Le gustaba comer en las fosas del Palacio de El Pardo con los gatos. Era su condición sin negociación con las tatas entre las que se crió como una verdadera princesa. Era una niña caprichosa y hoy sigue siéndolo sin complejos por ello. Carmen Martínez-Bordiú y Franco galopa por la vida a lomos de su libertad. Es una mujer libre, práctica, amiga en todas sus acepciones hasta el último término. Siempre ha hecho lo que ha querido y aunque la vida no siempre ha sido fácil para ello reconoce que es una afortunada con todas las de la ley. La vida le dio un golpe anti natura con un accidente que no borra de su mente. No por ello ha dejado de luchar por hacer lo que su voluntad dictaba, intentando no hacer daño con ello, aunque no siempre lo ha logrado.
Cuando se le pregunta si hay algo que le dé miedo reconoce con cierto pudor que nada. Nada y menos porque a la nieta del último caudillo español no se le pone nada por delante. Tolera casi todo en la vida cuando por acariciar la felicidad se trata. Prejuicios ninguno. Comprensión toda. La inminente Marquesa de Villaverde es una mujer actual desde siempre, incluso adelantada a su tiempo. Su mentalidad abierta se torna deliciosa para hablar de cualquier tema. Nada frecuente con señoras de su altura social y conservadora educación. Tenía botando el balón de una vida convencional, ejemplar para una sociedad anquilosada y estancada en convencionalismos, pero nunca optó por chutar para ese gol. Prefirió vivir a lo Sinatra, a su manera. Es de una manera ejemplar, es decir, como pocos, de la manera que ha estado volcada en estos días delicados para su madre, la Duquesa de Franco, en cuidarla y mimarla hasta el triste desenlace conocido por todos. Pasó las horas y los días con Doña Carmen, su mejor amiga, su más fiel apoyo, aunque no siempre fue dulce con ella, por su bien, bajo el criterio de la hija única de Franco. Carmen en esta entrevista reportajeada con la que estrenamos el año dieciocho del segundo milenio se muestra feliz, razonablemente feliz, como la mayor parte de su vida. Hablar con ella es inyectarse optimismo y ganas de vivir.
Durante la sesión fotográfica con nuestro compañero Alberto Bernárdez está serena, relajada. Carmen se come la cámara. Nació rodeada de ellas por eso no se imagina siendo anónima. La nietísima siempre tiene una sonrisa para quien la saluda y durante este reportaje la hija de nuestro fotógrafo, Sabina, ayudante sin igual de su papá, se convierte en su mejor amiga. Carmen le indica donde está el bufé del Hotel Only You de la madrileña calle del Barquillo, escenario de este reportaje y segunda casa de servidor. Ella tiene buena mano con los niños y ahora se ha sacado el cum laudem con su faceta de abuela. Sus hijos Cynthia Rossi y Luis Alfonso de Borbón, pretendiente al Trono de Francia, le han regalado esta experiencia que vive con profunda alegría. Acaba de comprarle una casa en Burdeos a su hija. La madera de la escalera del hotel le encanta para la casa de Cynthia y no duda en hacer fotos con su móvil para ella. No se le escapa un detalle. Es lista como el hambre aunque le gusta hacerse la rubia. No le ha ido mal así. Quizás es la envidia, tan genuinamente española, lo que peor ha llevado en su vida en una y otra dirección. Su vida sí ha despertado algo con peso ha sido esa lacra: la envidia. Nunca se planteó ser nada concreto en la vida, porque realmente todo lo que se ha propuesto lo ha alcanzado. Por ello es la plenitud lo que más se intuye en su actitud vitalista y positiva.
Era obligado preguntarle por quién fue Francisco Franco a lo que responde contundente: Mi abuelo. Tras su respuesta, tan obvia como inteligente, firma con una gran sonrisa. Carmen políticamente no se posiciona jamás ni a la derecha, ni en el centro, ni a la izquierda, porque no cree en las ideologías, sino en las personas. En su vida ha conocido a políticos y ha entablado amistad con destacados personajes de la clase política por lo que eran realmente y no por lo que representaban o por el cargo que desempeñaban. Recuerda de sus abuelos sus cenas en la intimidad de El Pardo. Llevaban una vida austera, dentro del boato en torno al día a día del autócrata Jefe de Estado. Al preguntarle por alguna anécdota con su abuelo recuerda su opinión sobre los biquinis en sus travesías en el Azor: «Mi abuelo nos preguntaba si los cobraban por peso». Añade: «Nunca le tuvimos muy en cuenta lo que quería sugerirnos porque nunca dejamos de usarlos». Cataluña es un tema que preocupa mucho a su madre en su fin de fiesta vital y, por tanto, a toda la familia, porque es en el amor a España en el que sus padres les educaron.
La Familia Real Española a la que trató de cerca le tiene un sincero y manifiesto sentimiento de respeto. Entre otros motivos, su familia emparentó con ella, desde antes de su boda con el desaparecido Duque de Cádiz, el Príncipe Don Alfonso de Borbón. Cuando falleció su hijo de las primeras llamadas que recibió fue la de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos.
Asegura que no tiene una receta para ser feliz pero sabe perfectamente que su hoja de ruta vital le han hecho serlo y pocas veces dudó de sus decisiones. Siempre tuvo las ideas muy claras. Poco le importa como la recuerden. Lejos del romanticismo de tantos que piensan en el día que no estén en este mundo, a Carmen es más de emplearse en el corto plazo, en lo que quiere ser, sentir y como quiere vivir en este mundo. Independientemente de eso, la nieta mayor de Franco es una mujer de fe, creyente y respetuosa de nuestras creencias tradicionales y que predica con las buenas obras más que con las buenas palabras, porque ayuda a todo el que se lo pide. Antes de empezar esta entrevista Carmen me había entregado un broche de su madre, la Señora de Meirás, y por encargo de ella para ser entregado al hermano mayor de la Macarena, para que luzca cuando los hermanos decidan en la Señora de Sevilla. Cuando le pregunto por un personaje histórico me dice Gandhi, claro, nada previsible… Un placer tenerla para inaugurar un nuevo año, una nueva etapa con energías renovadas y locos por vivir y bebernos la vida hasta el final. Un placer tener a Carmen en mi vida.
Texto: Mario Niebla del Toro
Fotos: Alberto Bernárdez