Me atiende con no poco esfuerzo porque está en los días previos a la cumbre internacional de turismo en Sevilla y además es poco dado a entrevistas de carácter personal e íntimas como la que leerán a continuación después de no poca insistencia. De perfil más técnico que político, se confiesa un poco soso y un hombre sencillo. En fondo y forma. Juan Espadas es el entrevistado con el que abrimos nuestra edición de Semana Santa de este año, con la que contamos ya trece primaveras presentes en nuestra Semana Mayor. Le gustaba montar en bici siendo un niño y aun conserva la medalla de María Auxiliadora que su profesor don Juan Niebla, de música y ciencias, y sacerdote salesiano le regaló en uno de esos concursos de memoria que hacía con sus alumnos. Ese cura que, entre otras excentricidades, fue a Roma en varias ocasiones en bicicleta era mi tío abuelo y su tocayo, Juan, Espadas, acabaría siendo alcalde de su ciudad.
¿Cómo era Juan en su más tierna infancia?
Un niño del Barrio del Retiro Obrero, que luego se fue a Santa María de Ordás, una barriada de nueva creación, de principios de los años setenta. Estudió en Los Salesianos de la Trinidad catorce años. Le gustaba hacer deporte con los amigos. Un niño de Sevilla, como otro cualquiera. Amante de sus tradiciones, del deporte y buen estudiante.
¿Pensó alguna vez que llegaría a ser el alcalde de Sevilla?
No, la verdad es que no pude pensar en eso jamás. Habrá gente que por una cuestión familiar, por una clarividencia o por un sueño puede pensar que quiere ser alcalde de su ciudad. Yo quería dedicarme a temas que tuvieran que ver con la gente: el derecho, el periodismo… Me gustaba mucho el ejercicio del ámbito profesional de la abogacía, la defensa en juicios de causas perdidas… Me siento por eso un privilegiado. Estudié algo que me gustaba mucho y no me imaginé que, a través de una carrera profesional, acabara en una carrera política y por ella candidato a la Alcaldía de mi ciudad.
¿Cuándo dio el paso a la política?
Yo no di realmente un buen día el paso. Yo trabajaba profesionalmente en asuntos medioambientales, porque me especialicé en derecho medioambiental en los años noventa, ya que había pocos especializados en esa rama. Lo que hoy sería el derecho en las nuevas tecnologías, como los que están especializándose en reputación digital, que es un tema pujante. No se hablaba ni de cambio climático. Opté por derecho público y en materia de medio ambiente. En ese momento estaba metido en un ámbito técnico jurídico y me hicieron una propuesta para dirigir un gabinete multidisciplinar y digamos que de ahí me surge la primera responsabilidad política. En el año dos mil me ofrecen una labor de calidad medioambiental que era fundamentalmente en el medio ambiente industrial. El Polo Químico de Huelva, la bahía de Algeciras, la gestión de residuos de Andalucía, la planificación medio ambiental, en definitiva… Siempre he sido de ese perfil técnico político y quizás por ello me han visto más gestor que político. Esa experiencia de cuatro años me dio bagaje para salir al exterior y vender fuera lo que se hacía en Andalucía. Andalucía ha sido y es una potencia a nivel medioambiental por muchas razones, en parques naturales… Siempre ha sido de un escaso desarrollo industrial, pero de un gran potencial medioambiental y puesto en valor. Me siento orgulloso de aquello que hicimos en los años noventa, marcando las bases de muchas políticas actuales en materia de medio ambiente.
¿Cómo era la Semana Santa de Juan Espadas en su niñez?
Yo era muy “jartible”. El típico que salía, programa en mano, dispuesto a verlas todas y algunas un par de veces. Efectivamente no tenía la capacidad memorística de algunos de mis amigos para saberme los estrenos y los nombres de las bandas o las anécdotas de cada cofradía, pero siempre disfruté de los rincones. Buscaba determinada saeta, la “levantá” en aquel sitio o la “revirá” de aquel otro. Era incansable. Cuando venían amigos de fuera, me gustaba, como a todos los sevillanos, enseñar lo nuestro. Disfrutamos enseñando porque estamos orgullosos de nuestra cultura.
¿Qué es Sevilla para su máxima autoridad?
