PRESENTACIÓN DE SU NUEVO LIBRO ‘La buena sombra’
La entrevista a María de la Luz del Prado promete ser un viaje cautivador al corazón de ‘La buena sombra’, su primera novela, un relato que entrelaza amores prohibidos, tradiciones gitanas y la apasionante vibración del flamenco. Hija de los marqueses de Caicedo, con raíces en las ilustres familias de Medinaceli y Segorbe, y casada con Pablo de Hohenloe, la autora combina una herencia aristocrática con un espíritu creativo y comprometido. En la actualidad, dirige los festivales flamencos Trocadero en Sotogrande y Málaga, y ha encontrado en la literatura y la música las herramientas perfectas para explorar y transmitir emociones.
El libro se desarrolla como una coreografía literaria, estructurado en cuatro tiempos que evocan las sevillanas, y explora dos generaciones de mujeres que desafían convenciones sociales y familiares en busca de su verdad y libertad. Con escenarios que abarcan Madrid, Sevilla, Extremadura y el Campo de Gibraltar, y temas que van desde la música y las tradiciones hasta el narcotráfico y la lucha por el amor propio, ‘La buena sombra’ captura la esencia de una vida vivida al límite. En esta conversación, la autora comparte detalles sobre su proceso creativo, su conexión con el mundo flamenco y la riqueza de emociones que alimentan su narrativa, invitándonos a descubrir una obra profundamente personal y universal.
¿Qué la llevó a escribir esta historia, con su mezcla de tradiciones gitanas, amor prohibido y música flamenca?
En gran parte, la novela está inspirada en mi propia vida, aunque no directamente el tema del amor prohibido. Me apasionan las tradiciones y costumbres, tanto gitanas como payas, porque nos conectan con nuestras raíces y nos permiten transmitir la cultura de generación en generación. En concreto, el mundo gitano me resulta especialmente fascinante, lleno de color, pasión y riqueza cultural. Y el amor prohibido, narrativamente, siempre ofrece mucho juego.
La novela se estructura como las cuatro sevillanas, ¿cómo surgió la idea de dividirla de esta manera tan simbólica y vinculada al flamenco?
La estructura surgió de manera muy natural. Las cuatro sevillanas simbolizan el proceso de un romance, desde el flirteo inicial hasta la pasión y el desenlace. Como la novela tiene dos historias de amor y mucho flamenco, pensé que era perfecto dividirla de esa manera. Curiosamente, en Madrid nadie me preguntó sobre esta estructura, pero en Sevilla ha sido tema de mucho interés (sonríe). Me parece bonito y simbólico.
Los personajes femeninos de la obra literaria parecen buscar su libertad rompiendo con las expectativas sociales y familiares, ¿qué mensaje quiere transmitir a través de estas historias de empoderamiento?
Creo que es fundamental romper con las etiquetas que nos limitan. Estas etiquetas nos encasillan en lo que se supone que está bien o mal, o en cómo debería ser nuestra vida según el contexto social o cultural. La magia está en romper con esas creencias limitantes, aunque eso implique pagar el precio de la incertidumbre. Al final, merece la pena.
El flamenco y el universo gitano tienen un peso cultural muy fuerte en la novela, ¿cómo fue su proceso de investigación y qué conexión personal tiene con este mundo tan rico en tradiciones?
No realicé una investigación formal, porque escribí desde mi experiencia personal. Trabajo organizando festivales flamencos en Sotogrande, Málaga y Madrid, y estoy muy cerca del mundo flamenco y gitano. Conozco las bambalinas, la vida de los artistas, sus familias, sus fiestas y su intimidad. Es un mundo que vivo de cerca y, por eso, escribir sobre ello fue algo natural y divertido.
Además de su faceta literaria, dirige festivales como Trocadero Flamenco en Sotogrande, ¿cómo influye esa experiencia en su manera de escribir?
La influencia está en la inspiración, pero no en el proceso en sí. Organizar un festival es mucho más complejo y estresante que escribir. Escribir, para mí, es un juego, casi una terapia. Lo hago en mi tiempo libre, los fines de semana, y me permite desconectar por completo. Mi vocación por la escritura ha estado siempre ahí, desde que era pequeña, aunque la he desarrollado más tarde.
El arte, la música y la literatura son herramientas que utiliza también en su trabajo como terapeuta transpersonal, ¿cómo influye esta perspectiva en los personajes de ‘La buena sombra’?
Mucho. Utilizo el arte como una herramienta para gestionar emociones, algo que reflejo en los personajes, especialmente en el Pantera, un cantaor que usa su arte para liberar sentimientos. En terapia, trabajo las emociones asignándoles colores, texturas, olores, para ayudarlas a aflorar. Esto se traduce en la novela: las emociones suelen describirse con metáforas o sensaciones, más allá de los términos habituales.
La novela recorre escenarios muy diversos, como Madrid, Sevilla, Cádiz y el Campo de Gibraltar, ¿qué importancia tienen estas localizaciones en la historia?
Los escenarios son casi todos parte de mi vida: zonas muy reconocibles o castizas como el barrio de Las Letras y El Retiro, El Rastro y Lavapiés en Madrid; la Judería, Santa Cruz y Casa Pilatos en Sevilla; el Campo de Gibraltar, Algeciras, Tarifa, Conil, el Parque Natural de los Alcornocales y también Extremadura, donde pasé parte de mi infancia. Al conocerlos tan bien, puedo escribir sobre ellos con profundidad emocional. Estos lugares no son solo un telón de fondo; aportan atmósfera y carácter a la historia.
La trama también aborda temas como el narcotráfico, el desamor y las drogas, ¿por qué decidió incluir estos elementos en la narrativa?
Quería una segunda trama que complementara la historia de amor entre payos y gitanos. Abordo cómo el contrabando de tabaco en el Campo de Gibraltar se transformó en tráfico de hachís, algo muy presente en la región. Lamentablemente, no puedes hablar de esa zona sin tocar este tema, y lo hago desde una perspectiva social, explorando cómo la falta de recursos y la exclusión empujan a muchas personas hacia el narcotráfico.
La portada del libro es un retrato de su hija y usted misma hace un cameo en la trama, ¿qué significado personal tiene esta obra y cómo ha influido su propia vida en la creación de la novela?
Es una obra muy personal. Los escenarios son parte de mi vida, y mi cameo en el festival que organizo en Sotogrande fue un guiño divertido, donde me retraté como una mandona insoportable. En cuanto a la portada, tras buscar modelos que representaran a la protagonista y no quedar convencida, pensé en mi hija. Aunque al principio no le hacía gracia, al final accedió, y el resultado nos encanta.
Por último, ¿qué espera que los lectores encuentren al leer ‘La buena sombra’? ¿Hay algún aprendizaje o reflexión que le gustaría que se llevaran consigo?
Espero que encuentren un viaje intenso, lleno de emociones y reflexiones. La novela aborda el amor, el perdón, la pérdida, la incertidumbre y la importancia de vivir el presente, algo que hacen muy bien los gitanos. Es muy frenética. Mi intención es que el lector termine diciendo: “¡Qué experiencia tan intensa!”.
Texto: Carlota Acuña
Fotos: Ángela Muruve