El pueblo de Almonte se despertaba un 8 de junio de 1919 con salvas de cohete y con la impaciencia de vivir un día anclado en el tiempo y en la memoria del pueblo onubense. Eran las 11:15 horas de un domingo de Pentecostés diferente. En ese preciso instante, el Cardenal de Sevilla Enrique Almaráz y Santos impuso sobre las sienes de la Virgen del Rocío la corona que marcaría un hito histórico devocional en España y remataría uno de los modelos iconográficos más indetificados en el mundo. Más de dos kilos y medio de oro, 88 onzas, 240 brillantes, 14 esmeraldas, 38 rubíes, 3 topacios, 3 zafiros, 5 perlas grandes y numerosas perlas y diamantes pequeños que se posaron sobre las sienes de la Reina de las Marismas. Los archivos cuentan que su valor en aquel tiempo era de 100.000 pesetas, pero nunca superable a la devoción a una imagen que se convertiría, desde aquel momento, en el gran baluarte devocional de una Andalucía que comenzaba a despegar a principios del siglo XX.
Si la coronación canónica de la Virgen del Rocío estuviera asociada a un nombre, ese sería el del canónigo de la catedral de Sevilla, natural de Hinojos, Juan Francisco Muñoz y Pabón. La historia hace clave su figura un año antes del acontecimiento: el 25 de mayo de 1918. Aquel día, firmaría en El Correo de Andalucía un artículo que se convertiría en fundamental para lo que llegó después. Titulado «La pelota en el tejado», este gran devoto de la Virgen lanzaba una clara idea: «¿No lo están la del Pilar, de Zaragoza; la de los Reyes, de Sevilla; la de las Angustias, de Granada; la de Begoña, allá por tierras vascongadas; la de los Milagros, del Puerto de Santa María; la de la Cabeza, de Andújar; la de los Remedios, de Fregenal de la Sierra…? Pues bien: aparte la del Pilar pues quien dice el Pilar dice toda España, ninguna de las anteriormente citadas, cuenta con una devoción más extendida. Ninguna tiene “una hermandad” en sinnúmero de pueblos de la región; ninguna encarna una fe más grande ni un amor más ardiente en partidos y partidos… […] La Virgen del Rocío… esta imagen de la Madre de Dios debe ser canónicamente coronada… ¡Es cuestión de decoro rociero!». Esta idea no cayó en el vacío y a partir de ahí comenzaron a llegar centenares de adhesiones entre las que destacan las del propio Alcalde de Almonte, Juan Acevedo; el magistrado Manuel Siurot o Ana Valladolid «Señanita», la histórica camarista de la imagen. Así, el 8 de septiembre de 1918, se ordena coronar por Bula Pontifica a la imagen. El sueño se hacía realidad.
El amor en forma de donación
Para coronar a la Virgen hacía falta mucho dinero y oro. Para ello, El Cardenal Almaraz decidió, que a fin de recaudar las limosnas y de dar forma material a la idea, se nombrase una Junta de señoras y otra de caballeros donde estaban como presidentes su hermana, María Almaraz y Santos -gran devota de la imagen-y el propio Muñoz y Pabón. Constituidas estas Juntas, se enviaron a Roma las preces de ritual y se repartió una circular por todos los pueblos rocieros junto con una copia de aquel mítico artículo del periódico sevillano. El texto decía: «¿Qué no podéis darle nada?… ¿Qué porque no podéis darle nada se os arrasan en lágrimas los ojos?… ¡Esas lágrimas de amor valen más que los brillantes y que las perlas! ¡Ese es vuestro donativo… que no quedará sin premio!”. El primero en llegar fue el de un joven de Rociana, J. Jiménez Molina, que entregaba «la mejor alhaja de su difunta madre y la da a la corona de otra muy querida Madre que está en el cielo».
Ricardo Espinosa de los Monteros realizó una presea que es reproducción de la de Arfe de la Inmaculada Grande de la Catedral de Sevilla. Realizada en oro macizo y con gran cantidad de piedras preciosas, se pudo labrar gracias a donaciones como las del anillo del Cardenal Almaraz, el del Nuncio del Papa o un brillante del ministro de Alfonso XIII, Manuel de Burgos y Mazo. Otras más destacadas fueron las de SS. AA. RR. Don Carlos y Doña Luisa, que entregó 200 pesetas; la de S.A.R. el Duque de Montpensier, de 200 pesetas o el torero Juan Belmonte, con 500 ptas.
A finales de mayo de 1919, los sevillanos se asombraron de verla expuesta en el escaparate de la librería de Sobrinos de Izquierdo en el 39 de la calle Francos de Sevilla. Su resplandor era apabullador. Las joyas y fondos sobrantes se hizo el rostrillo y se restauraron las ráfagas y la media luna de plata que Tello de Eslava donara en el siglo XVIII. La corona del Niño, de José de los Reyes Cantueso, fue donada por la familia del Vizconde de la Palma, Ignacio Cepeda.
El día D
Era el 6 de junio de 1919. El Cardenal llegó a la aldea aclamado por la multitud. Al día siguiente, lo hicieron las trece filiales: Villamanrique, Pilas, la Palma, Moguer, Sanlúcar, Triana, Umbrete, Coria, Huelva, Benacazón, San Juan del Puerto y Rociana del Condado. A las cinco de la mañana del día 8, fue trasladada al lugar de la coronación en el Real. A las 10 comenzó la misa y a las 11:15, fue el momento esperado; primero fue el Pastorcito y después, la Virgen. El Cardenal Almaraz impuso la corona mientras de su boca oraba: “Así como te coronamos en la tierra, merezcamos, por tu intercesión ser coronados en el Cielo”. Las crónicas cuentan que había alrededor de 25.000 personas en el acto.
Almonte esta de celebración en este 2019. El 8 de septiembre tuvo lugar su salida extraordinaria. Ahora vive un Año Jubilar, donde la Virgen volverá a Almonte el 19 de agosto como cada siete años en su Rocío Chico. Cien años de un mito, cien años de aquellas sevillanas míticas que aquel canónigo escribiera para la Virgen de sus amores. Cien años manando amor desde aquel pocito que hoy es un faro de devoción en un lugar mágico de Andalucía.
Texto: Javier Comas
Fotos: Javier Comas y archivo Matriz de Almonte