Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“Nuestros corazones son siempre niños pequeños en el primer día de escuela tras la Navidad”
Necesitamos que nos escuchen, pero sobre todo que nos dejen. Sí, que nos dejen en paz. Así de simple. Vivimos en una interrupción constante. No hay tiempo para profundizar en casi nada. Casi no hay lugar para la reflexión. Derramo los días ambicionando la calma donde pararme y observar, mirar, vigilar nuestro derrotero vital. Nadie, excepto en la clausura o donde la cobertura no llega, puede escuchar el silencio. Hoy en día es uno de los grandes lujos. El silencio es el cartier de nuestro tiempo. Es en esa ausencia absoluta de ruido donde saboreamos nuestra esencia, donde tenemos el privilegio de cuestionarla y acariciarla en esa aspiración universal de ser feliz, de estar en paz con Dios, ahora que acaba de nacer. Jesús nace para traer el mayor mensaje de amor que ha existido en la historia de la humanidad y qué mejor ocasión para tomarlo de excusa y ahondar en ello, en el amor, en el amor propio y en el amor compartido y proyectado que es lo mismo. Nos abrimos paso en las ruinas de nuestras derrotas y en los vítores de nuestros éxitos, en esa bipolaridad en la que derretimos nuestros años y a veces parecemos pollos sin cabeza corriendo a no sabe nadie qué lugar en busca de ningún objetivo identificado. Ruinas y éxitos, inevitable equilibrio vital de crecimiento. Sin duda, son las ruinas el camino hacia la transformación, un regalo, una invitación a darnos una enésima oportunidad en esta “escandalera». Arrancamos un año con los propósitos oliendo a libros nuevos de apertura de curso, de caras recién levantadas, con el frío de la mañana abrazando nuestras ilusiones. Nuestros corazones son siempre niños pequeños en el primer día de escuela tras la Navidad, ansiosos de enumerar a los amigos de clase lo bueno que han sido los Reyes de Oriente en esta Epifanía, mes y prólogo de todo lo que nos queda que beber, tragar, vivir, asimilar, crecer, encajar, ubicar, luchar. Nuestros corazones rotos son señales de haber intentado algo hermoso y en este mes llave del año 2020 vamos a darnos cuenta de todo lo felices que somos y seremos a partir de hoy mismo con no pocos esfuerzos por resguardarnos del gentío vociferante. La escritora y actriz italiana Margaret Mazzantini escribió algo así como que uno no se da cuenta de cuando es feliz. “Un sentimiento tan benévolo nos encuentra siempre poco preparados, despistados, tanto que sólo conocemos la nostalgia de la felicidad o su espera perpetua”. Vivimos interrumpidos por un látigo que no cesa de materialidad superflua como para caer en la cuenta y en las manos de la razón sinrazón que nos hace felices. Aspirar a la felicidad sin salirnos de los esquemas es una utopía. La verdadera locura quizás no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca. Esta reflexión de Enrique Heine es una clave que ahonda en esa invitación que le hago con lazo y envoltorio en este gélido enero como un témpano para que se vuelva loco en esa huida hacia el silencio y la verdad de su vida que es personal e intransferible. Dé el golpe en la mesa, levántese y suéltese para salir de la calle del infierno con luces y muñecos de fibra de mentira que se mueven mecánicamente. Coja su vino dulce y la galletita y huya. Fúguese de este estruendo de norias fragantes, casas del terror estridentes, coches locos alborotados que es nuestro momento. Sólo en el mutismo logrará encontrarse a usted mismo, rodeado de sus propias ruinas y glorias. Enero no puede ser un mes de cinco letras y bolsillo enclenque. Enero es el mes primero del año donde encontraremos la ventaja a la bulla para vivir sabiendo a nosotros y cómodos en nuestra piel. Mis mejores deseos para esta nueva añada lleno de conquistas, palmas y honores para nuestros corazones triunfantes que, pese a las tantísimas batallas libradas, sigue latiendo como el de un niño en la mañana de Reyes.