Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“El hijo del carpintero y de María recorrerá nuestro interior como cada primavera para hacernos despertar de esta ensoñación kafkiana que han sido estos dos años”
direccion@revistaescaparate.com
@niebladeltoro
Foto: Aníbal González
“Creo en Dios, amo a España y espero al Rey”. Así rezaba en la entrada de la casa de un ilustre señor de Sevilla, que desapareció orgulloso de su lealtad, de su honorabilidad y satisfecho pese a las traiciones de propios y extraños con dedicar parte de su vida a ser amigo y consecuente. Esa frase o lema inspira en su esencia lo que vengo a contarte en este marzo que despereza primavera en lo más alto de la copa de nuestros naranjos, engalanando nuestras calles y plazas. Me permito el tuteo este mes. Quizás los valores, el amor y la lealtad, como en este caso era por ese orden en torno a Dios, España y a la Corona, sea lo que une en esencia a personas no nacidas de un mismo vientre, en una misma cuna, pero que les une con rasgos consanguíneos: Valores, amor y lealtad. Le añadiría incondicionalidad. Miro a mi entorno y hurgo en mi listado de registro de llamadas, galería de imágenes del teléfono y mensajes de WhatsApp y caigo en la cuenta de la familia no de sangre que con el paso de los años, aderezada por valores, amor e incondicional lealtad se ha ido forjando en mi vida. Yo soy de la vieja escuela, al estilo cinematográfico de “El Padrino”, con aquella frase lapidaria que apostilla que “la familia es lo primero”, con el paso de los años he ido dándole matices. La familia sigue siendo lo primero, pero la familia se ha ido ampliando con los años. Aquellos que me dicen que siempre han pensado igual me invitan a pensar que no han sufrido evolución, ni cambio que les haya cultivado como hombres y mujeres en una mentalidad adulta y forjada en los fracasos y en los éxitos, en la experiencia. Para mí la familia hace unos años se limitaba a mis padres, hermanos, sobrinos y parientes directos. Hoy para mí la familia son esas personas que las circunstancias, la semejanza de pensamiento, el feeling, la reciprocidad relativa, la empatía y la generosidad emocional, entre otros ingredientes, han hecho que personas ajenas a mi casta hayan ido ocupando los primeros puestos de mi corazón, de mi vida, de mis prioridades y de mi tiempo. Amigos hermanos que aun conociéndonos en nuestra excelencia y en nuestra decadencia están a nuestro lado. Esos que disfrutan de nuestro éxito y sufren con nuestros errores y fracasos. Amigos que quieren lo que queremos solo porque nos quieren. Amigos que salen de su zona de confort y se mojan por defender nuestra posición y nuestros intereses. Amigos de copas y tanatorios. Amigos en los buenos y en los malos negocios. Amigos de risas y lágrimas. Esos forman, por supuesto, nuestra verdadera familia. La familia es esa suma de los miembros consanguíneos de nuestra casta que se ganan esa consideración y los no
de sangre que actúan como hermanos o padres. Esta sopa de letras es un brindis a esas personas que todos tenemos o debemos tener. Personas que vinieron para quedarse. En este punto de quedarse o de marcharse también quiero abogar por las amistades pasajeras. Siempre matizo entre los amigos y las amistades. Las amistades las forman personas que aparecen en nuestras vidas, cumplen una etapa, viven y conviven con nosotros nuestras mieles y nuestras hieles y que por mil motivos acaban desapareciendo, cubriendo una etapa de crecimiento personal de nuestras trayectorias vitales. Esos amigos son fundamentales. Nunca forman parte de un tiempo perdido. Sin ellos no seríamos tampoco lo que somos hoy. Hay que asumir que hay amigos de toda y para toda la vida y personas que con el tiempo pasarán a ser del grupo de nuestra agenda cuya relación se limite a un “me alegro de verte”, porque además debe ser verdad. La pureza de sangre en lo emocional es otra cosa. Tengo a mis treinta ocho años más amigos que dedos de una mano, estadística a la que siempre acuden nuestros mayores cuando tratan de hablar del número de amigos que realmente debemos tener por experiencia. Lo que sí es cierto es que a día de hoy tengo una familia elegida y seleccionada de forma natural y con ayuda del paso de los años y que forman parte de mi riqueza personal, intangible pero sensible en mi día a día. Esta carta quiero que sea un paso a la reflexión para pararnos en medio de esta agónica prisa y vida virtual de redes y likes que tenemos entre todos montada para ver cómo andamos de familia. La formada por amigos que darían la cara por nosotros, aun cuando no les convenga. Amigos de tomar copas todos los que estamos medianamente en la calle tenemos un saco. ¡Ojo! Esos también tienen su función. La frivolidad es también necesaria, pero me refiero a la familia no sanguínea. Aprovecha esta carta para mirarte en conciencia para que nutras y cultives esas relaciones personales para que tu camino vital esté aderezado de personas que te quieran en tu imperfección. No me extiendo más. ¡Por la familia! Por toda ella. ¡Feliz marzo!