29 Mar, 2020 | entrevista a

Hombre de fe arraigada en lo más profundo de la Castilla antigua, fiel del Señor y pastor que marcará una época en la Iglesia de Sevilla. El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, vive los últimos meses de su mandato antes de pedir la renuncia al Papa el próximo 15 de octubre. Reconoce que «no fue entendido» en la ciudad cuando llegó allá por 2009 pero que ahora se considera «un sevillano más». Devoto de su familia y de sus raíces. Amante del arte que lo ha llevado a realizar algunas de las grande obras patrimoniales más importantes de las últimas décadas en esta provincia eclesiástica. A sus 74 años, dice que «paseará, rezará y leerá más» cuando deje de ser arzobispo. Mientras, pide por toda su Iglesia, que estos meses viven momentos difíciles en una Semana Santa que será histórica.

.¿Cómo es Juan José Asenjo?

Un sacerdote, obispo, persona sencilla, acogedora, capaz de dialogar y de comprender que vive al servicio del pueblo de Dios que la Santa Sede le ha confiado; a los que trata de servir el mayor tesoro que posee la iglesia: Jesucristo, una esperanza que nunca defrauda.

¿Cómo definiría estos años en Sevilla?

El 17 de enero se cumplieron once años aquí. Años de mucho trabajo, entrega, de algún sufrimiento, de muchos gozos, alegrías y compensaciones. He tratado de cumplir humildemente con mi deber lo mejor que he sabido y podido, donde pretendo terminar mi servicio sin bajar la guardia y sirviendo al pueblo de Dios que peregrina en Sevilla hasta el último día.

De aquel día de su llegada, ¿en qué ha cambiado todo?

A algunas personas les costó entenderme o tenía una percepción falsa de un servidor. Poco a poco, con buena voluntad, me han ido acogiendo con afecto y sin prejuicios. Hoy puedo decir que la sociedad sevillana, con la que yo me relaciono, me considera un sevillano más y una persona dispuesta a servirles.

¿Cómo era su vida de niño?

Vengo de familia sencilla, de agricultores y con unos padres que nos querían muchísimo a los tres hermanos que nos transmitieron la fe y que trabajaron para que pudiéramos estudiar. Recuerdo con mucho cariño mi hogar, a mis padres y a mi casa de Siguënza donde había un clima de amor, de cariño y de alegría. Eran años de posguerra y difíciles.

¿Y echa de menos aquellos años?

Recuerdo aquella etapa con mucha nostalgia

¿Cómo fueron sus primeros años de sacerdote?

Fueron de estudiante. Después de ordenarme, me mandaron a estudiar teología dogmática a Burgos, volví y me encargaron enseñar eclesiología en el seminario, me mandaron a Roma para hacer el doctorado. A la vuelta, volví a profesor del seminario.

Pasó tres años en Roma, ¿conoció a Juan Pablo II?

Llegué siendo Papa Pablo VI, que muere en el verano de mi primer año en Roma. Estuve allí cuando se produjo el Cónclave y estuve en la plaza cuando se anunció a Karol Wojtyla. Yo lo traté pocos meses después de mi ordenación como obispo auxiliar de Toledo. Comí con él, ya estaba muy mayor y tuvimos una entrevista breve de diez minutos cada obispo. Le pedí consejos y me dijo que “dedicara mis mejores energías a los sacerdotes, a los seminaristas y a las familias”. Tres encargos que he procurado cumplir. Al año siguiente, cuando me nombraron secretario general de la Conferencia Episcopal, íbamos todos los años a los dicasterios y el Papa nos solía invitar a comer. Fui con el Cardenal Rouco a invitarlo para que hiciera su último viaje a España y al finalizar, volvimos a verlo para darle las gracias por aquel viaje.

Y ¿con qué se queda de Benedicto XVI y el Papa Francisco?

Soy muy devoto de Benedicto. Admiro su humildad y su sabiduría. Es, tal vez, el mejor teólogo de la Iglesia Católica en la actualidad. Él me conoció y me nombró arzobispo de Sevilla. Con Francisco, hice ejercicios en 2006 cuando era arzobispo de Buenos Aires. He tratado con él en tres ocasiones, estuve a su izquierda con la entrevista que tuvo con los obispos de Andalucía. Siempre me ha mostrado su afecto y apoyo para la tarea que estoy realizando en Sevilla.

¿De dónde le llega la pasión por las artes?

Creo que viene por mi nacimiento en una ciudad tan hermosa donde cada piedra es un mensaje. Si uno tiene una brizna de sensibilidad artística y se deja empapar por Sigüenza, la sensibilidad ante la belleza surge espontánea.

¿Qué obra de arte universal le gustaría llevarse a su casa?

Me llevaría “El Expolio” del Greco que preside la Sacristía de la Catedral de Toledo. Los siete años y medio que estuve allí siempre me deleitaba ante esa maravilla. También me gusta mucho la Inmaculada de Herrera El Viejo que está en el despacho de invierno del arzobispo. Ya me deleitaba con ese cuadro cuando venía a las reuniones provinciales cuando era obispo de Córdoba.

¿Cree que el Estado minusvalora el patrimonio de la Iglesia?

En el caso de Sevilla, si no fuera por los canónigos de la Catedral, que me ayudan de manera significativa dándome 4.500.000 al año, muchas obras no se podrían hacer. Nos ayudan algunos ayuntamientos o fieles. Siempre pongo de ejemplo Fuentes de Andalucía. De una obra de un millón de euros, aportaron 700.000. El Estado, ahora mismo, no sé si tiene proyectos de colaboración con la Iglesia. La Junta parece que tiene propósito de colaborar. Desde 2010, no pone ni un euro a la Iglesia.

¿España es más débil si da la espalda a la Iglesia?

No será fiel a su esencia y a su historia. Una historia que le ha señalado un norte benéfico. Si vivimos de espalda a nuestra historia, será un mal paso y servicio a nuestro pueblo.

¿Cómo contempla el horizonte político?

Sin histeria pero con un poco de preocupación. Se olvida la ley natural; lo que justifica el respeto a la vida del no nacido y del anciano terminal.

¿Ha paseado por Sevilla en solitario?

Me he perdido incluso. Fui hace poco a la parroquia del Buen Aire de Triana. Me perdí y me rescató Luismi Martín Rubio que venía con una maleta de ruedas y me llevó en un taxi hasta esa iglesia. Pero sí, he admirado en solitario el entramado urbano de Sevilla, una ciudad preciosa y excepcional que a los foráneos nos llama mucho la atención los edificios modernistas. Espero conocer mejor esta ciudad cuando no tenga responsabilidades. Tendré que caminar.

De salud, ¿cómo está?

Muy bien, se descubrió la causa de mis males que era una bacteria alojada en el termo de mi baño. Me inoculó la Legionella. Perdí el ojo pero lo he recuperado en un 70%, gracias a Dios, a los que han rezado por mí y al doctor Laborda.

¿Qué hará cuando se retire?

Me quedaré a vivir en Sevilla. Rezaré, leeré y paseare más. Ayudaré a mi sucesor en lo que me pida. Estaré en silencio en la casa sacerdotal y a su disposición.

¿Qué les dice a todos los cristianos en esta Semana Santa tan especial que viviremos en 2020?

Que recen mucho en sus casas y pongan su fe en el Señor. Siento dolor por tantos padres que mueren en los hospitales sin el aliento de sus hijos, hasta el punto de que no se pueden despedir de ellos. Consideremos la angustia de los enfermos y de la sociedad confinada.

Texto: Javier Comas
Fotos: Aníbal González

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