Amanece inundado noviembre. Es imposible no poner ojos y oídos en Valencia y en una catástrofe que ha asolado tanto la ‘terreta’ como el corazón de cada español.
Vivimos estos días momentos en los que se llenan los teléfonos de imágenes, llamadas, noticias, cifras de fallecidos y desaparecidos, vivimos momentos en los que los pensamientos se nos trasladan a familiares, conocidos, al “amigo de un amigo” que está en la zona cero de la Dana.
Reza el himno de Valencia “Per a ofrenar no es glòries a Espanya” y, viendo la respuesta del pueblo y de la solidaridad ciudadana, España ha estado a la altura de esas glorias que ofrece Valencia. Pero, por otra parte, viendo la competencia de unas y otras instituciones, parece que se trata de países completamente distintos.
La oleada de ciudadanos que pese a todo se han desplazado a los pueblos damnificados por la “gota fría” ponen de manifiesto que, ante una necesidad real, España demuestra que, cuando tiene que estar y demostrar, está y demuestra. La cara opuesta a la ciudadanía, por desgracia, en este capítulo de la historia de nuestro país, la han puesto las instituciones.
Ante la prontitud de los particulares yendo desde el minuto cero a las zonas afectadas, tanto gobierno central como autonómico demuestran (o, por lo menos, parecen demostrar) que es más importante echarse unos a otros la patata caliente. Más allá de que las alarmas saltaran o no a tiempo, lo que sí es objetivamente comprobable es que la respuesta al problema llegó muy muy tarde. Un ejército que no llega y que, según el ministerio, no está “para esto” y para solucionarlo todo, una UME que no da más de sí, guardia civil y bomberos que son insuficientes y una ayuda que “si es necesaria que se pida”, se suman al dolor de los valencianos que, además de ver cómo prohíben a la población civil llegar a las zonas catastróficas, tienen que aguantar como día tras día aumenta el número de fallecidos.
Ojalá se pensara más en lo que de verdad se tiene por delante, en el sufrimiento y esfuerzo que tienen que afrontar tantas y tantas personas y familias.
Si algo se ha demostrado estos días es que vivimos en un siglo carente de líderes de todo tipo en la primera línea, no hay personas con el coraje suficiente para tomar las riendas en una situación desesperada, no hay referentes, no hay identidades individuales con el suficiente peso como para marcar la diferencia. Pese a esto, como pueblo si hemos demostrado coraje y agallas suficientes para sobrellevar esto.
Y, por suerte, los valencianos tienen a la mejor de las lideresas, a una capitana que sabe llevarlos para ofrendar ‘noves glòries a Espanya’. Ahora la Mare de Dèu dels Desamparats es más valenciana que nunca porque los desamparados son hoy los que habitan sus tierras. Hoy la “Mareta” se ha disfrazado de todos esos que se arman de valor para enfangarse hasta las cejas para sacar adelante su tierra, para que en su tierra las lágrimas se tiñan en “càntics d’amor e himnes de pau”.
Texto: Enrique Galán Gómez