Su nombre es un clásico de las ceremonias religiosas de las grandes familias de la Vieja España. Sin embargo a pocas personas conozco con menos tonterías y pretensiones que al confesor y cómplice espiritual de Cayetana Alba y de tantos grandes de España. Trabaja como un jabato en la Parroquia del sevillanísimo barrio de Pío XII, en las antípodas sociales de su entorno de origen. Siendo un niño jugaba a ser cura y el balón lo cambió en sus cartas a Sus Majestades de Oriente por incensarios, cálices y casullas. Acaba de ser distinguido como canónigo de la Catedral de Sevilla y es un verdadero activista por los mayores del barrio en el que predica con el ejemplo para facilitarles una buena calidad de vida en la última etapa de sus vidas. Es un líder y no duda en involucrar a jóvenes y abuelos para la causa común con Cristo en el centro. “Adopta a un abuelo” es uno de sus proyectos y provoca una auténtica simbiosis. No sólo entre los vecinos del barrio, sino entre “todas las Sevillas”. Su agenda al servicio de los más humildes, monta unos tinglados con vertiginosas convocatorias para recaudar fondos. Se mueve como cura de barrio tan bien como por los pasillos de Liria. Su coro alegra la vida de generaciones del barrio y no duda en bendecir por San Antón a caballos, hurones, iguanas o cochinos vietnamitas. Ayer ofició la misa familiar por el sexto aniversario de la inolvidable Cayetana de Sevilla. Un cura de la era digital muy bien visto en la jerarquía de la Iglesia de Roma y que bromea con todo y se mueve en moto por Sevilla, toma el té con las señoras de siempre y el cubata con los jóvenes porque, como dijo Santa Teresa, también entre los pucheros anda el Señor.
¿Cómo es la vida de barrio?
La vida de barrio es muy alegre. En el barrio parece que siempre es primavera, porque la gente por la calle se saluda, se reconoce y porque, a diferencia de otras zonas de Sevilla, todas las generaciones, abuelos y padres e hijos, viven y quieren seguir viviendo allí. Casas que eran muy humildes y que ha prosperado y ha llegado a cumbres altas y vuelven al barrio para encontrase con sus raíces. Se ve con claridad quienes han hecho grandes reformas para volver como a sus orígenes, a su pueblo, porque están orgullosos de donde han nacido. Es un barrio lleno de naranjos, como las del centro de Sevilla que, precisamente la moda de los naranjos la trae don Miguel Sánchez-Dalp en 1920. El azahar de Sevilla lo inventa él. Los puso él de su finca de San José de la Rinconada, de Cartuja, para adornar la Exposición Iberoamericana de 1929.
¿Cómo consigue combinar sus dos realidades? La de las grandes casas señoriales y la de los pisos de familias humildes de su parroquia…
Lo vivo con una naturalidad pasmosa. Soy el mismo esté donde esté y en el círculo de quien esté. Hago exactamente con la misma cultura, cariño y ternura la boda del grande, del pequeño, el bautizo del humilde y del más ampuloso o la despedida de sus seres queridos… No hago distinción. No me tengo que maquillar, ni disfrazar, ni sobre actuar o apretarme en función del sitio. También gracias a Dios en un ambiente en mi familia donde tratábamos a todo el mundo.
¿Qué ha aprendido de las familias del barrio de Pío XII?
En estos días de confinamiento he escuchado a más personas con grandes casas y comodidades, auténticos terratenientes, quejarse más que a muchas familias que lo han vivido en un piso de cuarenta metros cuadrados, sin ascensor y a los que les parecía un auténtico palacio. Son bastante más felices con muy poco.
¿Qué tiene Ignacio de cura y qué tiene de canalla?
