Inclinada a tener un miércoles especial y con la confianza absoluta de ponerme en manos del destino. El día veintidós se anunciaba la tarde para una asomada luna llena de camino al pasaje convertido en un enigmático refugio de arte. La nueva canción de Chico Ocaña y Jarriel de fondo para recordarme que el arte viene de dentro, que el arte siempre refleja un pasado, por eso tiene un sentido presente; dejando a la izquierda la antigua fábrica de sombreros que ya no y lo que fueron aquellos corralones clandestinos a la derecha; una maravilla de club social lleno de vida y la búsqueda del remanso de paz en solitario de lo que alguna vez fue la plaza de Santa Isabel, de la que ya solo queda la belleza del recuerdo.
Los orígenes fueron tiempos difíciles para el artista que, durante el mes de María, ocupa el patio de la Casa Consistorial de la ciudad de Sevilla debido a una trayectoria en forma de obra artística. Juan Valdés le ganó el pulso a la vida con honradez, vergüenza, dignidad y con el vaso siempre lleno. El artista extremeño perdió a su familia a una edad temprana y se instaló en Sevilla para formarse, donde construyó una nueva vida y la cuna de todo su arte. Un estudio que abre las puertas a aceptar el pasado para construir un presente acogedor, un lugar donde ocuparse, un hogar donde quedarse. La casa de los retratos, aviones, fotografías, barcos, máscaras venecianas y pinturas que salen de sus manos.
Busco el miedo en la mirada del que tiene un pretexto, pero no lo encuentro. Juan pudo haberse dejado llevar por un comienzo complejo, pero no perdió la confianza absoluta de ponerse en manos, prendiendo un nuevo camino con las suyas. Una luz no natural que invita a una historia que no empieza como acaba, pero que igualmente alumbra. No existe el miedo en los ojos del pintor, sino la satisfacción de un recorrido alcanzado, con afecto al presente por un amor perenne a su pasado, porque en los recuerdos también hay belleza.
¿Quién es Juan Valdés, más allá del artista?
He tenido y tengo una personalidad muy radical, una mente buena y sana, pero yo soy yo. Siempre digo que he sido muy liberal, he tratado con gente de todo tipo, pero lo que he vivido, he visto y he sentido me lo quedo para mí, soy amigo de corazón. He cantado, he tocado la guitarra; he hecho un poco de todo. Cuando estoy con una copa en la mano siempre está llena, para que no me echen nada. No bebo alcohol ni he fumado nunca. Tengo la honradez, la vergüenza y la dignidad de ser quien soy sin pertenecer a ningún partido, hermandad o club, yo soy libre.
¿Quién es el artista?
Como artista soy muy polifacético, he hecho de todo. He trabajado siempre honradamente para abrirme caminos y mantener mi casa porque no he heredado nada de nadie, vengo de una familia humilde. Por eso he llegado hasta aquí, por trabajar de manera incansable.
Nuestra infancia marca nuestra vida, ¿cómo recuerda la suya?
He tenido una base fundamental de algo que podía haber cambiado mi vida trágicamente. Mi padre falleció cuando yo tenía 5 años y mi madre cuando yo tenía 8; mis abuelos se ocuparon de mi hermana pequeña y de mí. Me recuerdo pintando desde niño, además, me expulsaron de varios colegios precisamente porque me pasaba las horas dibujando. Antes de cumplir los 18, gané una beca para estudiar en la Escuela de Bellas Artes y entonces me vine a Sevilla, ese mismo año murió mi abuelo. Más tarde, mi abuela y mi hermana; se fueron todos los míos.
¿Cómo fueron sus inicios en el ámbito laboral?
Cuando terminé la carrera, empecé a trabajar en una agencia de publicidad, después en una fábrica de serigrafía, seguí estudiando sin parar y gané unas oposiciones de profesor, donde me hicieron examinarme de dibujo lineal. En España, nos examinamos tan solo 5 de Bellas Artes, de los que suspendieron a todos menos a mí, ganando la tercera plaza en Sevilla; el resto eran ingenieros o arquitectos. Así empecé pero, tras sufrir un accidente de tráfico, me tuve que dar de baja. Esto fue lo que me permitió liberarme para pintar.
Habiendo sido profesor ¿cómo se enseña a pintar?
Por norma general, los que enseñan a pintar explican cómo lo hacen ellos, y eso está mal. No se trata de que todos los que están aprendiendo tengan que hacer lo mismo. Yo pinto para mí y tengo que educar a los demás. Cuando uno tiene su personalidad, sus trazos y su forma de hacer las cosas, no se pueden obtener los mismos resultados. Las clases deben consistir en educar a cada uno en función de lo que hace o de lo que sabe, potenciando, animando e iluminando lo bueno que está haciendo y tratando de eliminar lo malo.
Y usted, ¿cómo aprendió?
Más allá de mi formación, siempre he sido autodidacta. Yo he tenido mi pintura, no me he sentido condicionado a hacer lo mismo que el resto. Teniendo mis principios y mis conocimientos, he creado mi propia forma de hacerlo, un estilo clásico y tradicional, pero mío.
¿Cuál es el balance que hace de su trayectoria?
Todo tiene su momento. Todo lo que he hecho me ha servido para dar un paso y después otro, formando mi vida. Metafóricamente hablando, es como si se tratara de una escalera cuya construcción comenzó desde la nada, en la ignorancia y en la pobreza, si bien ha ido mejorando a medida que he ido avanzando, aprendiendo y creciendo.
¿Sigue pintando en la actualidad?
Sigo pintando aunque de manera libre, no por encargos.
¿Le habría gustado volver a Badajoz o es feliz en Sevilla?
He formado mi familia en Sevilla, tengo a mi mujer, a mis dos hijas y a mis nietos aquí, pero yo no olvido Badajoz, allí tengo enterrada a toda mi familia.
¿A qué se debe esta exposición en el Ayuntamiento de Sevilla?
Todo tiene su proceso, a mí se me han abierto muchas puertas por todo lo que hecho. Esta exposición es un homenaje a toda mi trayectoria, principalmente, por haber sido el único que ha retratado en persona a los reyes eméritos, Don Juan Carlos y Doña Sofía.
Texto: Carlota Acuña Ruano
Fotos: Gerardo Morillo