30 Sep, 2016 | cartas del director

Mario Niebla del Toro Carrión.

Director de la Revista Escaparate        

Escribo este mes una carta embargado por la emoción porque se ha ido una Grande de Grandes. Premio Escaparate a la Solidaridad 2007, Madrina de Honor de los Premios Escaparate 2008, Premio Escaparate de la Cultura 2009, Premio al Compromiso con la Ciudad 2010 y Madrina de Honor Perpetua 2013. En la trayectoria de nuestra revista siempre estuvo muy presente. Cayetana era tan escaparatera como las grapas que sostienen nuestras páginas. Fue la primera personalidad en abrirnos las puertas de su casa para ser entrevistada por una recién nacida revista de vida social que apuntaba muy alto porque altas eran nuestras ganas de triunfar. Luego llegaron muchas personalidades, pero ella fue la primera. La primera en aceptar un premio nuestro, la primera en ayudarnos a dar un salto de calidad en cuanto a personajes a entrevistar y la primera que nos dio a conocer a una sociedad cerrada de difícil acceso. De su mano llegamos donde nunca imaginamos llegar y por ella vinieron muchas satisfacciones y batallas libradas para ser finalmente ganadas. Su presencia en nuestras ceremonias era tan cotidiana como necesaria para unos jóvenes con más ilusiones que medios y perfectos desconocidos en determinadas esferas de nuestra sociedad. He escrito muchas veces de la Duquesa de los sevillanos y mucho quedaría por escribir pues fue mucho lo que queda en el tintero de quienes la disfrutamos de una u otra manera. Poco se puede añadir tras las innumerables muestras de cariño que desde Sevilla al mundo se han manifestado por la partida al Cielo de Cayetana de Sevilla. Ahora sí, se ha escrito el fin. Definitivamente y pese a las opiniones más optimistas, como la mía que siempre defendió que con esta señora nunca se sabía, la Duquesa de Alba vivió su fin de fiesta en Sevilla como era su deseo. Si hubiese podido elegirlo hubiese nacido en Sevilla, pero es donde por expreso deseo de la aristócrata del Pueblo puso el punto final a una vida repleta de ella. La última gran Duquesa vivió sus últimos momentos en Las Dueñas. Llegó un frío 20 de noviembre el fin de una mujer que superó al personaje y tuvo que ser en su residencia favorita y el Día Internacional del Niño con los que tanto se volcó en vida desde Nuevo Futuro, en la que era presidenta de honor. Una señora vivida, viajada, generosa, íntegra, comprometida y fiel a sus principios. Cayetana de Sevilla vivió su canto de cisne en la ciudad de sus amores, donde dio la mejor versión de sí misma. El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, comunicó en la hora justa personalmente a su familia, concretamente al Duque de Huéscar, que ofrecía “Todo, desde la capilla ardiente o lo que ellos quisieran” para rendirle su último adiós, aunque no existen gestos suficientes en Sevilla que estuviesen a la altura de una Señora con tan alto sentido del compromiso como el que ha demostrado en su rica vida la de los Alba. Sevilla como toda España estuvo pendiente de los momentos que se vivían en Las Dueñas donde ejerció como la mejor embajadora en el mundo, donde tantas veces salió al Real de la Feria en su coche de mulas y donde ha recibido a personalidades de todo el mundo, desde Reyes y Jefes de Estado o gobernantes de todo el mundo a los grandes del Cante, del Toreo, del Cine o de las Bellas Artes. La ciudad se volcó literalmente en arroparla en su despedida. Le rindió en forma de aplausos que no cesaban un sincero homenaje durante su último paseíllo por sus calles. La luz de Cayetana Alba se apagó con la tranquilidad de haber cumplido con creces y de manera ejemplar con sus derechos de sangre. Muy difícilmente volverá a nacer alguien que se le pueda comparar. Curiosa por todas las artes, mecenas sin igual, sensible y comprometida con los que sufren, amando a España hasta sus últimos suspiros y respetando a la Institución Monárquica como la más Grande de España que fue. Cayetana vivió su fin de fiesta que vivió a su manera, legando a la Sociedad un mensaje de libertad, de amor a la vida y de respeto a su fe católica y sus principios que la hicieron única en la especie humana. Cayetana fue para quienes le conocimos una lección de amor, una lección de vida. Cayetana dio sus últimos suspiros en la Sevilla de sus amores hasta la hora que su Señor de la Salud, Rey de los Gitanos, quiso. Hasta siempre, Cayetana de Sevilla.

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