“Las mujeres fatales son como el hombre del saco para los donjuanes”
Marta Robles lanza “Lo que la Primavera hace con los cerezos: historias de amor y desamor de grandes creadores”, un ensayo en el que profundiza en el lado más humano de los grandes escritores, literatos y creadores. Un recorrido por las emociones de estos grandes personajes
que unen la pasión, la pena, la Alegría o el dolor. El cine, la pintura, el teatro y multitud de vertientes artísticas se unen en este relato único. La periodista y escritora charla con Escaparate con motivo de esta presentación.
¿Cómo se encuentra Marta Robles? ¿Se puede crear sin amor?
En muy buen momento. En cuanto a la segunda pregunta, no creo que sea así. Para que una obra se convierta en arte tienen que tener emoción y esa emoción surge de sentimientos tan poderosos como el amor y desamor. También de la pérdida de seres queridos o personas cercanas.
Habla mucho de arte en su libro, ¿cómo emerge una de ellas en función al creador?
Las obras de arte, al igual que la literatura, no emergen de la bondad, sino del talento de las personas. No nacen para ser ejemplo de nada en concreto, sino para despertar las emociones de los demás, de los que lo consumen.
El amor es una contaste en su época y Don Juan un ‘influenser’ de entonces. ¿Estaría bien visto ahora?
Ojalá estuvieran mal visto, pero, ¿a cuántas amigas hemos escuchado decir que les gustan los canallas como él?
Este hecho lo aborda en su novela con grandes personajes de la historia…
Desde Tirso, Byron, Mozart, Byron, Mozart, Zorrilla y hasta Molière. Son todos puntos de vista distintos, pero ellos crearon este personaje. Aún se mantiene esa mirada rancia de que cuanto más conquistador es un hombre, más «Sex Appeal» tiene. Pero, hay un elemento que no ha desaparecido: la redención, que una mujer puede redimir a un canalla.
Cómo por ejemplo…
Las mujeres fatales son como el hombre del saco para los donjuanes: libres. Esa libertad siempre les ha dado pavor a los hombres. Ellos tenían las normas dispuestas para que no se pudieran saltar y ellas hacían lo que querían o se ligaban a quienes deseaban.
Y en su novela habla de muchas grandes mujeres.
Por ejemplo Artemisia Gentileschi, que fue símbolo de la lucha de género y del movimiento feminista tras conseguir que condenen a su violador; Jaime Gil de Biedma y su lujuria desatada en Filipinas, donde la vida de los niños valía tan poco. También hablo de William Burroughs, que asesinó a su mujer en un intento de imitar a Guillermo Tell y su manzana en la cabeza. Son algunos creadores que he mencionado en este libro y con los que exploro la relación entre el sufrimiento y el arte.
Entre sus textos habla también del genio de Lope de Vega, ¿pero desde qué prisma?
Lope era un enamorado de las mujeres, un enamorado del propio amor. Mientras escribía necesitaba estar enamorado, incluso en su etapa de clérigo y al final de su vida.
¿Fue mujeriego entonces?
Ser mujeriego es un término machista para mí, porque no existe su equivalente, «hombreriega», por ejemplo, y mientras no exista, el término es machista. Pero el hecho de haber estado con muchas mujeres no es machismo, porque también existen mujeres que han tenido muchos hombres en sus vidas.
Otro que aparece en su novela es Pablo Picasso.
Lo defino como un monólogo sucesivo. Solo está con una, la estruja, le quita todo y pasa a la siguiente. Era un machista y un maltratador psicológico. Era egoísta y ese es el primer rasgo que existe en un maltratador. Solo le importaba él.
Por contrastar, Define usted a la mujer fatal de una manera muy especial en su libro..
La mujer fatal es, en todo su conjunto, una mujer libre. Durante la historia han sido las que decidían a quién querían amar, en qué momento y de qué manera hacerlo, pero como contradecían las reglas de una sociedad fundamentalmente machista, se convertían en mujeres fatales.
Por hablar de la escritora, ¿Cómo era Marta Robles en su infancia?
No sabría decirte. Yo de pequeña tenía muchos complejos, porque era una niña larga, larga, larga y flaca, flaca, flaca. Llena de brazos y de piernas. Pasé de patito feo a cisne de un día para otro y nunca me lo llegué a creer del todo porque mientras que yo era de colegio de mojas con mi mamá pegada a nosotros. Entre las circunstancias curiosas que recuerdo de mi vida de niña hay alguna, como que la relación máxima con mi padre era la partida de ajedrez de los fines de semana. Tenía que jugar con él sí o sí o no tenía paga. Era fundamental para mi jugar (risas). En el momento que le gané al ajedrez mi padre dijo: A partir de ahora dejaremos de jugar (risas). Nunca lo imaginé. Ganarle me liberó.
¿Tiene una receta para ser feliz?
Nunca he pensado que exista la felicidad como tal. Creo que hay que ser muy simple para pensar en un mundo feliz sin pastillas de soma como el que describía Aldous Huxley. La felicidad la puedes tener siempre en momentos determinados y siempre viene a través de las personas a las que quieres. Siempre viene a través del amor, del cariño, a través de los sentimientos. Por eso lo que persigo en la vida es ser una buena persona. Siendo una buena persona es como más amor das y como más amor recibes.
Texto: Javier Comas
Fotos: Gerardo Morillo