Será la última Semana Santa de Carlos Bourrelier al frente del Consejo de Hermandades y Cofradías. El presidente que llegó casi sin quererlo, precipitado por la renuncia de Adolfo Arenas, y que decidió aguantar el tirón para culminar el segundo mandato recién iniciado que se había quedado descabezado por una filtración… una de tantas. Bourrelier no lo ha tenido fácil en todo este tiempo. Sobre todo cuando le ha tocado navegar, a veces, con el viento de su propia casa soplándole en contra.
La elección de pregoneros, la filtración de un cartel, las pugnas por los horarios y recorridos de la Semana Santa, la administración interna de la institución… En un mundo que se nos antoja morado todos son marrones. Casi del mismo tono que el color de la túnica de la franciscana hermandad del Buen Fin donde Bourrelier se dejó la piel. En el Consejo hizo lo mismo. La diferencia es que los sinsabores de su cofradía encontraban alivio cuando volvía los ojos al rostro del crucificado. En el Consejo todo es distinto. Se trabaja, no por unos titulares, sino por una institución cuyo papel no está bien delimitado y que todos quieren manosear.
El tiempo juzgará su gestión. Mejorable a todos los efectos porque todo en la vida es susceptible de hacerse mejor. Sobre todo cuando se tiene un equipo cohesionado y la seguridad de poder trabajar en calma. Bourrelier eso no lo ha tenido y, a veces, más que gestor ha sido bombero que ha tenido que apagar fuegos por casi todos los rincones.
Sin entrar a valorar lo realizado, pocos conocen que Bourrelier decidió trasladar su oficina de trabajo al Consejo para poder estar desde bien temprano a lo que las cofradías le demandaran. Las horas que le robó a su familia sólo lo sabe Maria Antonia, su mujer. Sobre todo, cuando aquella angina de pecho le llevó al ingreso hospitalario y a las 48 horas ya había regresado al ejercicio del cargo.
Decía el diario ABC al respecto: “Sirva este relato, si se quiere personal del presidente del Consejo para valorar el esfuerzo que a diario hace tanta gente en el mundo de las cofradías que se dejan incluso la salud en el desempeño de la tarea que ejercen de manera gratuita. Repetimos: gratuita. Cuando tanto se ridiculiza a veces a la gente de las hermandades o a quienes ostentan cargos de responsabilidad, estos episodios ponen a cada uno en su sitio. ¿O no?”
Hoy a Carlos hay que darle las gracias. A él y a su equipo que con sus aciertos y sus errores han dedicado su tiempo para que tengamos una Semana Santa mejor. No es este el lugar para juzgar ni hacer balances pero si, al menos, para reconocer que las hermandades y el propio Consejo están llenas de gente que dedica su tiempo e, incluso, su salud a que las cosas vayan mejor.