Es más de dar gracias que de pedir a Dios. Era y es un niño normal, aunque ahora llena las plazas y en poco tiempo se ha posicionado como torero referente de nuestra tierra. Su infancia se esfumó con una escopetilla de plomo en la mano en la finca familiar, mientras jugaba al toro y al fútbol, como cualquier niño de Sevilla de su tiempo. Tímido y solitario Aguado es pragmático, libre y le apasiona la contabilidad y los números. Le inspira la torería de los matadores de antaño por la personalidad arrolladora que placeaban sin complejos. Nos citamos en Mateos Gago para paladear una cerveza que sofocara este tiempo primaveral prematuro con el fin de ejecutar este interrogatorio sin pretensiones que nos lleve al Pablo más íntimo. Este año está anunciado para cuatro tardes en el coso del Baratillo. Un sueño hecho realidad.
¿Cómo era Pablo en su más tierna infancia?
Algo travieso. No paraba. Mis recuerdos son de una finca familiar jugando siempre los fines de semana. Jugaba al toro con un hermano mío, jugaba al fútbol también lógicamente con mi hermano Gonzalo… Siempre con una escopetilla de plomo en la mano.
¿Pensó alguna vez en ser torero?
Como tal no, jugueteaba, sin pensar en ser torero. Tampoco tenía conciencia para ello, pero sí con la ilusión de torear.
¿Quién es Pablo Aguado?
Un chaval normal con la locura que nos entra a los que queremos ser toreros y disfrutamos poniéndonos delante de un toro, pero fuera de la plaza intento ser lo más normal posible que es además lo que me llena. Ser normal, el de siempre.
¿Qué tiene de arte el toreo?
Mucho. Debería tenerlo todo. El mayor arte es convertir una relación de vida a muerte, agresiva con un animal que te quiere atacar, en algo bello, en una danza, aunque quede muy cursi decirlo. El arte de compaginarte con un animal que sale a embestirte, a quitarte la vida.
¿Es amigo del miedo?
Un poco sí, porque al final te das cuenta de que te hace mucho bien. Si no tuviera miedo se perdería esa satisfacción que te da cuando salen las cosas bien. Yo me he demostrado que cuanto más miedo paso, mientras más responsabilidad tengo, mejor salen las cosas.
¿Es el torero un hombre solitario?
Hombre, cada torero es un mundo. En mi caso sí. No había caído en esa reflexión pero yo particularmente soy muy solitario. Me gusta la soledad. Me gusta que me hablen poco, aunque hay momentos para todo. Sólo cuando estoy con mi círculo más íntimo dejo esa soledad de lado y esa rutina de hablar poco.
¿Si no hubiera sido torero qué hubiera sido?
(Sonríe) Estudié administración y dirección de empresas, así que entiendo que algo relacionado con ello. La contabilidad y los números me gustan.
¿Qué momento vive el mundo del toro?
Un momento relacionado con el carácter cíclico que durante toda la historia ha tenido el toreo. Ahora veo una respuesta social y política a los ataques que hemos tenido y tenemos fomentado por ciertos partidos que han perdido la vergüenza y los complejos para defender la Fiesta. Poco a poco se va normalizando, sobre todo en aquellos que no se pronunciaban y que no tienen ahora reparos en manifestarlo públicamente. El toreo no se ha debido nunca politizar pero como se ha hecho para atacarnos veo positivamente que se haga para defenderlo.
¿Cómo se presenta la temporada?
Tres tardes y con San Miguel cuatro en Sevilla. Una temporada, a priori, soñada. Una responsabilidad muy grande. En el toreo cuanto más bonito se presente el reto más responsabilidad conlleva. Tengo que responder a muchas expectativas, con la responsabilidad de no querer defraudar a nadie.
¿Qué significa para un torero de Sevilla pisar el albero maestrante?
Es lo más grande que hay en el toreo. Sevilla es especial, como decía la canción (sonríe). En los toros igual. Es tan bonito que conlleva mucha responsabilidad. Uno se hace torero soñando con torear en la Maestranza. Yo creo que todos los toreros cuando nos hacemos un toro de salón nos imaginamos a ese toro ideal en Sevilla.
¿Cómo valora la libertad?
