El maestro D. José Ortega y Gasset, fue una de las inteligencias más penetrantes de todos los tiempos, y no sólo en España, pero asimismo, que fue el filósofo más popular. Su obra tiene un peso que rebasa los límites de la retórica y conquista las multitudes. Maestro lleno de discípulos e imitadores que junto a otros de su generación ayudaron a traer a nuestro país, aires de fuera.
Es muy fácil ir a la moda, lo difícil es usurpar la personalidad. El secreto de la elegancia no está en imitar, sino en ser distinto a los demás, aunque nos vista el mismo sastre.
Su obra imperecedera y genial surge no sólo en el sentido de su tiempo, sino la eficacia de su retórica, para penetrar en un mundo de ideas que abarca la historia, las costumbres, los secretos del paisaje, el arte, la poesía, la política, la metafísica y como no podía ser de otra forma…también los toros.
Su máxima aportación a la tauromaquia fue la idea de la publicación del “Tratado Técnico e Histórico Los Toros”, más conocido popularmente como ELCOSSIO. Ortega con el mismo acierto de un buen apoderado taurino ficha a Cossío, para emprender la más ambiciosa aventura editorial del mundo de los toros. Así le hace saber a Cossío mediante su pariente José María de Corral, catedrático de Medicina de su interés porque sea él y no otra persona, quien emprenda esta publicación.
“No hay razón, decía el propio Ortega con la pluma de Corral y transcribo literalmente la carta de Corral a Cossío que se conserva en la actualidad en la Casona de Tudanca fechada en Madrid el 8 de noviembre de 1934, para desdeñar un arte milenario tan nuestro y que creo era el momento de hacer una cosa en serio y dirigida por un literato de nombre como el excelente taurófilo y taurólogo ; como literato e investigador que se auna en José María de Cossío, para hacer un Diccionario Taurino” Durante la entrevista entre Ortega y Cossío en la navidades del 35. El primero las resumió diciendo: “ Hay llegado el momento reflexivo de la fiesta. Desde el apogeo con Joselito y Belmonte, esta en el momento de madurez que puede convertirse en éxodo y putrefacción. Es más interesante reaccionar sobre la fiesta que espolearla, quien sabe que metas…ese mundo popular de los toros que ha sabido llevarla hasta la perfección en que la contemplamos es el llamado a hacerla continuar. Nuestros consejos y nuestra opinión puede ser perturbadores en cambio puede ser fecundo cuando ilustre sobre lo que la fiesta ha sido y sobre todo lo que puede significar.”
En 1925 comenzaron las colaboraciones de José María en la Revista Occidente, que dirigía Ortega, con artículos sobre el Siglo de Oro, junto a la preocupación por la literatura catalana y portuguesa. En 1931 publica Cossío su primer tratado taurino, estudio y antología: “Los toros en la poesía castellana”, obra que por otra parte obtendría seis años más tarde el prestigioso Premio de la Real Academia Española Fastenrath.
En enero de 1935, justo a los cuatro años de la publicación de la mencionada obra y por indicación de Ortega, por entonces Asesor Literario de Espasa, Cossío empresa a escribir ELCOSSIO, un trabajo intenso que le llevó casi una década para ver publicada dos de los cuatro voluminosos tomos con más de 4000 paginas en total. Años más tarde con la publicación del IV y último tomo realizado por Cossío, llego a afirmar el propio autor que había mantenido al corriente a Ortega de la marcha del trabajo desde su inicio con la elaboración del título hasta la última página. Del resultado Ortega llegó a decir que era a todas luces la obra más importante realizada sobre una actividad española concreta. Han transcurrido casi un siglo después y sigue siendo la más completa.
Decía Cossío en la muerte de Ortega: “Su idea era recoger en un libro los aspectos de la fiesta que pueden interesar a un aficionado y los históricos que pudieran interesarle, aun rara vez le interesen. Así mismo debieran tener cabida un panorama de la influencia en el arte, en la vida social y en cuantas actividades españolas han sufrido el influjo de la fiesta taurina….la piedra había ido por donde Dios quiso, pero fue su mano la que la había lanzado.