Sevilla es una tierra única. Los sevillanos tenemos fama de ser exagerados, pero yo lo digo con más conocimiento de causa ahora. Andalucía siempre pensé que era una gran potencia, que Sevilla era su capital por mil razones, pero ahora soy un absoluto convencido de que tenemos una materia prima envidiable. Las razones por las que este territorio tiene un margen de crecimiento mucho mayor que otro son evidentes. Las razones por las que podemos invertir en futuro aquí, si hacemos las cosas bien, nos hace crecer y nos hará crecer aunque en su día no hubiese una apuesta en esta tierra. Tenemos un empleo muy condicionado por determinados sectores, como el agroalimentario, turístico, pero hemos demostrado que hemos podido construir de la nada el sector. El caso es el aeroespacial, en el ámbito de las energías renovables, la energía fotovoltaica… Si nos tomamos en serio como en otras ciudades ser referente en estos campos nos pondremos y los lideraremos. En turismo por ejemplo siempre vamos a ser exigentes para ser mejores y más óptimos. Sevilla es un destino interesante. En los últimos años hemos llevado a cabo apuestas mucho más ambiciosas y ahora tenemos que saber gestionar esas cotas y esos volúmenes de compromiso. Tenemos que hacerlo sin perder calidad, sin perder identidad. El turismo es un escaparate para generar riqueza en otros sectores colaterales y en eso soy bastante optimista. ¿Por qué no vamos a cambiar la realidad y avanzar y salir del estancamiento? Estamos en unos números con los que podemos tutear a muchas y punteras ciudades europeas.
¿Qué es lo que menos le gusta de la Sevilla actual?
No es lo que menos me gusta, sino en lo que más deberíamos avanzar sería en fomentar un sentimiento de conciencia colectiva, de auto implicación personal de los sevillanos en lo importante que es conservar la ciudad, sin tolerar comportamientos incívicos, cuidando los espacios públicos y comunes. Lo que está claro es que la gente se encuentra a gusto cuando viene a Sevilla. La gente aquí es feliz. Tenemos que ser más cuidadoso con nuestro entorno, con ese espacio de todos. Tenemos que ser más exigentes por saber nuestra cultura y con cuidar nuestra ciudad. Pocas ciudades como Sevilla tienen el número de pintores y escritores universales como tiene la nuestra. Lo que identifica nuestra ciudad es la luz, el disfrute, que lo hemos contemplado en el plan estratégico 2030, que es la Sevilla compartida. Un concepto de enorme valor estratégico. El sonido de los pájaros a las seis de la tarde en la plaza donde paseas a tu perro es impresionante y se respira que la gente es feliz. Hablo del entorno histórico, en torno al río, para todos sin necesidad de dinero. Si hablamos de otros rincones de la ciudad la realidad es otra obviamente.
¿Qué le da miedo?
Fundamentalmente que no tengamos esperanza en nosotros mismos. Eso sí me da miedo. Que seamos conformistas, que nos miremos el ombligo. Que hayamos nacido en la tierra de María Santísima no nos puede hacer conformarnos. Tenemos que aspirar a trabajar mucho y a ser más exigentes. Tenemos que entender que estamos en una sociedad global, con retos globales y tenemos que asumir nuestra responsabilidad. Tenemos que luchar por nuestro futuro y nuestros jóvenes puedan crear desde aquí, aunque en cualquier parte sea posible, gracias a la conectividad y a las nuevas formas que ofrece el mundo que vivimos. Tenemos que mantener el compromiso de trabajar por nuestra tierra. Esto es un proyecto colectivo.
¿Qué es la libertad?
La libertad es respetar el espacio del otro. La libertad es poder ser feliz con tus ideas y poderlas expresar en el respeto a las ideas del otro. La libertad es un don compartido. No es un concepto de visión individual. La libertad está ligada a la del de enfrente.
¿Cree en Dios?
Sí. Firmemente. Soy creyente. Como diría mi padre: Católico, apostólico y romano.
Romano yo, que soy Armao.
Ahí llevas razón. Soy romano de segunda (risas).
¿Qué significa para usted la familia?
Fundamental en mi vida. En ese sentido me he criado en una cultura clásica. Lo que he visto en mi casa, en mis padres, es lo que intentamos llevar a cabo con nuestros hijos mi mujer y yo. Aunque mi agenda y mi realidad me hace muchas veces complicada la conciliación familiar, creemos que es muy importante en nuestras vidas y luchamos por conservarla unida y fuerte.