De cura… Desde pequeño he jugado a esto. Lo tengo metido en el ADN. Me sigue llamando la gente el curita, porque me encantaba. De pequeño decía misas. Mis regalos por Reyes eran casullas, vinajeras, cálices, incensarios… Durante muchos años además. De canalla… Me gustaría tener menos picaresca, ser más inocentón. Tengo amigos de edades y condiciones diferentes. Tengo amigos de origen que te corresponden por edad, colegio, familia, de esta Sevilla tan particular y que nos condiciona desde niños. Después he sido yo el que he ido descubriendo otros amigos, que se han convertido en una prolongación de mi familia. Eso que ahora llaman a los íntimos amigos hermanos. Yo lo llevo diciendo muchos años, cuando nadie lo hacía.
¿Está Dios en los bares?
Dios están en las conversaciones que se le nombra de corazón se produzca donde se produzca. Hay gente que están en el bar solas, porque se están bebiendo sus penas con un vaso de vino. En el momento más inesperado y más inoportuno se produce una conversación de auténtica curación. Poco más. Tampoco hay que buscarle más trascendencia a eso. A un bar se va a lo que se va, aunque es verdad que Dios anda entre los pucheros, como decía Santa Teresa. No vamos a sacarle la parte trascendental a un bar ahora.
A su ordenación fue Doña María, la madre del Rey Don Juan Carlos. La monarquía ha sido muy defendida demostradamente en su familia, ¿qué está pasando en estos momentos con la Corona?
Me da mucha pena, porque me da pena de España y, sobre todo, de nuestros mayores que lucharon mucho por la causa monárquica. No porque les viniera en el rango o en el apellido el ser monárquicos, sino porque consideraban y así se ha demostrado a lo largo de la historia que era lo mejor para nuestro país. La mayor época de prosperidad la ha dado la Corona a España. Para ejemplo estos últimos cuarenta años. Si no fuera por esos hombres anónimos que nunca han sido reconocidos la Casa no hubiera podido mantenerse y no lo hicieron los que ahora se postulan abanderados de ello. Esa familia vivía en un chalet normal y corriente. Cualquier familia de Sevilla bien vivía en uno mejor. Allí se crió esa familia, mantenida por la fidelidad y la lealtad de muchos hombres y mujeres. Me refiero a la de Don Juan.
¿Quiénes han sido las personas que más le han marcado?
Mis padres, pero no quiero decir mis padres porque simplemente porque toque y que cualquiera diría, sino porque verdaderamente y lo compruebo incluso ahora, cuando ya soy huérfano de padre. Cuando entré en el seminario y me preguntaron por el origen de mi vocación ellos fueron fundamentales. Unos venían de hermandades, otros de comunidades catecumenales, otros habían hecho retiros y habían salido con deseos de comerse el mundo si Dios le llamaba… Yo no he encontrado otro centro neurálgico de mi vocación que el ejemplo de mi padre y de mi madre. Te podría decir una figura como el Papa San Juan Pablo II, impactante, que fue la que me hizo dar el salto en su visita a Sevilla en junio de 1993 que viví muy cerca. Mi vocación no hubiera sido posible si no la completara con el ejemplo, la generosidad y la abnegación con la que mi padre ha criado a sus hijos y, sobre todo, el ejemplo que me han dado a mí. El noventa por ciento de mi sacerdocio tiene el nombre de mi padre y de mi madre.
¿Quién fue Cayetana?
No me gusta decir personaje. Primero porque se me queda corto y además me parece poco apropiado. Había detrás una persona auténtica con mayúscula que reunía una serie de condiciones que cualquiera podría admirar en una mujer. Ingeniosa, con un sexto sentido y un ojo clínico para ver las cosas impresionante. Una mujer artista, creadora. Una mujer que siendo moderna también era fiel, no sólo a las tradiciones y costumbres de la familia en la que había nacido, el amor a España, con lealtad a la Monarquía, sino sobre todo una mujer de principios. Era religiosa. No me gusta utilizar en su caso la palabra conservadora. Incluso los pasos que dio en la vida, que incluso a mí me llamaba la atención, por la época en la que los hizo, no dejó detrás sus convicciones morales. Una mujer simpática, ocurrente. Tenía unos golpes muy buenos y una mujer muy fiel a sus amigos.
