Desde sus orígenes, los títulos nobiliarios y las familias influyentes han tenido en el Rocío un foco de devoción, poder e influencia que ha marcado parte de la estética y el sentido de uno de los grandes focos religiosos más importantes de la cristiandad. En Andalucía, las grandes casas aristócratas han visto en la Virgen almonteña un punto de atracción, tanto cultural como de fe. Desde el extremo occidental de Huelva, hasta los límites de Córdoba. Desde Sevilla hasta las playas de Cádiz. La Virgen del Rocío ha marcado parte de los límites devocionales desde un epicentro concreto marcado en el mapa: El Condado. Aquí está el pueblo noble de la Palma. Un lugar clave para entender la historia del Rocío que vivió su gran impulso en la primera mitad del siglo XX gracias a una figura fundamental Ignacio de Cepeda y Soldán (1890-1967). El primer Vizconde de la Palma.
En el año 1929, Su Majestad el Rey Alfonso XIII le concede el título de primer vizconde de La Palma del Condado, al que también sería nombrado alcalde honorario e hijo predilecto del lugar. Los historiadores ahondan en su «exquisita sensibilidad artística» que sirvió para influir con suma importancia las decisiones patrimoniales de hermandades como la Matriz del Rocío de Almonte, el Rocío de La Palma, la Amargura de Sevilla, el Nazareno y el Valle, estas dos últimas de su localidad natal.
De padre almonteño y madre palmerina, fue miembro de junta de la Matriz entre 1921 y 1923 y fue pieza fundamental en la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío celebrada en 1919. Su papel como parte de la junta de caballeros que se constituyó para la ocasión le sirvió también para dejar en la historia un relato fundamental del acontecimiento como cronista de la coronación. El hecho se eleva al regalo que su madre, Juana Soldán, hizo para la ocasión: la corona de oro al Pastorcito para el magno acontecimiento.
Pero su relación con el Rocío influye de tal manera que en 1933 la familia del Vizconde donan el paso de Cayetano González sobre el que ha procesionado la Virgen durante más de setenta años. El historiador Manuel Galán argumenta ante esto en la revista Exvoto que “por la calidad de los trabajos de orfebrería y su completo programa iconográfico, el dibujo se ha respetado en las actuales andas”. En agradecimiento a su contribución al Rocío, el Vizconde fue nombrado hermano mayor honorario de la Hermandad Matriz en 1945. Una unión que alcanzó todas las facetas posibles del arte. De su mano llegaron al universo rociero un artista de la talla de Joaquín Castilla, diseñador del manto ‘de las Hermandades y de la saya a juego’.
Una devoción que puso a La Palma a la cabeza del ámbito devocional. En 1927, el Vizconde levantará en su villa el primer monumento dedicado a la Blanca Paloma fuera del término de Almonte. En 1937, regaló el Simpecado de la hermandad de La Palma y fue el tesorero de la creación de la gran carreta de la Palma, ejecutada bajo diseño de Joaquín Castilla y uno de los emblemas patrimoniales de la Romería. Por todo ello, fue designado presidente honorario de del Rocío de La Palma en 1942.
El gran Vizconde en palabras de su heredero
Actualmente, el título es regentado desde 2006 por el tercer Vizconde, José María de Cepeda. En el prólogo de la reedición histórica de las crónicas de la coronación, hablaba de su antepasado como “un hombre de una pieza, de otra época, de los que hoy no quedan. Fue un hombre bueno, en el mejor sentido de ese adjetivo tan ambiguo; cultivado; extremadamente religioso; dotado de una gran sensibilidad artística y de una enorme generosidad”.
Su interés cultural lo llevó a “Italia y sus museos fueron el objeto preferente de esa inquietud y esas ansias de conocimiento. El Grand Tour, el viaje iniciático que los jóvenes aristócratas centroeuropeos del siglo XVIII, hacían como preludio a las responsabilidades de la edad adulta y que en nuestro país apenas sí se dio, se lo organizó él mismo y de él extrajo experiencias y deslumbramientos que le durarían de por vida. Cuando regresaba a la patria, los anticuarios de la Sevilla o del Madrid de la época fueron testigos de su buen gusto al escoger las piezas de arte de su futura colección”, apunta el actual Vizconde.
Y es que la clave está en su madre: Juana Soldán Pérez-Rañón, “una palmerina de nacimiento y rociera de corazón. Una mujer de carácter que, al quedarse viuda muy pronto, tuvo que afrontar ella sola la formación de sus cinco hijos”. De ella nació un amor que lo llevó al extremo: el monumento, la corona, el Simpecado de su hermandad, la carreta de la Palma, el mecenazgo de artistas para el Rocío (pintores, ceramistas, forjadores, ebanistas…) y una joya que es emblema de la Virgen: la salamanquesa de plata y oro que la Reina de las Marismas lleva en el hombro y que cantó la devoción popular en forma de sevillana.
Texto: Javier Comas