¿Qué queda en el tintero de Juan y de Espadas?
Yo creo que todo, de los dos. Lo decía en la última presentación que hice. Una de las cosas que más me habían gustado de la calle de estos años lo sintetiza una anécdota de un sevillano que me abordó y me dijo: Juan, lo que más me gusta de ti es que sigues siendo el mismo que eras. Yo no siento haber cambiado. Sigo haciendo las mismas cosas, con la gente de mi barrio de toda la vida. Es cierto que conozco a más gente, voy a sitios que antes no hubiera podido ir y disfruto de personas que no conocía antes. En esencia sigo teniendo los mismos gustos y sigo siendo la misma persona. Pueden pensar que soy un poco soso y quizás tienen razón pero me conformo ciertamente con poco. Mi padre me enseñó que no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita.
¿Cómo quiere pasar a la historia de la ciudad el día que le toque marcharse de la Alcaldía?
El día que me vaya quiero hacerlo con la cabeza bien alta, con la satisfacción del deber cumplido. No significa que me vaya habiendo hecho todo lo que hubiera querido hacer. Uno es humano y tiene sus debilidades y no tiene la capacidad de hacer todo lo que querría. Lo que sí es que me iré habiéndome vaciado en lo personal y en lo profesional para dejar una ciudad mejor de la que me encontré y pasaré el testigo con dignidad. No aspiro a grandes cosas. Sólo quiero que el día de mañana me paren por la calle o en un bar y me saluden con respeto, porque el respeto al alcalde es el respeto a la propia institución que representa o represento. Soy un firme defensor de nuestro Estado de Derecho, de nuestra Constitución y de nuestras instituciones a las que tenemos que respetar y dignificar los que somos servidores públicos. El día que me toque volver a la normalidad lo haré sin hacer ruido y sin que nadie me pueda echar en cara más allá de lo que nos limita nuestra condición humana.
¿Algún secreto para ser feliz?
¡Uf! El contenido de la felicidad… Yo que soy un lector sobre la materia, me nace una reflexión del filósofo danés Soren Kierkegaard que utilizo mucho en las bodas: La puerta de la felicidad se abre hacia dentro. Si una la empuja se cierra cada vez más. Hay que dejar un poco de espacio para que se oxigene. Yo creo que no hay que atosigarse buscando la felicidad. Hay que intentar feliz con las cosas que se hacen, siendo consciente de nuestras limitaciones y no podemos aspirar a ser perfectos.
¿Un plato favorito?
De cuchara, muchos. Me gustan las habichuelas con arroz, un buen cocido, unas lentejas bien hechas. Me gusta nuestra ensaladilla, la tortilla de patatas… Me gustan nuestras tapas.
¿Un personaje histórico?
Los que devolvieron la democracia a este país. Los constituyentes, los padres de nuestra Constitución, que lograron el gran acuerdo por el que recuperamos la normalidad democrática a este país. Nos brindaron un espacio de futuro muy óptimo. Me siento tranquilo con personajes tan cruciales como Gregorio Peces-Barba o con los responsables políticos de aquel momento, sin nombrar a ninguno de ningún partido concreto. Aunque ya imaginarás del político que me siento más orgulloso del momento… (sonríe).
¿Un color?
Yo soy del rojo. Me gusta el rojo y el verde. Si hablamos de deporte te diré el verde (risas). El rojo apasionado me gusta. Por eso parece a veces que estoy enfadado. Mi carácter es así. Es porque le pongo a todo mucha pasión.
¿Un libro?
Patria. Últimamente leo poco y con dificultad. Me gusta mucho la novela policíaca, como las películas de juicios. Deformación profesional… Uno que también me gusta y es de los primeros libros que leí fue Justicia de Friedrich Dürrenmat.
¿Una frase?
La favorita de mi padre: No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.
Por último, ¿una manía confesable?
Manías sí que tengo, pero no tengo tiempo para ejercerlas (risas). No soy un maniático del orden, a pesar de que me guste. No soy especialmente maniático. Mi mujer te podría contestar mejor que yo a esta pregunta (risas).
Juan, un placer.
El placer ha sido mío.
Texto: Mario Niebla del Toro
Fotos: Aníbal González