La libertad es un bien o un derecho fundamental para todo. Sobre todo la libertad artística. Yo siempre he huido de todos los estereotipos. La libertad es fundamental en la vida y en las artes.
¿Cómo es su estilo?
Sí es verdad que siempre me ha llamado la atención el toreo de siempre, el que sale de dentro. Para torear como te sale de dentro tienes que olvidar todos los estereotipos, sino piensas más en las reglas que en lo que sientes. Hay días que sientes de una manera y otras de otra. Yo me definiría como un poco supeditado a lo que sienta en cada momento.
¿A quién admira?
Admiro precisamente a todo el que consigue ser libre y se manifiesta libre en su arte y en su oficio y se olvida de todos los estereotipos o de lo que la sociedad le dice que es lo correcto.
¿Hay que sacrificar mucho para ser torero?
Sí, lógicamente sí. Yo he tenido la suerte, al empezar un poco más tarde de lo habitual, de haber tenido una infancia normal. Una juventud normal. Sí que es verdad que me he tenido que privar de mucho tiempo de estar con la familia, con los amigos, de muchos planes que a todos los de mi edad les puede apetecer, como puede ser salir con los amigos. Al fin y al cabo no es un sacrificio como tal, porque es algo que lo haces porque te compensa por otro lado.
¿En quién se inspira Aguado?
Me inspiran muchos toreros, sobre todo de otras épocas. Independientemente del concepto que tenían porque había mucha personalidad. Se olvidaban de esos estereotipos de los que hemos hablado, de esos cánones. Brotaba la personalidad de cada uno. Desde la del torero más guerrero, hasta el torero más artista. Te puedo poner el ejemplo del torero Diego Puerta. Estaba catalogado como un torero de valor, pero que tenía una torería maravillosa. Y así te podría dar nombres de muchísimos toreros, por la torería que había, independientemente del concepto de cada uno de ellos.
¿Cuál es su meta vital?
Personalmente me gustaría tener la satisfacción de no haber vendido mi alma, de haber sido fiel a lo que creo. Profesionalmente, más allá de los triunfos, me gustaría que cuando vean una foto mía de espalda toreando me reconozcan. No por el hecho de que me reconozcan, sino porque supondría que mi tauromaquia o mi concepto es personal, no es impostado de nadie, por haber sido fiel a uno mismo.
¿Supersticiones?
Tengo pocas. La mayor superstición que hay que tener es la del trabajo. De nada sirve rezar y pedir a Dios si no has hecho lo que tenías que hacer. Manías sí, pero no por el hecho que esa manía me lleve a triunfar, sino por seguir con los rituales taurinos de toda la vida, como vestirme por el lado derecho. Es algo que sale natural por tradición, porque así está escrito. No tengo supersticiones porque da mala suerte (risas).
¿Qué papel juega la familia en su vida?
La familia es fundamental, porque son los que siempre están, independientemente de que haya triunfo o no. Incluyo a la familia carnal y a la que uno elige que son los amigos y los más allegados.
¿Y la fe?
Muy importante, pero tengo la mentalidad muy pragmática en la vida y no soy de pensar en pedir para alcanzar un triunfo. Pienso que llega por el trabajo. Dios te recompensa por el trabajo. Muchas veces el pedir a Dios en exceso es síntoma de inseguridad, de debilidad, de pensar que no se ha hecho lo que se debía hacer. A veces se pide ayuda a Dios porque no somos capaces de ayudarnos a nosotros mismos. La fe es importante pero soy más de dar gracias que de pedir.
¿Aficiones?
El campo en general, la caza en particular, porque me ha gustado siempre.
¿Un secreto que nunca haya confesado?
Entonces no es un secreto (risas). Si me acuerdo de alguno te lo diré (sonríe).
¿Sevilla o Betis?
Sevilla, porque no me gusta sufrir (risas).
¿Una ciudad?
Aunque quede muy propio decirlo: Sevilla.
¿Un lugar?
El que sea, pero sin cobertura.
¿Un plato?
Huevos fritos con patatas.
¿Un color?
Color tinto, Rioja, burdeos.
¿Un libro?
“¿Qué es torear?” de Gregorio Corrochano.
¿Un personaje histórico?
Adolfo Suárez.
¿Una frase?
Un hombre vale lo que vale su palabra.
Texto: Mario Niebla del Toro
Fotos: Aníbal González