¿Qué recuerdos tiene de ella?
Yo he sido un auténtico privilegiado por vivir a su lado los momentos más claves de su vida, del final de su vida, porque quizás es cuando más cerca me tuvo. Aunque mi familia ha estado siempre, porque es cuando me ordeno sacerdote. En ese momento paso de ser un miembro más de la familia de los muchas que trató en su vida a ser su confidente, su cómplice. He sido un privilegiado de los momentos claves de su vida: su boda, la boda de sus nietos, de momentos de desazón, de aquellos días en los que necesitaba un pañuelo en los que enjugar sus lágrimas… Bueno, lo que es un confesor, que es más allá de un amigo. Su conciencia la tengo en mi cabeza.
¿Cómo era la vida en Dueñas que usted tantas veces presenció?
Pues mira, normalísima, normalísima. En Dueñas era curioso porque tenía la casa en una puesta a punto continua y no delegaba todo. Cayetana era como una gobernanta de la casa. Teniendo servicio, la gobernanta era ella (risas). No había nada accidental que ella no supiera. Desde el mantenimiento, el arreglo de los jardines, hasta la comida que se preparaba cada día. Hacía una vida muy doméstica. Después tenía una memoria increíble. Entre miles de chismes, en cuanto faltaba una sola cosa se daba cuenta. Cuando digo miles es que son miles. Ella lo sabía todo. Era tremendamente humilde, porque al lado de una porcelana china maravillosa había una cosa de un chino del siglo XXI (sonríe). El valor residía en quien se lo había regalado. No era para nada carta ni ñoña.
¿Cómo cree que vería Cayetana la relación de sus hijos hoy?
Cualquier madre quiere que sus hijos sean una piña y eso es normal. Sus hijos son muy mayores, cuando ella fallece no sólo son padres, sino ya abuelos, son recorridos de muchos años de vidas independientes. Esos niños son independientes de origen y así se criaron. De todos modos es normal que cada uno tenga su impronta, su forma de ser. Una cosa que me llama la atención es que ellos son muy diferentes. No podría sacarle el parecido a ninguno para decirte que se parece un hermano a otro. Por eso no son distancias de distantes, sino que cada uno tiene su vida. Sin embargo, cuando están todos juntos parece como si estuvieran en aquellos días en los que se educaron juntos, con esa naturalidad. No se les hace raro el verse cuando toca.
¿Qué significó Alfonso en el epílogo de su vida?
Hago una lectura con el paso del tiempo y de los años tras su fallecimiento que es un hombre al que le tengo que dar las gracias. Es evidente y él lo sabe que al principio todos teníamos las espadas en alto, porque no podíamos entender esa relación y el lo comprendía, pero ciertamente la felicidad de su vida, de poder despedirse de este mundo en paz, teniendo sus sentimientos y afectos hacia él, que los tenía y de disfrutar de la generosidad de él en su saber estar. Me parece un señor como la copa de un pino y lo ha demostrado. Ha sabido quitarse de en medio, ocultarse y sin más desaparecer sin llamar la atención para dejarle el protagonismo solamente a ella. En la memoria de él está Cayetana muy presente. Él ha vuelto a su sitio, al lugar donde estaba.
Su tía Pepita Sánchez-Dalp, marquesa del Saltillo, era íntima de Cayetana. Ahora hasta a sus nietos llega su relación con la Casa ¿Cuál es el secreto de esa bonita y estrecha relación con los Alba?
