Por Emilio Moeckel.
Año tras año aumentan las parejas que deciden poner fin a su relación tras el periodo de vacaciones de verano. Los expertos lo achacan al excesivo tiempo que las parejas pasan juntas durante el periodo estival y la falta de convivencia durante el resto del año por la rutina laboral. Si uno no quiere dos no discuten y si dos no se ven menos aún.
Las vacaciones hacen que las parejas pasen más tiempo juntas que durante el resto del año. Si la relación va bien, es tiempo de armonía, serenidad, disfrute en común y descanso. Si la relación venía mal desde el invierno, como en verano lo normal es que la convivencia sea más intensa, la situación se agrava saliendo a relucir diferencias latentes del resto del año, provocando rupturas solicitadas en su mayoría por mujeres y con más frecuencia en parejas que llevan pocos años de vida en común.
El matrimonio requiere paciencia e inteligencia para superar las crisis que viven las parejas, pero si a pesar de los esfuerzos no se consigue, el matrimonio infeliz no es condena a cadena perpetua. La separación o el divorcio son dos opciones a las que se podrá acudir indistintamente. Bastará que uno de los cónyuges no desee la continuación del matrimonio para que, sin tener que alegar causa alguna, solicite la separación o el divorcio de mutuo acuerdo, que es lo deseable, o de manera contenciosa. La separación judicial produce la suspensión de la vida en común sin romper el vínculo matrimonial. El divorcio si disuelve el vínculo. Por ello mientras no tenga sentencia de divorcio no podrá contraer nuevo matrimonio. Para presentar en el Juzgado la demanda de separación, divorcio o, como una tercera opción, de nulidad matrimonial, es necesaria la intervención de un abogado, siendo fundamental la acertada elección de este profesional especializado, puesto que de ello va a depender los efectos legales de la guarda y custodia de los hijos menores, en el supuesto de que los haya, pensión de alimentos para éstos y de la compensatoria, si procediere, destino de la vivienda conyugal y demás bienes.
El abogado le puede asesorar e informar garantizándole la seguridad jurídica que necesita en sus relaciones de ámbito personal, familiar, laboral o empresarial.
Últimamente está cobrando relevancia la figura del “Mediador Familiar”, que podrá ostentar el abogado, para intentar evitar la ruptura matrimonial y de no ser posible reconducir ésta por los trámites judiciales del mutuo acuerdo.