3 Ago, 2020 | entrevista a

Treinta y dos discos grabados y un emblema vivo del flamenco con mayúsculas. Con el alma en Cádiz, nació en la Línea de la Concepción pero su corazón vive en el Puerto de Santa María. Es el único cantaor en la historia que tiene un premio “a la creatividad”, esa con la que revolucionó el flamenco en paralelo a artistas como La Paquera o Camarón. Hace cincuenta y siete años, un niño de diecisiete primaveras despuntaba en Madrid de la mano del genio de Manolo Caracol. En 2013 celebró sus bodas de oro en el Lope de Vega rodeado de artistas que hoy lo siguen teniendo como un mito. Este 2020 ha cumplido 75 años y dice “estar más vivo que nunca”. Por ello, Escaparate pasea con José Cortés Jiménez “Pansequito” por las calles de Marbella en un verano diferente e inusual, pero del que espera que salgamos “más fuerte”.

Buenas tardes José, ¿alguno le conoce por el nombre de pila?

Correcto. Me llamo José Cortés Jiménez, pero a mí me dicen “José” y no respondo. Pansequito se lo decían a mi padre y, después, a mí. Así fui conocido en el mundo del flamenco hasta hoy

¿Por dónde le viene ese apodo a su padre?

Es heredado de mi abuelo. No lo conocí pero era de Granada y allí se lo pusieron. Él se vino a vivir a la parte de Cádiz, porque mi familia vivía en Marruecos. Mi abuelo, Panseco; después mi padre y a mí me tocó el diminutivo. Somos trece hermanos y yo soy el que ha heredado ese apodo.

Y así es como le conocen…

Cuando vivía en Madrid, Caracol me quiso poner “Joselito del Puerto”. Le dije que no, que yo en todo caso: “Pansequito del Puerto”.

Hablando de Caracol, ¿qué ha significado para usted su figura?

Era un genio del arte, no solo del cante, sino de todo. Subió el flamenco a las más altas cotas y fue difícil de mejorarlo. Cuando montaron Los Canasteros en Madrid, peguntó a gente de Cádiz por jóvenes cantaores y le dijeron que me llevara allí: “Mira, allí hay un niño en El Puerto…”. Sin conocerme de nada, me llamó. Me fui para allá con dieciséis años con la pena de dejar atrás Cádiz.

¿Cómo fue aquel aterrizaje en la capital en plenos años sesenta?

En aquella época mía, en Madrid había muchachos jovencitos que tocaban la guitarra y que bailaban, pero que cantaban regular. Entonces, yo sorprendí. Tenía la voz de un hombre mayor y a Caracol le llamó eso mucho la atención. Entonces, Manolo Caracol me dijo que “de Madrid al cielo” y yo le dije que “de Madrid al Puerto”. Ya empecé a grabar y a crecer profesionalmente.

¿Qué ha cambiado el mundo del flamenco de aquellos años hasta ahora?

Todo. Llevo cincuenta y siete años cantando. Hay chavales ahora que cantan muy bien y son muy buenos artistas, pero claro que ha cambiado. Cuando yo salí decían que no entraba en el cálculo de los turistas, yo era más moderno para la época, pero siempre dentro de mi flamenco. Antes salíamos a trabajar muy bien vestidos y yo era criticado porque era demasiado moderno, por eso estaba muy metido dentro “de los bien vestidos”. Antes había un cantaor que lo anunciaban en Madrid o en cualquier sitio y nosotros estábamos locos por terminar y e ir a verlo. Hoy los chavales van de otra manera. Terminan y se van. Pero hay que ser realista: todo cambia.

¿Se le ha perdido el respeto al flamenco?

Se le respetaba mucho más antes. Con la música que tenemos, que es nuestra, de Andalucía y mundialmente conocida; es para presumir de ella… Me da cosa ya hasta de hablar. Yo puedo contar mis vivencias, pero las de los chavales de hoy no sé cuáles son. A mí no me cuadra nada hoy del flamenco y hay muy buenos cantaores, bailaores o guitarristas… Pero, yo he vivido una época muy bonita donde habíamos seis o siete cantaores que ninguno nos parecíamos cantando. Éramos diferentes, ni mejores ni peores.

Entonces, se deduce que el flamenco ha perdido fuerza…

Sí, me acuerdo cuando venían los artistas de aquella época que venían a escucharnos a Camarón y a mí a Torrebermeja y había otro tipo de motivación. Hoy a los jóvenes les gusta el flamenco más moderno, que es completamente distinto a aquel. No sé lo que está pasando, pero el flamenco de verdad se puede perder y es una pena que eso pase. El Jazz no se va a perder, porque lo defienden los suyos, pero el flamenco…

¿Ha perdido autenticidad el flamenco?

Si se canta una soleá o una seguiriya, con todos mis respetos, no se le puede meter una caja. En cosas de rumbitas, ya le puedes meter lo que quieras… pero a los otros palos, no. Yo metí cosas nuevas, pero muy pocas porque teníamos que ir avanzando, pero ya está. Yo defiendo el flamenco y eso es lo que voy a defender toda mi vida.

¿Quién fue para Pansequito el más grande del flamenco?

Manuel Torres. Lorca dijo que “no había conocido a un hombre con más cultura en la sangre”. También nombro Caracol. Lo tenía todo. Una cosa es cantar y otra, ser artista. Me acuerdo mucho de Mairena, Fernanda, Porrina, Bernarda, La Paquera… Genios, algunos que cantaban sin micro.

Doctores en lo suyo…

Hoy cualquiera es flamencólogo… ¿Esto cómo es? Si tenéis 30 años, los que ya peinamos canas en esto, ¿qué somos? Mientras defiendan al flamenco fenomenal, pero no el que te gusta a ti, sino todo.

Pansequito, volviendo a la actualidad, ¿cómo está el mercado actualmente?

Después de esta pandemia que se nos ha venido, se nos ha ido todo. Hace unos días tuve la suerte de cantar en Málaga y tengo actuaciones por Andalucía, pero ya lees tantas cosas que te da hasta miedo. Tenemos que aguantar el tirón y que no se ponga nadie malo, otra cosa no hay. Hay muchas familias que viven del flamenco.

¿Qué queda de Pansequito para los próximos años?

Seguiré dando guerra, eso seguro. Mientras siga teniendo mis facultades bien, no pararé. Creo que estoy tocado por la varita de Dios. No me he retirado en mi vida desde que empecé en el año 63 y no he admitido nunca un homenaje, quitando el cincuenta aniversario. Mientras esté bien, seguiré, pero una retirada a tiempo también es una victoria. Todavía tengo que sacar mi disco de las bodas de oro, será en su momento. Lo que tiene que mejorar ahora es lo que tenemos entre manos. Mucha salud.

Eso, como el Señor de Los Gitanos.

Eso es, que nos la de y que la familia esté bien. En el hambre, con un tomate estás comido, pero las enfermedades son otra historia más complicada.

 

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