1 Nov, 2019 | Blog

Jerez de la Frontera es la tierra del vino y del caballo. Por sus calles huele a uva palomino y se respira la esencia de la cría de este animal fundamental en la historia de España. La Fundación Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, dependiente de la consejería de Turismo, Regeneración, Justicia y Administración Local de la Junta de Andalucía abre sus puertas a la revista Escaparate. Jorge Ramos es su director, con él recorremos estas históricas dependencias donde se crían más de ciento veinte ejemplares de primer nivel y se enseña un arte único en el mundo. De Jerez al infinito con el caballo como protagonista.

Al entrar por sus puertas, el visitante q u e d a impactado al ver el imponente palacio de estética francesa y ecléctica que fuera conocido como Recreo de las Cadenas. Hoy es la sede central de esta entidad fundada en 1973 por el ilustre jerezano Álvaro Domecq para ser referente de la tradición y la cultura del arte ecuestre, además de para preservar las costumbres, la doma, la equitación y todo lo que este mundo le rodea. Todo ello a través de la cría caballar, donde «criamos potros en el campo y posteriormente se forman para ser parte del espectáculo», señala Ramos. Además, este espacio es un referente en la formación de jinetes. «Nos llevamos cuatro años enseñándoles para que en un futuro se vayan incorporando a los espectáculos nuestros o para otras salidas profesionales». Todo ello desarrollado en más de seis hectáreas donde se mezclan oficios como la guarnicionería, auxiliar y mozo de cuadra o auxiliar de clínica y enganches, entre otros; formando un equipo humano de más de 120 personas al servicio del caballo; que disponen incluso de clínica veterinaria.

Inicios que tuvieron su origen en la entrega del Caballo de Oro que el Rey Don Juan Carlos hizo a Álvaro Domecq. Ramos comenta que «ahí se creó el espectáculo de “Cómo bailan los caballos andaluces” que se hacía en una carpa en el parque González Hontoria. Al tiempo, se adquirieron estas instalaciones, posteriormente el palacio y luego fuimos creciendo hasta comprar la nave de los enganches anexa a este edificio».

Todo un espacio abierto al público desde las 10 de la mañana y que arranca su visita por el Museo de Arte Ecuestre, «accesivo e interactivo», para continuar la visita cultural en la guarnicionería, en los lugares de entrenamiento o en el museo de carruajes. Allí, señala Ramos, «se ve tanto el trabajo de los caballos con los jinetes como el artesanal; hasta la clínica veterinaria; donde tenemos alumnos de esa especialidad».

Los grandes caballos de pura raza

Hablar de esta Real Escuela es hacerlo de los grandes caballos históricos de pura raza española. Desde “Valeroso”, pasando por “Ruiseñor” o “Invasor”. Algunos de ellos han llevado a jinetes como Ignacio Rambla o Rafael Soto a los Juegos Olímpicos. Estos se unen a «caballos que se han usado luego como sementales y se han pagado cantidades importantes por reproducir con ellos».

Espacios como el picadero exterior y el garlopadero sirven para desarrollan los ejercicios y también las competiciones de estos hermosos caballos. En este recorrido con el director, llega el pabellón cubierto, «donde hacemos los espectáculos de martes, jueves y sábados con una capacidad para 1.600 personas y que cada año viven alrededor de 200.000 visitantes. Un gran acontecimiento que ha estado desde en la plaza Roja de Moscú, pasando por los Emiratos Árabes o en Paris; «prácticamente en todo el mundo». Ramos señala que «la vocación es seguir con esa presencia internacional. Ahora, el mes que viene vamos a Lisboa y a Viena. Proyectamos con él la imagen de Andalucía y España en el exterior».

El espacio se completa con la sala de carruajes, la bodega de 1810 donde se ubica el resto de la colección; que suma casi cincuenta piezas y el antiguo alambique que se ha adaptado como sala de trajes históricos para montar a caballo.

El coche de la boda de S.A.R. la Intanta Elena de Borbón

Pero si una pieza destaca por encima de todas en esta visita es el mítico coche de caballos que uso la Infanta Doña Elena en su boda con Álvaro de Marichalar en la Catedral de Sevilla el 18 de marzo de 1995.

Perteneciente a la familia Domecq, junto con otras dos carretelas extraviadas, es una pieza única –y la más antigua del museo- de finales del siglo XVIII. Según cuenta la experta, María de los Ángeles Mata Lagomazzi, «mi padre, el cochero Pepe Mata y que tuvo la suerte de conducir a los recién casados, la encontró en el parque de bomberos de Jerez. Entonces, por documentación fotográfica, se mandó a restaurar a Sevilla en 1969 por 500.000 pesetas».

Se trata de un carruaje compuesto de maderas nobles, bronce, metal y latón. La tapicería es de tela de damasco tapizado en capitoné. Lagomazzi señala que la pieza «ha viajado mucho llevando a Jerez, Andalucía y España por el extranjero».

 

Texto: Javier Comas

Fotos: Anibal González

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