Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“Tomémonos todos un poco el pelo para hacernos la vida más llevadera”
Todos estamos al borde de la desesperación. ¡Seamos francos! Cortos se me quedan los mensajes de los grandes pensadores del momento de redes sociales, líderes coaching express, bien pensados oficiales que nos invitan a la famosa parte, a la positiva de las cosas. Mire, ¡no!. Ya hoy no. Jamás nunca. Bueno, de momento. Veré como acabo esta carta. Lo primero que quiero soltarle a bocajarro es un consejo que vendo que para mí no tengo: Permítase estar mal. Es necesario y natural. Todos no podemos vivir instalados en el mundo de Yupi de forma permanente. ¡Se acabó Yupi y la madre de Yupi! Una vez asumida esa realidad, hartos de aplausos pero dándolos con fuerza por quienes se dan, le invito a mirarse y mirarnos con simpatía. Empaticemos. Otro “palabro” de nuestro tiempo manido pero imprescindible en estos días de tensión contenida y por focalizar. Tomémonos todos un poco el pelo para hacernos la vida más llevadera. Vivo estos días de confinamiento, palabra que me huele ya a bajante, pero lo llevo con cierto optimismo, simplemente porque lo vivo en Sevilla con casi sol casi siempre, ciudad ideal para perder el tiempo. Loco por perderme perdiéndolo, el tiempo y su noción, por sus calles. ¡Todavía no! ¡Aguanta campeón!
Puedo parecerle nostálgico. ¡Sí! ¿Qué pasa? Lo que sí debemos tener en cuenta es que la nostalgia no puede ser nuestra única distracción cuando empezamos a perder la fe en el futuro. Aunque creamos que se muere todo a nuestro alrededor, estamos aprendiendo en este momento a que no tenemos tiempo, por ejemplo, para odiar a nadie. También estamos creciéndonos en el hartazgo de la tontería. Lo admito hasta yo que vivo en parte de ella. ¡Perdón por existir! Despilfarro estos días de rutinas, coladas, lejía y amoníaco, cacerolada, aplauso, banderas y película de prepago a ser más tolerante con la propia vida. Cuando salgamos ahí fuera tengo el propósito, en la medida de mis posibilidades, de no perder el tiempo en lo que no me guste hacer. Estos días he concluido con que la libertad es el mayor artículo de lujo al que aspirar. Me seguirán gustando los trajes a medida, el buen vino y pasear en Vespa por Roma, si nos ponemos peliculeros, pero nada como la sensación de libertad. Una vez nos enseñaron que teníamos que ser ganadores y aunque sea la ambición sana para no conformarnos con la mediocridad, debo invitarle a tomarse la vida con cierta levedad. Si no es demasiado pesada y dura para el poco cava que tenemos en la nevera, siempre frío, casi helado, eso sí. Si nos autorizamos la levedad nos permitimos elevarnos alto, porque vamos ligeros de peso. La levedad entendida como una manera de no tomarnos las cosas demasiado en serio, sin vivir en la absoluta superficialidad. No sé si me sigue. Ni lo sabré, así que continúo. La vida, querido amigo, comienza de nuevo cada día. Somos estrellas cubiertas de piel y nuestra luz está dentro de nosotros. Gran cursilada, pero piénselo. Hagámosla brillar sin pretensiones. Equivóquese y lamentemos lo justo los errores. Soy de los que prefiero cometer mis torpezas a dejarme guiar por los consejos de los demás, porque quieran evitar nuestros propios golpes, tan necesarios para nuestro despertar espiritual e intelectual. La nostalgia, y estará conmigo en estos momentos en los que tiene demasiado protagonismo, es seductora, porque nos cuesta desprendernos de nuestros recuerdos. El dolor es usurero, contraemos con él una deuda que parece que no acaba jamás. Si queremos, eso cambia. Tenemos que meter en una bolsa todos los pensamientos negativos y meterles fuego. Todo volverá a ser. Quizás no igual. Quizás mejor, pero saldremos de la tormenta, con más ayuda de Dios que de nuestros gobernantes. Ese día, no sabremos cómo lo hicimos ni siquiera al cien por cien, pero habremos salido, siendo nosotros, algo distintos, pero nosotros. Ahí estará el significado de la tormenta pasada. Tan importante es sentir como pensar, module estos dos prismas, mirándose en la intimidad de su espejo. Si hace falta llore y si lo contrario ría. Permítaselo, como hablan los buenos actores de la vida, detrás del telón. Así que poco más. “Y ná y eso”. ¡Viva la vida! ¡Arriba la vida! ¡Abajo los recuerdos! .