Cayetana siempre vivió en Madrid. A Sevilla venía para la primavera: Feria y Semana Santa. Después lo que hemos conocido en los últimos años ha sido una novedad. Antes no era así. Evidentemente en Sevilla tenía a sus satélites y una de ellas era tía Pepita, marquesa del Saltillo. Conocía no sólo a tía Pepita, sino a toda mi familia. Por su carácter y su forma de ser se parecían mucho. Tía Pepita era muy entretenida y también muy generosa con su tiempo pues se dedicó a hacerle mucha compañía. Se hacían mucha compañía mutuamente. Así fue hasta el final. Cayetana siempre quiso permanecer joven y así lo demostró. A cualquiera que iba cumpliendo años siempre la veía mayor que ella con todas las consecuencias que eso tenía (risas). Quería ser joven y se juntaba cada vez con gente más joven que ella.
¿Y esa relación de casi familia llega hasta nuestros días con los Alba?
Bueno, tengo fotos en la terraza del Palacio de la Motilla con los nietos de Cayetana siendo unos niños en mis brazos viendo pasar El Valle. Prácticamente iban seguidos y parecían prácticamente iguales.
LOS SÁNCHEZ-DALP: ARISTOCRACIA, MECENAZGO Y COMPROMISO CON LA CORONA Y CON SEVILLA
Nació en el seno de una familia profundamente católica en el sevillano barrio de San Lorenzo, siendo el décimo de doce hermanos. Fue cantor niño seise que estudió en el colegio jesuita Portaceli. Dejó la carrera de Derecho para entregarse a Dios en la vocación sacerdotal. Se ordena sacerdote en 1999 en la Real Parroquia de Santa María Magdalena a la que le unen lazos familiares, con la asistencia de S.A.R. La Condesa de Barcelona. El doce de septiembre de este año de pandemia tomó posesión como canónigo de la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia catedral de Sevilla. Sus abuelos fueron los marqueses de Aracena, condes de Torres de Sánchez-Dalp y barones de la Vega de Hoz. El marquesado de Aracena, que actualmente posee su primo Pedro Fernández-Palacios Sánchez-Dalp, junto con el condado de Torres de Sánchez-Dalp fueron otorgados por el Rey Alfonso XIII a su bisabuelo y tío bisabuelo, Javier y Miguel, que, sin ser sevillanos, fueron claves benefactores de la cultura, riqueza y arquitectura de Sevilla de principios del siglo XX. Además de monárquicos comprometidos y cercanos a la Familia Real. Su bisabuelo, Javier Sánchez-Dalp, fue senador del reino, diputado a Cortes y gentilhombre de cámara del Rey. Su tía Pepita Sánchez-Dalp era una de las mejores amigas de Cayetana Alba, que fue la esposa del también aristócrata sevillano marqués del Saltillo. La marquesa del Saltillo, presente impecable en las grandes bodas de antaño, como la de Balduino y Fabiola de Bélgica, Carmen Franco Polo con el marqués de Villaverde en el Palacio de El Pardo o de los Reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, en Grecia; fue la impulsora de los famosos bailes de debutantes de la Casa de Pilatos. En estos se pusieron de largo personalidades de la alta sociedad española y del espectáculo, como Marisol y asistieron primeros nombres del escenario mediático internacional como los Príncipes de Mónaco, Rainiero Grimaldi y Grace Kelly o Jacqueline Kennedy. En estos bailes benéficos se recaudaban grandes cantidades de dinero a favor de la Cruz Roja Española. El mundo del toro también emparenta en el encaste del cura Ignacio, por su tío el desaparecido Manolo González, prestigioso ganadero de reses bravas, casado con su tía Socorro Sánchez-Dalp. Entre las bodas más mediáticas de los últimos años que ha oficiado el padre Ignacio Jiménez están la de los futuros duques de Alba, Fernando Fitz-James Stuart con Sofía Palazuelo, la de la duquesa de Alba, los duques de Feria, Miguel Báez “El Litri” con Carolina Herrera o la de Cayetano Rivera y Eva González.
Texto: Mario Niebla del Toro
Fotos: Javier Comas