuteo que nos acerque hacia el despojarnos de los envoltorios. Quiero decirte, porque para eso he venido, que después de mucho pensar aunque este verbo a veces nos la juegue es que sólo despojándonos de todo lo que no seamos podremos llegar a la felicidad como compañera, camino y meta de vida. La gente quiere ser feliz, pero se empeña, arrastrados por los convencionalismos y los cánones que como falsos dioses nos impone nuestra sociedad, en hacer lo que esperan de ella. Escúchame lo que te voy a decir: Renuncia a todo lo que tengas que decir en contra de tu manera de pensar. Dimite de las formas que te aparten de tu manera concebida para actuar, salvando la actitud civilizada que preserve nuestra convivencia lógica. Repudia con la sonrisa grabada a fuego, eso sí, de todos los envoltorios que no te conduzcan a tu bienestar. Sean personas, estatus, trabajos, actitudes, razonamientos, banderas, cánones estéticos o espirituales. Corre como una gacela alejándote de todo lo no que no seas tú. Tan fácil, tan difícil, tan necesario. Vivimos unos días de bombazo emocional y sensorial en Sevilla, alegría efímera como canto a la vida entoldada de rayas. Exprímelo, sí, exprímelo; y recoge su moraleja. La Feria vuelve para ser una alegoría de la vida. Efímera porque desaparecerá como la propia vida, pero llena de momentos, estampas, alegría, risas, arrebatos de sinceridad y de todos los arrebatos que tengan que suceder en un suelo y sueño de albero y adoquines. Es muy cansada. Es muy incómoda. Es demasiada excesiva, pero no se la pierdan. La Feria es la vida resumida de forma brillante con los contrastes que esta ciudad impregna a cada una de sus fiestas, a cada una de sus manifestaciones, a cada uno de sus días, sus meses, sus estaciones, sus épocas. Sevilla es el espejo donde mirarse. Ha sufrido y vivido grandes y pequeños días. Históricos y para la vergüenza. Como nuestras vidas, cargadas de miserias pero también de éxitos de balcones y faldones para que el mundo lo entienda y sepa. Quiero invitarte a vivir la feria de la vida sin entrar en ninguna caseta vital en la que no te sientas en tu piel. La vida es efímera como el cielo de farolillos como para perder el tiempo en la caseta equivocada con la compañía equivocada. Viva la vida y la feria bajo la batuta de tus partituras. Tu feria será la tuya y la de nadie más, aunque la compartas con quienes elijas en el cruce y cruce de sevillanas cadenciosas, rápidas, corraleras o de lucirse despacito, digiriendo el regusto de lo que no se ve fuera de dos miradas que se entrecruzan o de un beso o abrazo que se da antes de emprender el camino a casa, borrachos como guardas de la euforia feriante que nos hace ver la vida y la feria en color rosa. Toma la feria del brazo y haz que te acompañe por el talle durante todo el año como modelo de vida. En una semana todo habrá acabado y empezará a vivir para siempre en nuestros corazones y en nuestras mentes como un canto a la vida y una invitación a hacérnosla más apetecible y cómoda. Descansar es empezar a morir, como dijo Gregorio Marañón. De eso en este atril no he venido a hablar. Aquí hablamos de vida, sólo de vida. En un mes nos volvemos a encontrar, tú y yo. No me falle.