9 Jun, 2022 | cartas del director

Mario Niebla del Toro Carrión.

Director de la Revista Escaparate        

“La evolución histórica del ser humano en un momento decidió que la razón era el método por el que se debía contar y explicar todo. Ahí cometimos el error”

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@niebladeltoro

Foto: Aníbal González

El camino de la Virgen quedó huérfano. Las pisadas que separan la aldea de Almonte se desdibujaron y desde entonces hasta el trino del milano enmudeció en Doñana. El lince y el pato real, el flamenco, el ciervo y el jabalí guardaron silencio maestrante. Dicen los lugareños de la marisma que incluso el tomillo, la jara, la coqueta amapola, el romero y el eucaliptal silenciaron su aroma tras el paso de la Flor de las Flores. Manso quedó el trotar del galope en las yeguas marismeñas, enfangadas en invierno y abrasadas por el sol del Sur de España en dos nostálgicos veranos. Bucólico quedó el camino vacío de huellas de jacos y de jacas, de mulos y de burros con angarillas, de hombres y mujeres venidos de todas partes. Los de siempre y los de nunca. Todo quedó en suspenso, en silencio, en la nada, en la nada más absoluta. Un nihilismo emocional sofocado sin salvas de escopetas con plegarias en la de la Asunción, con cambios de camaristas sin fechas de retorno. La evolución histórica del ser humano en un momento decidió que la razón era el método por el que se debía contar y explicar todo. Ahí cometimos el error. El error de suprimir la magia de la vida, donde uno puede creer mucho más de lo que a veces sabe. Pasó tiempo, demasiado tiempo. Pasó todo el tiempo. Y todo tuvo que pasar, todo tuvo que cambiar, como en el Gatopardo, para que todo volviese a ser. Los palos blancos clavados en la arena en lo más alto apuntaron al cielo con hojas de palmeras arrancadas de cuajo con la misión de engalanar el paso que no terminábamos de ver pasar. Desde antaño son las palmeras las que indican la entrada a la gran propiedad de un gran señor o de una gran señora. Son las palmas las que recibieron sobre un burro al Hombre que cambió para siempre la historia de la humanidad. Las palmas son también las que ataviaron el camino que separa Su pueblo a la aldea de nuestros sueños. Todo estaba previsto. Prestas estaban las manos almonteñas atuzando flores blancas de papel con brío de vísperas y de nerviosismo contenido. Hoy lucen con reflejo del polvo que desprendía un gentío enloquecido portando a la Señora. En el calendario rezaron bloqueo de fechas, listas de mochilas y de amigos con los que compartir los días grandes que se nos vinieron encima, en todo lo alto, para acabar pasando. Bendita hora para desperezar nuestro corazón al encuentro más deseado en la noche más blanca. Hilvano estas palabras tras esta pequeña reflexión y se humedecen mis ojos mientras mis manos temblorosas responden a mi cita mensual con usted en este lugar tan sevillano. La vida ya es difícil, sin mucho forzarla. La Virgen preparó su atillo que la llevó con ayuda de las manos y el mimo de las mujeres de Su pueblo. En ese traslado la Virgen repartió la ansiada paz que tanto nos falta. No sólo en la invadida Ucrania a manos de un tirano. La Virgen quiere la paz entre sus hijos y no hay mayor oro que ofrecerle a la Reina del Amanecer que el perdón. Ya existe la muerte y hacienda. No quiere que nos compliquemos la existencia más que minándonos, pero de amor. Invadan al hermano que tengan cerca de empatía, de comprensión, de abrazos sinceros. Tiendan la mano al que sufre. No hace falta solo ayuda humanitaria en el Este de Europa. Ofrezcan su tiempo al que necesita en el caminar de la vida. Tres años rondaban el Camino de la Virgen huérfano, pero volvieron las pisadas a dibujarse en la senda que separan la aldea de Almonte. Volvió a sonar a bóveda el trino del milano real. El lince, el ciervo, el jabalí y hasta el pato real pregonaron en su manifiesto sencillo los días grandes que estallarán el Lunes de todos los lunes en la locura divina de repiques de Pentecostés en la cumbre de las espadañas. Salimos del miedo pasado de encierros en las casas. Algo parecido al que tuvo que sentir la Virgen con los apóstoles, antes de la presencia del Espíritu Santo, cuando sólo quedaba dolor, confusión y traición por la muerte del Señor como un criminal siendo inocente. Atrás quedó el insípido olor ensordecedor del tomillo y la jara de este tiempo atrás. Bravos como tejones renacen a esta hora los caballos marismeños y los yegüerizos de Doñana descifran el mensaje divino. La Virgen volvió a Su Casa. El camino no es solo andar. El camino de arenales fue una mañana de vuelta a lo que debía ser, a lo que debemos ser, hermanos. La Virgen no quiere plata, ni oro, ni bambalinas bordadas magistralmente en Jerez. Ni siquiera ricas sayas de los talleres de Almonte. A la Virgen le sobran palos encalados y palmas triunfales. La Virgen quiere que nos queramos. Tan sencillo. Tan difícil. Ese es el Rocío que quiere la Paloma más blanca. Este sentir es el que emana de mis palabras cuando abro mi corazón en el lanzamiento de una nueva edición. ¡Viva la Virgen del Rocío!

 

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