Los nuevos ensayos de Ortega descubiertos recientemente por la fundación que lleva su nombre, a través de uno de sus biógrafos como Felipe González Alcázar nos acerca desde la Revista de Estudios Ortegianos, a los testimonios más íntimos y poco conocidos como el texto inacabado de “Paquiro o de las corridas de toros”; sus años de infancia junto a su padre José Ortega Munilla, apoderado, aficionado de lustre y crítico taurino de la revista “El Chiclanero”, que sin lugar a dudas sirvió para establecer la primera aproximación a la fiesta para con el tiempo saberla defender. Sus primeras tardes en la plaza viendo torear a Lagartijo, sus tardes en el campo participando en herraderos, tentaderos y estableciendo una buena amistad con toreros como Juan Belmonte y especialmente Domingo Ortega son claros ejemplos de la afinidad que sentía por la fiesta y sus protagonistas. A éste último diestro le dedicó incluso un anejo bajo el título “Retrato del Primer Toro” que sirvió para prologar más tarde el texto de la conferencia pronunciada por el diestro toledano en 1950 en el Ateneo de Madrid. Pero quizás el libro “La Caza y los toros” puede contener las frases más definitorias de toros que el ilustre pensador madrileño nos inmortalizó acerca de las corridas toros, personalmente rescato para esta ocasión dos de ellas:
“No se puede comprender bien la historia de España, desde 1650 hasta hoy, quien no se haya construido con rigurosa construcción la historia de las corridas de toros en el sentido estricto del término.”
“La historia de las corridas de toros revela alguno de los secretos más recónditos de la vida nacional española durante tres siglos. Y no se trata de vagas apreciaciones, sino que otro modo no pueden definir con precisión la peculiar estructura social de nuestro pueblo, durante esos siglos, estructura social que es, en muy importantes órdenes, estrictamente inversa de la normal en las otras grandes naciones de Europa”
Recordaba Cossío que fue Ortega quien encontró un grabado localizado en Augsburgo de un antepasado del toro “Uro” precisamente en una carta Leibnitz fechada en el siglo XVIII.
De todas las anécdotas de Ortega con la fiesta tan solo destacar la acaecida en un restaurante en Madrid. En dicho almuerzo Ortega pidió a Cossío que le presentara a Rafael El Gallo y este al despedirse Ortega, comentó que quien era la persona que les había acompañado en tal feliz velada. A lo que Cossío respondió se llama Ortega y Gasset y es el mayor filósofo de España, a lo que el torero respondió: “Hay gente pa tó!”
Estoy convencido que su formación académica en Alemania debió hacer mella en Ortega a la hora de generar la idea del diccionario taurino, pues en tierras germánicas es bien sabido la larga tradición y numerosas referencias que cuentan en cuestión de tratados y diccionarios realizados por estudiosos e investigadores que alcanzan a abordar casi todas las materias existentes desde la medicina, la historia o el derecho entre otras muchas. Llego a la conclusión que Ortega que no fue una aficionado de un profundo compromiso diario pero si que se sirvió de la fiesta como excusa, pretexto, salto y cimiento para poder asentar sus reflexiones y con ellas su visión especial de la vida, elevándola a la categoría cultural y artística que hoy conserva intacta. Por todo ello aún resuenan sus palabras sinceras más que nunca:
“No soy un aficionado a los toros. Después de mi adolescencia son contadísimas las corridas de toros a las que he asistido; las estrictamente necesarias para poder hacerme cargo de cómo iban las cosas. En cambio he hecho con los toros, lo que no se había hecho: prestar mi atención con intelectual generosidad al hecho sorprendente, que son las corridas de toros, espectáculo que no tiene similitud con ningún otro, que ha resonado en todo el mundo y que, dentro de las dimensiones de la historia española en los dos últimos siglos significa una realidad de primer orden”.
Estoy de acuerdo con el profesor Alberto González Troyano, Ortega nos abre puertas a establecer nuevos estudios sobre la fiesta que parecen ocultos tras la filosofía de la corrida y diría más entre los públicos de sus plazas, los protagonistas e incluso el toro.
La exposición de Las Ventas no podría llegar en momento más apropiado e invito a sus organizadores a que cojan el guante de José Varela Ortega y Gasset, nieto del gran Ortega y que tengan el valor y la determinación de llevarla a San Sebastián y a Barcelona para seguir espoleando a los últimos taurinos que por allí siguen atrincherados.